Radu Lupu SverigesRadio

Maratón Barenboim (II)

Berlín. 12/04/2017. Philharmonie. Festtage. Obras de Haydn, Schönberg y Beethoven. Staatskapelle Berlín. Radu Lupu, piano. Dir. musical: Daniel Barenboim.

Tras una velada extensa e intensa, con obras de Takemitsu, Beethoven, Debussy y Berg, Daniel Barenboim lideraba el segundo concierto sinfónico de la Festtage 2017 con su Staatskapelle de Berlín. En esta ocasión el programa acogía una primera parte con obras de Brahms (Variaciones sobre un tema de Haydn) y Schoenberg (Cinco piezas para orquesta) y una segunda parte con el Concierto para piano y orquesta no. 5 “Emperador” de Beethoven, con el gran solista rumano Radu Lupu como invitado de excepción. 

La primera mitad dejó idéntica impresión que la que tuvimos al cierre de la velada anterior: Barenboim y su orquesta se entienden hasta tal punto, con un grado tan alto de complicidad, que casi todo es posible en sus manos. La Staatskapelle tiene el color idóneo, como hecho a medida, para recrear las partituras de Brahms, que suenan broncineas en sus atriles, con una pátina oscura y a un tiempo luminosa, dando la impresión de ser resultado de una destilación lenta y dilatada, como el mejor de los whiskys. Barenboim acometió sin partitura las Variaciones sobre un tema de Haydn, obra compleja y que en sus manos sonó inspiradísima, brillante, genial por momentos. 

Las Cinco piezas para orquesta de Schoenberg constituyen una pieza sobrecogedora e impactante no sólo por la violencia extrema de algunas de sus páginas sino por el alma inquieta y casi perturbada que parece habitarlas, en íntima proximidad con el expresionismo del tiempo en que fueron compuestas por Schoenberg, allá por 1909. De nuevo Barenboim y la Staatskapelle sonaron como un ejército napoleónico perfectamente cuadrado, haciendo de la disciplina un arte que va más allá de la virtuosa y exacta recreación.

La figura de Radu Lupu (Galati, Rumani, 1945) es sin duda enigmática y un punto esquiva. No en vano durante décadas se ha negado a conceder cualquier tipo de entrevista. Aunque estudiaba piano desde los seis años, su figura salto a un plano internacional al proclamarse ganador del certamen Van Cliburn en 1966, el concurso Enescu en 1967 y el certamen de Leeds en 1969. Curiosamente, el debut de Lupu en Estados Unidos tuvo lugar en 1972 y precisamente con Daniel Barenboim al frente de la Orquesta de Cleveland. De ahí, al menos, data su amistad y su mutuo respeto y admiración. 

El Emperador que ambos nos brindaron tuvo por el lado de Barenboim un interés sobresaliente. Como ya sucediera la víspera con el Concierto para violín y orquesta, con este No. 5 para piano de Beethoven el titular de la Staatskapelle dejó una prueba más de su sobresaliente talento: fraseo vibrante y evocador, minucioso y detallista, revelando cada plano, cada línea, otorgando a cada instrumento su relevancia y su papel. Dueño y señor, una vez más, de una interpretación gloriosa. 

Por cuanto hace a Radu Lupu, si comparamos su recreación con la registrada en disco en 1979 con Zubin Mehta, es evidente que en un plano técnico suena hoy peor que ayer, con menos agilidad en los dedos, algunas notas poco certeras aquí y allá, pero con una carga expresiva acentuada, genuina, de un fraseo imaginativo e intenso. Impresionaba ver a Lupu buscando la complicidad del primer cello, por ejemplo, para tomar o ceder el testigo de una frase. La música preocupa a Lupu más que todo lo demás, sacrificando incluso para ello la pura forma por instantes. En todo caso, un comunicador sobresaliente, un músico impresionante, con un halo trascendente; y la sensación indeleble de haber escuchado a un grande quizá incluso ya en su ocaso.