Floristan OviedoFilarmonia MikiLopez 

El sonido de la juventud

Oviedo. 09/03/17. Auditorio Príncipe Felipe. Obras de Rachmaninov, Beethoven, Cowell y Músorgski. Juan Pérez Floristán, piano. Orquesta Oviedo Filarmonía. Kerem Hasan, dirección.

Febrero, marzo y abril son meses de clásica para la capital del Principado, cuyo Auditorio acostumbra a ofrecer conciertos del máximo interés. Hace un par de semanas, sin ir más lejos, fue posible escuchar al gran Grigori Sokolov, cuyo nombre se irá complementando estos meses con el de otros como Martha Argerich, Cecilia Bartoli o Piotr Beczala. 

En medio de semejante programación, llena de artistas con un gran bagaje a sus espaldas, un joven concertista ha sabido encontrar su sitio, ofreciendo un estilo propio y vital que ya es marca de la casa. Nos referimos a Juan Pérez Floristán, reciente ganador del concurso Paloma O’Shea que se celebra cada año en Santander. Floristán se presentó al público ovetense interpretando el Concierto para piano y orquesta nº2 en do menor, op. 18 de S. Rachmaninov,  una de las obras más reconocidas del genio ruso que, además de compositor, fue también pianista y director. Inmerso en una crisis nerviosa derivada del fracaso cosechado con el estreno de su primera sinfonía, Rachmaninov no se sentía capaz ya de seguir componiendo, viéndose a sí mismo como un artista fracasado. Por suerte, conseguiría reponerse gracias al tratamiento del doctor Nikolái Dahl, a quien dedicó este concierto acabado en el otoño de 1901.

Si me permiten la relación, lejos de afrontar una crisis vital, Floristán vive ahora un momento dulce como artista, destilando la satisfacción de quien ha logrado consagrarse en un mundo tan difícil como éste. Así mismo, su aparición junto a Kerem Hasan resultó acertada, permitiéndonos ver sobre el mismo escenario a dos jóvenes talentos que, sin duda, tendrán mucho que decir en un futuro no muy lejano.

Este pasado jueves, el discurso pianístico de Floristán se inició de forma contundente, con unos primeros acordes capaces de crear tensión y reclamar todo el protagonismo para el instrumento solista que, por desgracia, acabaría diluyéndose por algunos momentos bajo la sonoridad de la Oviedo Filarmonía, con quien estableció una relación un tanto tímida. Bajo el enfoque intimista propuesto por Floristán, gustaron los delicados momentos ofrecidos en el Adagio sostenuto, marcados por unas escalas que, pese adolecer de poco juego con el pedal derecho, brillaron por su gran lirismo. Con todo, lo mejor del concierto de Rachmaninov llegó en el tercer movimiento, fruto de una batuta contrastada y de un piano cada vez más liberado. 

Hace ya algún tiempo, cuando tuve ocasión de entrevistarle, este joven pianista sevillano me comentaba su pretensión de derribar el estereotipo de pianista mudo, que sube al escenario e interpreta su repertorio sin dirigirse verbalmente al público. Por ello, era de esperar su pequeña presentación tras el concierto, donde expuso brevemente la propina que iba a interpretar y dedicó algún guiño al público local. Lo cierto es que su interpretación de The Tides of Manaunaun (Henry Cowell) resultó especialmente llamativa, constituyendo una excelente elección que permitió al andaluz desmarcarse del repertorio habitual y sorprender con una sonoridad tan atractiva como exótica. Como guinda, un rápido esbozo de la obra Cuadros de una Exposición de Músorgski, con el Baile de los polluelos en el cascarón como lienzo, sirvió para cerrar la aparición de este artista por la ciudad de Oviedo donde –de seguro- podrá volver en unos años, convertido ya en un intérprete plenamente maduro y relevante del panorama internacional.

Tras el descanso, la segunda parte del concierto se completó con una vibrante interpretación de la Cuarta Sinfonía de Beethoven, tratada ágilmente por la batuta de Kerem Hasan, quien buscó con su presencia poner de relieve todas las texturas presentes en la obra; desde la pausada introducción del Adagio inicial hasta los trepidantes tempi del cuarto movimiento, que llevaron los violines de la OFI al máximo de sus posibilidades. 

Al igual que Floristán, Hasan personifica una incipiente excelencia, siendo su trabajo un diamante casi en bruto que no debemos perder de vista. A la espera de que el tiempo y la experiencia aporten su parte, por el momento nos conformamos con escucharles así, con ese adictivo sonido que es mezcla de ganas e ilusión a partes iguales; con ese sonido que es él de la juventud.