Rosa AGAO Gayarre 

Voluntad y resultados

24/09/2016. Pamplona. Teatro Gayarre. Jacinto Guerrero: La rosa del azafrán: Carmen Solís (soprano), Antonio Torres (barítono), Carolina Moncada (soprano), Juan José Rodríguez (tenor cómico), Juan Tomás Martínez (tenor), Ana Tébar (actriz/), Germán Scasso (tenor cómico), Nicolás Monforte (actor), Elena Miral (soprano). Coro “Premier Ensemble” de Asociación Gayarre Amigos de la Ópera (AGAO)  Dirección del coro Iñigo Casalí Orquesta “Europa Musicale”. Dirección de escena José María López Ariza Dirección musical Francisco Antonio Moya

Dentro de la organizativamente caótica temporada lírica pamplonesa donde se solapan cuando no atropellan las voluntades de Baluarte, AGAO y Ópera de Cámara de Navarra hemos abierto el curso 2016/2017 con La rosa del azafrán, quizás la zarzuela más conocida de Jacinto Guerrero.

La representación resultó profundamente desequilibrada ya que mientras ellas mantuvieron el tipo y ofrecieron un resultado plausible, lo de ellos –bastantes de ellos, para ser más justos- resultó decepcionante hasta hipotecar el resultado de la función. Porque dígase desde el principio que la función descansó sobre la notable labor de tres mujeres, a saber, Carmen Solís, a priori la gran atracción de la tarde y que construyó una Sagrario de una pieza, siendo vocalmente lo mejor de la velada con notable diferencia; Carolina Moncada, una soprano de interés y buena actriz, que hizo de su Catalina un personaje bien cantado y mejor caracterizado; y Ana Tébar, actriz que dio al papel de Custodia –una especie de deus ex machina de andar por casa- un relieve inesperado.

Entre ellos, los dos papeles cómicos se resolvieron con desigual fortuna. Germán Scasso hizo un Carracuca hilarante y su escena de las pretendientas resultó el momento más cómico de la tarde y bien jaleado por un público deseoso de reir mientras que Juan José Rodríguez (Moniquito) resultó tan buen actor como limitado tenor, especialmente en lo que al volumen respecta. En los duos con Catalina quedó en inferioridad y elló deslució el buen trabajo actoral de ambos. El resto del reparto aportó en positivo a pesar de la modestia de los papeles, como es el caso de Nicolás Monforte o Elena Miral.

De todas formas si la función no levantó vuelo se debió al handicap que supuso la labor del barítono Antonio Torres, un Juan Pedro de canto forzado, estrangulado por estar  basado en el músculo, surgiendo así un canto muy lejos de ser natural y fluido. Las notas las tiene pero el color es demasiado metálico y su canto es tan esforzado que no permite al oyente disfrutarlo. Una pena porque Carmen Solís era un lujo como Sagrario y sus dúos podrían haber resultado excelentes.

El otro problema viene de la errática dirección de Francisco Antonio Moya, apenas concertador de orquesta, coro y solistas, incapaz de evitar más de un problema de mera coordinación y que, por ejemplo, resultó demasiado evidente en la escena coral de la tabla de multiplicar, donde lo que se multiplicaron fueron los problemas.

Bien, por cierto y a pesar de todo, el coro, sobre todo ellas. Precisamente el momento musicalmente más interesante acabo siendo la escena de las espigadoras entre la soprano Moncada y la sección femenina del coro. La orquesta sonó bastante debilitada y falta de consistencia. 

La puesta en escena propuesta por José María López Ariza, modesta hasta el exceso, se baso en una estructura cuadrada de madera colocada en el centro del escenario que servía de marco para el desarrollo de la acción dramática y que se modificaba levemente entre escenas a vista del espectador.

El Teatro Gayarre presentaba un 80% de entrada, con elevada edad media y apabullante presencia femenina. Un servidor tuvo tiempo de contar –antes de iniciarse la función- el público de diez filas de platea y la proporción era de tres a uno a favor de las mujeres. Curioso.

Ahora toca seguir esperando cuando será el próximo espectáculo lírico de la AGAO (Il barbiere di Siviglia, de Gioacchino Rossini, en octubre), cuando el próximo del Baluarte (I Capuletti e i Montecchi, de Vincenzo Bellini, en enero) o cuando el próximo de cualquier otro tipo para ir dando forma a esta desorganizada temporada lírica.