Nabucco CoventGarden 

También Londres puede equivocarse

Londres. 21/06/2016. Royal Opera House. Verdi: Nabucco. Dimitri Platanias (Nabucco), Tatiana Melnychenco (Abigaille), Jean-Françoise Borras (Ismaele), John Relyea (Zaccaria), Jamie Barton (Fenena) y otros. Dir. escena: Daniele Abbado. Dir. Musical: Maurizio Benini.

Como dicen los británicos, uno tiene con frecuencia la impresión de que el césped del vecino, especialmente si hablamos del vecino rico, tiene siempre mejor color. En el mundo de la lírica esto se traduce a que las visitas a lugares como la Royal Opera House en el Covent Garden de Londres, uno de los top five, que multiplica en presupuesto y tradición a los principales teatros españoles, se suelen realizar con grandes expectativas y niveles de exigencia rebajados. La experiencia nos demuestra una vez más que esto es un error y que la calidad no está asegurada en ningún lugar del mundo.

Hay algo tramposo en la puesta en escena de este Nabucco de Daniele Abbado, que recientemente hemos podido ver también en el Liceu. Tiene los modos y la apariencia de los grandes creadores de las últimas décadas -las referencias a Chéreau y Kupfer son claras-, y la primera impresión es muy prometedora. Pero según avanza la obra se hace evidente que no estamos ante un trabajo de calado, falla tanto en los aspectos técnicos como en los dramáticos. Entre los primeros estaría una iluminación que, a pesar de intentarlo, no consigue resaltar nada y unos elementos escénicos que anulan la presencia a los protagonistas. Y entre los segundos unos videos obvios, algo pueriles, y una dirección de actores monótona y continuamente desconectada de la trama. Una producción, en definitiva, que fotografía francamente bien para el catálogo pero que falla en lo esencial y reduce el libreto a una colección interminable de confusas escenas en gris.

El reparto principal de la producción tuvo a Domingo, que regresa al lugar donde debutó como Nabucco. La superestrella, quizá la única de verdad que todavía nos quede, está aprovechando el final de su carrera -¿cuántos años llevamos repitiendo esto?- en su faceta de barítono. Allá donde va convierte sus actuaciones actos de alcurnia social, complementados con encuentros populares a través de pantallas gigantes. La idea en estos casos es tener un primer reparto con grandes nombres y uno suplente sin atracción mediática, pero de calidad. Como ya hemos adelantado no fue este totalmente el caso en la función de segundo reparto a la que asistimos, atractiva sobre el papel, pero que no acabó de funcionar.

Nabucco, el personaje, es una cascada de emociones, un lujo para los barítonos que cuenten con los medios y la inteligencia dramática para aprovecharlo en sus facetas de conquistador, padre, dios, loco e iluminado. Dimitri Platanias estuvo correcto en el plano vocal pero, en línea con la propuesta escénica, construyó un personaje plano y uniforme a lo largo de toda la obra. Al igual que el Ismaele del tenor Jean-Françoise Borras, resultó invisible en demasiadas ocasiones. 

Abigaille es un papel endemoniadamente difícil que la ucraniana Tatiana Melnychenko defendió con mérito. Impresionó con su extenso rango, sus vertiginosos portamentos descendentes y con esos graves poderosos en el fondo de la tesitura, aunque en un par de ocasiones descolocara ostensiblemente la notas más altas. El atractivo bajo canadiense John Relyea interpretó a Zacarías. Es un cantante de voz cavernosa y excelente estilo y delicadeza en el fraseo. Su fuerte son, sin duda, las medias voces, magníficas, cantadas sobre el aliento, una aterciopelada exhibición de calidez y buen gusto. A plena voz, sin embargo, no alcanza los mismos niveles de calidad ni la rotundidad que el líder espiritual del pueblo judío necesita. Por último, tenemos a la Fenena de Jamie Barton, una mezzo de buenos medios, poderosa e inusualmente dramática para el papel. Como casi siempre ocurre con este breve personaje, nos dejó con ganas de más. Lo mejor de esta noche de pocas emociones fue el coro de la Royal Opera, preciso y arrebatador en los momentos de fuerza y ejemplarmente emotivo en los instantes más delicados.

La casualidad quiso que asistiéramos a la representación poco antes del referéndum que tanta sorpresa causaría horas más tarde. Las conversaciones en el descanso giraban más en torno a la política que sobre lo que se veía en el escenario. “¿Brexit? Oh, eso no va a ocurrir. Al final se impondrá en sentido común”, comentaban bastantes locales. Un par de días después estas palabras erradas se muestran como comentarios perfectamente adecuados en una noche de expectativas truncadas.