• Shirley Verrett © Ron Scherl
  • Maria Callas
  • Encuentro de Macbeth y las brujas, por Roberto Focosi
  • Maddalena Barbieri-Nini, primera Lady Macbeth verdiana

 

Carta para Lady Macbeth

Anotaciones discográficas

Quien haya leído a Shakespeare, también quien haya escuchado a Verdi, será consciente de que un Macbeth no puede funcionar sin un Macbeth, pero tampoco sin una Lady Macbeth; del mismo modo que Macbeth por sí mismo no sería Macbeth sin su mujer. La presencia de esta a lo largo de la ópera italiana es absoluta y constantes son sus momentos de gloria en la partitura: la sobrecogedora escena inicial, con recitado (Nel dì...), cavatina (Vieni t'afretta) y cabaletta (Or tutti sorgete), el aria del segundo acto La luce langue, que fue añadida por el compositor en 1865 para el estreno parisino; la sobrecogedora puesta del sonambulismo del tercero y, por descontado, todas sus intervenciones junto a su marido. Para todo ello Verdi requirió una voz rasgada, desde luego no armoniosamente bella, que en la práctica suele encontrar su mejor embajadora en una mezzosoprano falcon, acuta, o una soprano dramática con facilidad para las agilidades y siempre, desde luego, de desenvuelta faceta actoral, pues ha de convencer a su marido. He aquí algunas anotaciones de las mejores aproximaciones al rol que se han llevado a los estudios de grabación.

Verdi, que siempre ha sido muy de epístolas, nos presenta a Lady Macbeth a través de una carta que el protagonista envía a su mujer tras su primer encuentro con las brujas, y que consigue despertar su ambición y ansias de poder. Apenas siete líneas, fundamentales para intuir la personalidad que cada cantante otorgará al endiablado personaje, al que el compositor provee de todas las armas y posibles trampas a su alcance para su lucimiento… o su descalabro.

“Nel dì della vittoria io le incontrai...
stupito io n'era per le udite cose;
quando i nunzi del Re mi salutaro
Sir di Caudore, vaticinio uscito
dalla veggenti stesse
che predissero un serto al capo mio.
Racchiudi in cor questo segreto. Addio”.

Descartando a una Elena Souliotis fuera de lugar también en el plano dramático; a una perdida Mara Zampieri y a una Rysanek prácticamente plana en acentos y juegos declamatorios, seguramente quienes han grabado la obra en su totalidad y mejor han sabido plasmar el contenido de estas líneas de introducción hayan sido Fiorenza Cossotto y Shirley Verrett. La italiana declama en un juego de susurros, de teatral aparte, con pausa previa ante la sorpresa al leer Sir di Caudore (en esa pausa ya lo ha leído y cuando por fin lo dice, se lo está repitiendo a sí misma) y aceleración del vaticinio y ralentización del serto al capo mio, con conclusivo Addio. Más tarde, encontramos a la mezzo en la escena del sonambulismo en un canto un atemorizado, diríamos no precisamente sonámbulo, mientras respeta las indicaciones de expresión del maestro sobre la partitura. De hecho recoge todos los crescendi y decrescendi marcados a excepción de un par para no perder dicha expresión (muy acertada en maledetta u orsù, t'afretta) y de paso sortea con solvencia las notas agudas, la parte más difícil en su condición de mezzosoprano, y se atreve a intentar alcanzar el final re sobreagudo. Es su lectura una de las mejores que pueden escucharse en toda la discografía; condicionada como digo por su condición de mezzo, no tan falcon, sí con cierta facilidad en la zona aguda, pero sobresaliente en cualquier caso.

Por su parte, con la gran recreación que Maria Callas hace del personaje en su parte cantada, encuentro algo decepcionante sin embargo su lectura de la carta. En las dos primeras frases se atisba algo de indiferencia por parte de su Lady para marcar después su interés a través de acentos de énfasis algo caprichosos en stupito, sir, caudore, uscito, stesse, serto... todos por igual y que hacen que se emborrone todo el significado de cada palabra. En cuanto al canto, como decía, por ejemplo la Divina resulta estupenda en las agilidades de Si colmi il calici, siendo una lástima que su parte aparezca aquí cortada. Cosas del directo en los años cincuenta. De forma similar a Cosotto hila la Callas su escena del sonambulismo, con marcada última sílaba en vergogna y genial sotto voce en el re en co 'suoi balsami non può, aunque compases más adelante cambie el texto a letto, a letto por orsù Macbetto y omita después un par de corcheas. Con todo, una recreación total del personaje total en una ópera en busca de la obra de arte total. Junto a Cossotto y Verrett, imprescindible.

Sorprendentemente bien la lectura de la carta por parte de Birgit Nilsson, quien hace aflorar su asombro y entusiasmo, con tempi de narración bien escogidos. En la soprano sueca se ven, se escuchan y se saben las intenciones. De veras están ahí, hay verdadera intencionalidad en su fraseo, en su acentuación y en la declamación, pero la propia naturaleza de su voz hace que su interpretación se devalúe un tanto importante en cuanto recaemos en la falta de italianità, tan necesaria en este Macbeth, por más que Lady pueda concebirse como una mente fría y calculadora, sumada a unos agudos algo fijos y metálicos y una dicción en ocasiones complicada. El canto es correcto sí, pero nos falta algo. En Una macchia la condición anglosajona de la Nilsson le hace trastocar Andiam Macbetto como Andiamo Macbeth, aunque por otro lado regala alguna acertada intención en Non osi entrar or Orsù t'affreta, costándole sudor y lágrimas filar en sotto voce.

A Leonie Rysanek, que sustituyó a la mismísima Callas (aunque en el 59 no fuese a resultar lo mismo que en el 52) se la encuentra un tanto sobreactuada y sobrepasada, aunque los medios sean notables. Por lo general sus agudos son tensos, fijos, y el ascenso a ellos algo abruptos a la hora de abordar el paso. Sí es una voz llamémosle “fea”, tal y como requería Verdi, pero en este supuesto es muchísimo más preferible el concepto y timbre de la Callas, realmente arrolladora. En el sonambulismo entra Rysanek più forte y più presto de lo recomendable, no hay interiorización ni matices. Une una... due... gli è questa l'ora! Y en general sólo escuchamos el perfil superficial de una mujer alterada, no sonámbula, aunque en sus siguientes frases se centre y redima, si bien no termina de quedar claro (el idioma, anque en menor medida, le supone un escollo al igual que a la Nilsson) si ella pasa de pulire a morire por decisión propia.

Termino con Verrett, a quien mencionaba al principio, para cerrar estas líneas. De nuevo en la escena de la carta, Shirley Verrett resulta también pues magnífica, con acentuación de la vittoria, donde se la escucha disfrutar con las noticias que lee de su marido y murmullo al llegar a racchiudi in cor... Addio, pues nadie debe enterarse de la predicción... ni de lo que su cabeza comienza a maquinar. Después la norteamericana pinta y colorea como ninguna. Cómoda en los trinos y tresillos que Verdi impone en la franja inferior, dada su naturaleza de mezzosoprano, resuelve también las notas agudas, estrechándose en alguna fioriture en la zona media (que resuelve sin problemas en el posterior brindis) y alarga alguna nota clave (ascendivi a regnar), proporcionando mayor tensión al texto, rematado con una messa di voce en el último regnar de la cavatina. En Or tutti escuchamos alguna nota baja un tanto desabrigada (ese si en tenebra immota) y algunas otras que en vez de descender, ascienden para su mayor comodidad (Or tutti sorgete). Con todo escuchamos una magnífica recreación, realmente tenebrosa, con la que nos hacemos a la idea del personaje que tenemos delante desde el primer momento... y nos preparamos para lo peor en el desenlace del argumento. Así mismo, Verrett se muestra delicadísima en la escena del sonambulismo, pareciera incluso frágil, como si estuviéramos escuchando a alguien de quien apiadarse. Canto inmaculado, del canto con forza de e mai pulire pasa a delicadezas propias de pianissimi en e mai pulire queste mani io non saprò... y se despliega magnífica por sus siguientes frases: terrorífica en Di sangue umano sa qui sempre, a través de un juego de canto legato y semicorcheas acentuadas en el balsami, sensacional en la evolución de diminuendo a sotto voce (el cual no abandona en toda la página) y el calderón en murendo. Aún le queda tiempo finalmente para un nervioso Batte alcuno! Andiam, Macbetto, que repetirá algo más comedida pero al mismo nivel junto a Chailly en su segunda grabación.
Y es que 10 años después y de la mano de Riccardo Chailly y Leo Nucci, encontramos una nueva Lady de la Verrett en DECCA, en lo que supone la única grabación decente (y de un papel ya grabado con anterioridad) que le ofrecieron tras su salida de RCA, con contadas apariciones en el sello inglés en segundas lecturas de Pavarotti (Rigoletto, Trovatore...), por imposición de este y cuando vocalmente ya era demasiado tarde para ella. Escuchamos a una Lady Macbeth aún más sibilina si cabe (no dejen de escuchar su lectura de la carta), aunque de voz un tanto más gastada, donde se han abierto levemente los extremos, mas sin embargo de excelente empaque, de centro más rotundo, con el que la americana vuelve a recrearse en el papel de forma sobresaliente, dotando de mayor intencionalidad a sus frases – qué delicia su Duncano sarà qui?... qui? Qui la notte? en Nel dì della vittoria, con el juego de piannissimi en ese segundo qui donde se le encienden las ansias de sangre, o ese cacciam verdaderamente deciso en el brindis. Disfruten de Lady Macbeth con Callas o Cossotto, enamórense de ella con Verrett.

Las grabaciones.

Fiorenza Cossotto: 1976. Con Sherrill Milnes, Ruggero Raimondi, Josep Carreras y Riccardo Muti. New Philharmonia Orchestra. Ambrosian Opera Chorus.

Maria Callas: 1952. Con Enzo Mascherini, Italo Tajo, Gino Penno y Victor de Sabata. Orquesta y Coro del Teatro alla Scala.

Birgit Nilsson: 1964. Con Giuseppe Tadei, Giovanni Foiani, Bruno Prevedi y Thomas Schippers. Orquesta y Coro de la Accademia Nazionale di Santa Cecilia. 

Leonie Rysanek: 1959. Con Leonard Warren, Jerome Hines, Carlo Bergonzi y Erich Leinsdorf. Metropolitan Opera Orchestra and Chorus.

Shirley Verrett: 1976. Con Piero Cappuccilli, Nicolai Ghiaurov, Plácido Domingo y Claudio Abbado. Orquesta y Coro del Teatro alla Scala.

Shirley Verrett: 1986. Con Leo Nucci, Samuel Ramey, Veriano Luchetti y Riccardo Chailly. Orquesta y Coro del Teatro Comunale di Bologna.