Lorengar lona


Reivindicando a Pilar Lorengar

Tenía una deuda Aragón con una de las figuras más importantes a nivel internacional de la lírica de la segunda mitad del s. XX: Pilar Lorengar. En el vigésimo aniversario de su fallecimiento esta deuda es saldada en parte (y digo en parte porque el recuerdo de cantantes como Lorengar se tiene que mantener, y las instituciones públicas y privadas deben velar por ello) con la excelente exposición que el Gobierno de Aragón, con el comisariado de la Asociación Aragonesa de la Ópera “Miguel Fleta”, ha inaugurado en el IAACC Pablo Serrano de Zaragoza. La muestra supone toda una revisión de la extraordinaria trayectoria profesional de Lorengar y, sobre todo, constituye una reivindicación de ella como cantante, un recordatorio bello y detallado para que no olvidemos a una de las sopranos con más reconocimiento internacional que ha tenido España.

La exposición se articula en cuatro espacios cronológicos y en tres temáticos. Nos recibe antes de entrar a la muestra una proyección con un reportaje que sobre la cantante hizo RTVE en 1979, presentado por Fernando Rey. Ya en la entrada un gran muro colorista formado por carátulas de grabaciones protagonizadas por la artista nos da la bienvenida con el título de la exposición: Pilar Lorengar: Una aragonesa de Berlín. En el primer espacio, “1928 - 1951. De Zaragoza a Madrid. El nacimiento de una voz”, podemos dibujar a través de  diversos testimonios gráficos y documentales sus primeros pasos en Zaragoza como Loren Garcy (primer nombre artístico de Lorenza Pilar García Seta), o su trayectoria profesional y social por el Madrid de los 50 donde ya es reconocida como la gran cantante que conocemos, con amplias giras por toda España para cantar ópera y zarzuela y conciertos con piano. Varios detalles van llamando  la atención del visitante. Entre ellos la vertiente cinematográfica de Lorengar con los los carteles de sus dos películas (“Último día” con Enrique Diosdado y Pepe Isbert y “Las últimas banderas” junto a Fernando Rey) a los que acompaña una proyección de Pilar cantando en una de ellas. O el espacio dedicado a la proyección de una escena de la ópera de Albéniz “Pepita Jiménez” en el Teatro de la Zarzuela en donde podemos ver a Lorengar junto a joven y exultante Alfredo Kraus.

De 1960 a 1990 son los años del gran éxito internacional de Pilar Lorengar en los teatros operísticos más importantes, sobre todo en Metropolitan de Nueva York y en la que será su casa operística: la Deutsche Oper de Berlín. De todo ello hay testimonio en programas, correspondencia o contratos. Especialmente destaca en este periodo, pero realmente en toda la exposición, la extraordinaria colección  de retratos de la artista. Lorengar era una mujer muy bella y fotogénica y eso destaca en la galería de fotografías que la retratan tanto caracterizada en sus papeles operísticos como los que son meramente artísticos o promocionales. Se cierra la cronología con “los adioses” de la diva, que prefiere retirarse en plena forma antes que pueda llegar el previsible declive. Su último concierto en Oviedo con el gran pianista Miguel Zanetti pone punto final a una carrera excepcional. Aún así podemos escuchar (hay diversos puestos de audición a lo largo del recorrido expositivo donde podemos oír con auriculares a la cantante en piezas diversos géneros y épocas) la última grabación que existe de Lorengar cantando: el Ave María de Gounod que cantó en el Pilar de Zaragoza en octubre de 1991. Las zonas temáticas repasan la voz de la artista y su repertorio, su vinculación con Zaragoza, los premios recibidos en su larga carrera (destaca el Príncipe de Asturias de las Artes recibido en 1991) y los testimonios de cariño y apoyo que recibió su esposo (un odontólogo alemán con el que se había casado en 1960) de artistas tan conocidos como Lorin Maazel, Joan Sutherland o Dietrich Fischer-Dieskau. Termina la exposición con un repaso a la vida operística que tuvo la capital de Aragón a lo largo del s.XX. Una vida lírica que desde hace años ha desaparecido y que ninguna institución parece tener intención de recobrar por muchos esfuerzos que hagan asociaciones (como la que comisiona la exposición) para que no se pierda esta parte fundamental de la vida cultural de una ciudad.