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Robert Gerhard. Primeras canciones

La tarde del 22 de enero de 1918, la Associació d'Amics de la Música ofrecía en el Palau de la Música Catalana un concierto con el siguiente programa: el Cuarteto en mi bemol, no. 5 de Karl Ditters von Dittersdorf; L'infantament meravellós de Schahrazada, ciclo de doce melodías para voz y piano de Robert Gerhard (estreno) y el Cuarteto en fa, op. 96 de Antonín Dvorák (primera audición). Los intérpretes eran el Quartet Renaixement (con Eduard Toldrà al frente), la soprano Concepció Badia (así aparecía su nombre en el programa de mano, todavía no era Conxita) y el pianista Frederic Longàs. El ciclo de canciones no sólo era un estreno; era la primera obra de Gerhard que se interpretaba en el Palau. Las canciones gustaron muchísimo al público asistente al concierto y las críticas que aparecieron durante los días siguientes alabaron la obra y saludaron la aparición en el panorama musical de un compositor joven y con talento. Tanto fue el éxito del ciclo que pocos meses después se publicó en Unión Musical Española, por la misma época en que se estrenaba también en el Palau una segunda obra de Gerhard, su Trío no. 2 para violín, violonchelo y piano, afianzándose así su prestigio.

¿Quién era el jovencísimo compositor que, con sólo veintiún años, ya se había ganado el favor de público y crítica? Robert Gerhard había nacido en Valls el 25 de septiembre de 1896, hijo de padre suizo, Robert Gerhard, y madre alsaciana, Maria Ottenwälder. Su familia tenía un negocio de exportación de vino del que Robert, como primogénito, tendría que hacerse cargo algún día, por lo que su formación estuvo orientada desde su infancia hacia el comercio; no se descuidó su formación musical pero era algo secundario. Cuando el chico tenía doce años fue enviado a estudiar a Suiza y allí, a finales de una estancia que duró hasta 1913, decidió dedicarse seriamente a la música. Le costó lo suyo convencer a su padre pero finalmente consiguió su permiso para ir a estudiar a la Musikhochschule de Múnich después de las navidades de ese año.
    Estuvo allí apenas unos meses; tras el estallido de la guerra, el señor Gerhard lo quería de vuelta en casa y se fue a buscarlo, en vista de que el joven le daba largas y aplazaba su regreso. Aquellos pocos meses le sirvieron, al menos, para tomar contacto directamente con un mundo musical nuevo y fascinante para él. Poco después se instaló en Barcelona para perfeccionar su técnica pianística con Enric Granados y, tras la muerte de éste (de nuevo la guerra se cruzaba en su camino) con Frank Marshall. Pero la influencia más importante en esta primera época fue la de Felip Pedrell, que, en principio, debería haber sido su profesor de composición. Gerhard se dio cuenta pocos años después de que seguía teniendo carencias importantes en este aspecto de su formación pero, a cambio, Pedrell le había descubierto el patrimonio musical más cercano, tanto el culto como el tradicional, tan importante con los años en la obra de Gerhard, sin descuidar un completo panorama de la música contemporánea europea.

Robert Gerhard fue el último alumno de Pedrell, y su preferido. Llevaba un par de años estudiando con él cuando estrenó L'infantament meravellós de Schahrazada y el maestro, una figura clave y respetadísima del mundo musical catalán, dirigió el mismo día una carta a La Vanguardia en la que adelantaba que el estreno de aquella tarde sería un acontecimiento y describía a su alumno como un "cultivador excepcional de la forma lied, nacida del trato íntimo con la canción popular". Ya que hemos mencionado por dos veces el estreno en el Palau, conviene aclarar que un mes antes, el 16 de diciembre, se había interpretado el ciclo en una pequeña sala de conciertos hoy desaparecida, el Bell Repós, prácticamente entre amigos. En aquel estreno no oficial los intérpretes fueron Mercè Plantada de Colomer y el propio Gerhard al piano.
    Gerhard tomó como textos para sus canciones una selección de L'infantament meravellós de Schahrazada. Interpretacions dels poemes de 'Les mil i una nits', del poeta noucentista Josep Maria López i Picó (1886-1959), una obra publicada en 1916. Llama la atención que en el concierto en el Palau el orden de las canciones fuera distinto del que se estableció en la edición de UME; por algún motivo, el autor las reordenó después del estreno. El tema elegido por Gerhard evoca claramente el orientalismo que había estado tan en boga en las décadas anteriores, especialmente en Francia; el personaje de Sherezade había inspirado al menos dos obras que hoy forman parte del repertorio: el poema sinfónico de Rimsky-Korsakov (1888) y el ciclo de canciones de Ravel (1904). La música, sin embargo, no responde a este orientalismo sino que la identificamos más claramente con un tardorromanticismo alemán impregnado de aires catalanes. Escuchando las canciones se comprende fácilmente el apreció del público en su estreno: en su contexto, eran modernas pero con moderación, de melodías amplias y armonías con abundantes cromatismos, relativamente fáciles de escuchar, frescas. A nuestros oídos, casi un siglo después, fáciles y encantadoras.

El idilio de Robert Gerhard con el público de Barcelona duró tan solo unos diez años, los que pasaron entre el concierto de 1918 y su regreso a Barcelona en 1929 tras haber vivido en Viena y Berlín. En 1920, la salud y la edad impidieron a Felip Pedrell seguir dando clases; Robert, consciente de sus carencias técnicas como compositor, barajó diversas alternativas, como estudiar con Manuel de Falla o pasar un trimestre al año estudiando en París. Mientras encontraba la fórmula ideal para él, optó por aislarse en una masía cerca de Valls, para seguir formándose de manera autodidacta. Tras dos años de aislamiento y trabajo intenso, decidió liberarse de la disciplina tan estricta que se había impuesto y solicitar a Arnold Schoenberg que le admitiera como alumno. La inclinación de nuestro compositor por la música de tradición alemana y su interés por la música contemporánea hacían de Schoenberg el profesor ideal. Así que en 1923, Gerhard hizo las maletas y se trasladó a Viena. A su regreso a Barcelona, el compositor se reencontró con el público del Palau. Esta vez fue otra de las numerosas asociaciones que impulsaban la vida musical de la ciudad, la Associació de Música "Da Camera" quien organizó un concierto monográfico con obras de Gerhard, que tuvo lugar el 22 de diciembre de 1929. El objetivo del concierto era dar a conocer la música que había compuesto desde su presentación en el Palau, tras un largo silencio de once años. Casi todas las obras estaban compuestas durante la última etapa de estudio del compositor con Schoenberg; algunas eran más conservadoras, es decir, más fáciles de escuchar, mientras que otras tenían un lenguaje más rompedor. El extenso y estupendo programa de mano del concierto advertía de que las obras no eran "fácilmente reconocibles de repente" y de que su valoración "sería probablemente contradictoria"; para facilitar la tarea a los asistentes, incluía un análisis musical de varias de las obras y una entrevista con el compositor.

El poeta Josep Maria López i Picó asistió al ensayo general y escribió en su dietario: "Desde que puso música a mis canciones de Las mil y una noches no había escuchado nada suyo. Ahora le dirán de todo y no le entenderán. Sin embargo, tiene la partida ganada, porque domina el oficio y es muy inteligente, con aquella inteligencia sin la cual el genio mismo no es gran cosa." López i Picó acertó plenamente. Por más que los organizadores se hubieran esforzado por allanar el camino y hacer más fácil la escucha, la acogida del público osciló entre la frialdad y la indignación; a algunos, aquello les pareció "una broma". Los críticos quedaron desconcertados; los más prudentes, como el también compositor Jaume Pahissa, escribieron que era necesaria una segunda audición para valorarlo. Lluís Millet y Robert Gerhard mantuvieron a raíz de ese concierto un largo e interesante debate sobre la música en una serie de artículos publicados en la Revista Musical Catalana los del primero y en El Mirador los del segundo que debió dar no pocas satisfacciones a los aficionados de la época.
    De las obras interpretadas en aquel concierto nos interesa especialmente la única compuesta antes de trasladarse a Viena, en 1922, cuando todavía vivía aislado en la masía: se trata de un ciclo de canciones, Sept Hai-Kai. Este breve ciclo fue compuesto a partir de siete poemas de Josep Maria Junoy, extraídos del poemario Amour et Paysages (publicado en 1920), para voz acompañada de piano, flauta, oboe, clarinete y fagot. La obra ya no bebe del tardoromanticismo, sino que sus sonoridades nos recuerdan a la música francesa, a Ravel y Debussy, aunque el propio Gerhard explicó más tarde cómo se había inspirado en las Tres canciones japonesas de Stravinsky y había tenido presente el Pierrot Lunaire de Schoenberg al escribir sus haiku. Los comentarios de la época sobre el escandaloso concierto no mencionan esta obra (que fue estrenada también por Conxita Badia), posiblemente quedó en tierra de nadie entre las sardanas, que en general gustaron mucho, y el Quinteto, que fue la obra más incomprendida. Como en el caso de las canciones de Schahrazada, el tiempo nos lo ha puesto fácil y podemos escuchar este bonito ciclo sin especiales sobresaltos.

Nos hemos detenido en dos ciclos de canciones de Gerhard, L'infantament meravellós de Schahrazada y Sept Haiku, que pertenecen a su primera época como compositor. No son, sin embargo, las únicas de esta época ni, probablemente, las primeras; se sabe que escribió alguna canción antes de las de Schahrazada y poco después escribió al menos dos canciones a partir de poemas de Verger de les galanies de Josep Carner, canciones que están sin editar todavía (o lo estaban no hace mucho). Cuando el compositor escribió a Arnold Schoenberg para pedirle que le admitiera como alumno, le dijo que había escrito "viel Unsinn" (muchas tonterías) y entre las obras que le envió para que las valorase estaban precisamente las dos que hemos comentado. ¿Y cuál fue la reacción de Schoenberg? Sencillamente, se abstuvo de juzgarlas: "No puedo juzgar esas obras... no están relacionadas con mi concepto de música. No conozco las reglas estilísticas de la música que usted me muestra, más cercana a la tradición francesas que a la alemana, y, por tanto, mi valoración sería, hasta cierto punto, arbitraria". A pesar de eso, estas obras ayudaron a Gerhard a conseguir su objetivo: "Sin embargo, puedo ver en sus composiciones un talento para la invención musical, cualidades sonoras, precisión formal, y esto me basta."

Los Sept Haiku pueden escucharse en una grabación de Josep Bonet y la Orquestra del Teatre LLiure, dirigida por Josep Pons, un disco dedicado a canciones de Robert Gerhard publicado en 2008 por Harmonia Mundi. L'infantament meravellós de Schahrazada se puede encontrar en dos grabaciones: la de La mà de Guido, de 1997, con Isabel Aragón y Àngel Soler, que incluye también canciones de Joaquim Homs, discípulo de Gerhard, y la de Etcétera (2006), con Benita Valente y Tan Crone, en el que también interpretan el Cancionero de Pedrell. No existe, o no he sabido encontrar, ninguna grabación de las seis canciones de Schahrazada orquestadas por Gerhard en 1931.