Chausson DonPasquale Donostia 

Gracias, Señor Chausson

06/10/2016. Donostia-San Sebastián. Teatro Victoria Eugenia. Don Pasquale, de Gaetano Donizetti. Carlos Chausson (Don Pasquale), Ainhoa Garmendia (Norina), Joan Martin-Royo (Malatesta), Jorge Franco (Ernesto), Jagoba Fadrique (notario), coro Tempus Ensemble, Orquesta Opus Lirica. Dirección escénica: Pierre Emmanuel Rousseau. Dirección musical: Andrea Albertin

Tras el éxito cosechado con La traviata en el pasado 2015 Opus Lirica tenía un reto en nada despreciable: mantener viva la ilusión despertada y responder a las expectativas creadas. La respuesta, la I temporada de ópera de Donostia-San Sebastián, acontecimiento que quizás no ha conseguido el realce necesario. La ópera elegida para tal momento ha sido Don Pasquale, de Gaetano Donizetti, una joya de la ópera bufa y que contaba con el aliciente de contar con el excelente Carlos Chausson en el papel protagonista. 

Opus Lirica decidió, supongo que con buen criterio, representar Don Pasquale en el teatro Victoria Eugenia, sustancialmente más recogido que el Kursaal. Hará lo mismo con La Cenerentola de mayo; sin embargo, la anterior La Traviata y la inmediata Carmen van a ir al auditorio principal de la ciudad, con lo que la misma organización va clasificando las óperas según la consideración que merecen y/o la previsión de respuesta popular. Porque lo cierto es que la entrada a este Don Pasquale ha sido sustancialmente menor al de la ópera de Verdi.

Un buen título, un gran protagonista y, a pesar de todo, huecos evidentes en el teatro, tanto entre las entradas más caras (75 euros) como en los pisos superiores. ¿Existe verdadera afición a la ópera en la capital guipuzcoana o nos gusta asistir a unos pocos títulos de tirón? Realmente creo que la duda es más que razonable. La función de este Don Pasquale ha tenido las mismas características que las anteriores: un plantel de cantantes dignamente apañado, con la guinda de la presencia del zaragozano Carlos Chausson, una orquesta y un coro organizados ad hoc y una propuesta escénica de una sencillez abrumadora. El desarrollo de la función corroboró lo aquí apuntado porque la supremacía de Chausson  tanto en su vertiente canora como actoral fue apabullante.

Carlos Chausson ha anunciado su retirada. Lo hará, de confirmase la intención, en un momento excelente, por lo que además de buen cantante y gran actor demostrará ser una persona inteligente, al dejarnos a todos los aficionados un sabor de boca excelente. Un servidor ha podido verle cuatro veces en dos años (el Dulcamara donostiarra de 2014, el mismo Don Pasquale del Gayarre pamplonica en 2015 y el doctor Bartolo rossiniano de la ABAO y este último Don Pasquale en el año actual) y siempre las mismas impresiones: un señor que domina el papel bufo, con una vis cómica impagable, una naturalidad en la actuación de agradecer y una voz sólida en todas sus franjas, consiguiendo así ser lo más destacable de las veladas en las que toma parte. Por todo esto, y no siendo nada original, he querido titular esta reseña dando las gracias a esta bajo por habernos ofrecido tantos años de arte.

Quizás por todo esto sorprenda que el público donostiarra no fuera más efusivo con él en el momento del saludo en solitario, al final de la función. Un señor cantante reconocido en los mejores teatros del mundo… La frialdad de este público puede ser en ocasiones exasperante.

El resto del reparto palideció al lado del maestro aunque cabe destacar un Malatesta del catalán Joan Martín-Royo de nivel, con voz de bello color. Junto a Chausson destacó en un Aspetta, aspetta brillante que ambos bisaron, casi como estaba previsto. Ainhoa Garmendia demuestra en estas funciones y en su ciudad una implicación a prueba de bomba aunque quizás su voz, en la actualidad, no fluye con la necesaria agilidad y frescura para un papel como el de Norina. Buena su caracterización de Sofronia.

En el debe de la función un Ernesto un tanto pálido en la voz del oscense Jorge Franco, de emisión a veces nasal, timbre opaco por momentos y escaso de volumen. No se le pueden negar gusto e intención en el fraseo pero sus bellas páginas del tercer acto pasaron un tanto desapercibidas, especialmente su momento en solitario, el Com’e gentil. A ello cabe añadir un notario del donostiarra Jagoba Fadrique –así mismo director del coro- realmente irrelevante, al que supongo poco ayudo ese perpetuum mobile de su escena.

El coro tiene una intervención breve aunque algunos desajustes y destemplanzas fueron evidentes. La orquesta respondió a las exigencias de Andrea Albertin con justeza aunque la poesía que –también- encierra esta ópera no quedara evidente al oído del respetable. La propuesta escénica, con unos pocos elementos móviles pintados y apenas atrezzo era de una modestia excesiva.

La I temporada operística donostiarra ha echado a andar. No estaría de más que tal ordinal figurara en la portada de los programas de mano futuros así como una ficha de participantes del evento más accesible. Ya queda apuntado que Carmen, de Bizet espera en febrero y La Cenerentola rossiniana en mayo. Que la suerte les sonría.