• Martin Haselböck (c) Lukas Bek
  • Sophie Karthäuser (c) Molina Visuals
  • Wiener Akademie (c) Meinrad Hofer

In murmurs flowing

Madrid. 14/12/2015, 19:30 horas. Auditorio Nacional de Musica, ciclo Universo Barroco. Haendel: Susanna, HW 66. Sophie Karthäuser, soprano (Susanna). Carlos Mena, contratenor (Joacim). Alois Mühlbacher, contratenor (Daniel). Marie-Sophie Pollak, soprano (Ayudante). Paul Schweinester, tenor (Primer Anciano). Levente Páll, bajo (Segundo Anciano). Günter Haumer, barítono (Chelsias) Orquesta y Consort Wiener Akademie. Dirección musical: Martin Haselböck.

Dentro del monumental corpus que conforman los oratorios ingleses de Haendel conviven dos características: el estar basados en textos religiosos y el de desarrollar una narración con personajes que interactuan, con lo que se asemejan a la ópera de temática heróica o mitológica, siendo perfectamente aptos para representarse escénicamente, como de hecho se hace en muchas ocasiones en la actualidad. Es por ello que sin dejar de contener una enseñanza moral, ésta se subordina a la historia narrada y las circunstancias de sus personajes, más allá de presentar una auténtica hondura religiosa y teniendo muchos puntos de contacto con la Opera Seria de su tiempo. El caso de la Susanna que nos ocupa podría considerarse paradigmático, ya que las circunstancias de la historia, perfectamente explicados en las notas al programa de Joseba Berrocal son en sí mismas especiales: su discutida posición dentro de los textos canónicos juega en contra de su mera consideración religiosa de igual forma que los elementos eróticos o la ausencia de una intervención explícita de la divinidad en la trama. Por otro lado hay que recordar que el compositor anglo-alemán fue siempre un hombre de teatro, que se comprometió, como compositor y como empresario, con el empeño de hacer triunfar en su pais de adopción el modelo de Opera Seria italiana.

 Hago estas consideraciones para poner de manifiesto que la teatralidad es un elemento esencial en los oratorios hendelianos; y es que si algo creo que se puede achacar a la propuesta de Martin Haselböck es su falta de teatralidad. Así, el punto de partida del director parece decantarse por la primera de las características que indicábamos, la de su condición de otra religiosa que impone de alguna manera una interpretación contenida y alejada de excesos e innovaciones; gustos al margen, nada que objetar a este punto de partida que se tradujo en una visión muy canónica, con tempi contenidos (que no lentitud) y moderación (que no ausencia) en las gradaciones dinámicas o incorporación de efectos tan del gusto de muchos directores de este repertorio. Claro que esto tiene también su parte negativa por ejemplo en lo que respecta a los recitativos, donde el continuo, funcional, soslayó la ocasión de contribuir a individualizar a los personajes en los numerosos diálogos, o también en la presentación excesivamente estanca de los números cerrados, sin contribuir a la fluidez del desarrollo narrativo global. Es a estas circunstancias a las que me refiero con falta de teatralidad (que habría que matizar en todo caso, ya que en tercer acto fue bastante mejor en este aspecto), lo que me atrevo a calificar como de ocasión perdida en momentos como las Escenas 3 y 4 del segundo acto, el núcleo de la historia con la confrontación de Susana y los dos ancianos. Más allá de esta matización sobre la concepción del director, su labor al frente de la Wiener Akademie, orquesta que fundó en 1985, fue irreprochable, haciendo que respondiera en todo momento a su idea, aunque permitiéndoles demostrar mayor brillantez y expansión en algunas contadas ocasiones (sobre todo en el ya comentado tercer acto o el aria On the rapid whirlwind's wing). Por ello los momentos donde dejaron mejor recuerdo correspondieron a aquellos más elegíacos y pienso sobre todo en el maravilloso acompañamiento de las cuerdas de Crystal streams in murmurs flowing, haciendo ver realmente el fluir de los arroyos cristalinos en la descriptiva música de Handel.

 Por lo que respecta a la parte del coro, el Consort de la Wiener Akademie contó con una nómina de solamente 12 cantantes, que se dispusieron en tres grupos separados, con un integrante de cada cuerda, lo que creó interesantes efectos acústicos. Cabría preguntarse si este reducido número resultó suficiente para las exigencias de la obra, y la respuesta no es categórica; si bien es cierto que Susanna no cuenta con un coro tan protagonista como en otros oratorios de Haendel, sí pareció corto de efectivos para el coro final, Bless'd be the day that gave Susanna birth, donde debían competir con el caudal sonoro añadido de trompetas y timbal y difícilmente podían resultar adecuadamente espectaculares. Pero el resto de sus intervenciones resultaron al menos convincentes, ganando en precisión y flexibilidad lo que no tenían en caudal sonoro, en especial el coro final del primer acto con sus tres secciones diferenciadas, y en particular la claridad y limpieza de la última, Tremble guilt.

 En cuanto a las voces solistas, Sophie Karthäuser en el papel titular demostró una vez más su solvencia y dominio del estilo, por más que no cuenta con unos medios excepcionales y se mostró también contenida en exceso, permitiéndose muy pocas alegrías (cadencias, adornos vistosos, etc.), con la excepción de su aria de mayor lucimiento, Guild trembling spoke my doom, ocasión de las que no pueden dejarse escapar, donde a su manera estuvo mucho más suelta y incluyó variaciones de complejidad y originalidad en el da capo. Cantando siempre con gran clase, no permitiéndose el menor exceso en los momentos más intensos emocionalmente (Bending to the throne of Glory, por ejemplo), dejando que los expresara la música en sí misma por mediación de su voz, podemos calificar como muy buena su interpretación. Un pasó más allá aún Carlos Mena (Joacim), sensacional en todas sus intervenciones, luciendo de la misma forma elegancia desde su primer aria Clouds o'ertake the brightest day, donde nos regaló un agudo que quedó mágicamente suspendido en el aire. Una cuidadísima interpretación repleta de detalles, con elegantes cadencias (la de On fair Euphrates por ejemplo), sutiles variaciones y coloratura precisa (On the rapid whirlwind's wing), beneficiada por una voz cristalina y etérera, que luce particularmente en la parte superior de la tesitura, características que contribuyeron a que más que un personaje su Joacim asemejara un concepto, una idea abstracta. Correctos los dos Ancianos de Paul Schweinester y Levente Páll, muy compenetrados como corresponde a su condición de ser casi un único personaje desdoblado, lo que no excluye su individualidad de carácter, sabiamente reforzada por Handel encomendándolos a diferente cuerda (tenor y bajo respectivamente). El primero, más adolescente enamorado que anciano, correcto sin brillo partiendo de una voz sin personalidad tímbrica; el segundo, poseedor de medios más poderosos y correctamente empleados trasmitió mucho mejor la intensidad de las emociones de su personaje, en particular en su aria The torrent that sweeps in its course donde se dejó ver (de forma domesticada en la tónica de toda la función) la pasión y la furia de la que habla el texto. Günter Haumer como Chelsias sin pena ni gloria, empezando por la ingratitud de su papel que aparece al principio y no reaparece hasta el final, a pesar de lo cual dispone de una gran aria como es Raise your voice to sounds of joy, donde sin embargo fue tapado por la trompeta, evidenciando una voz técnicamente mal resuelta, metida atrás que desaparecía en la zona grave. Completaron el elenco Marie-Sophie Pollak, anecdótica, y el otro contratenor, Alois Mühlbacher, dando vida a Daniel. Es éste un personaje particular, ya que no aparece hasta el final pero resulta fundamental en la resolución de la trama y cuenta con dos arias fantásticas casi seguidas, lo que garantiza su impacto. En este caso además el ser interpretado por el jovencísimo Alois le otorgó credibilidad añadida, por más que sus prestaciones puramente canoras no creo que estuvieran a la altura, opinión que adelanto no parece ser la que dominó entre el público asistente. Y es que realmente nos encontramos más ante una voz blanca que ante la de un contratenor y no por el timbre extremadamente claro de la misma, también el de Mena lo es, sino porque está escasamente formada y moldeada, con lo que resulta totalmente desigual, produciendo sonidos nada agradables como unos agudos ahogados y al borde del grito (de la elegancia y cuidado del fraseo mejor no hablar teniendo el ejemplo de Mena al lado). Mucho más evidentes todos estos inconvenientes en Tis not age's sullen face, el diferente carácter de Chastity thou Cherub bright al menos consiguió disimularlos en parte, mereciendo incluso a criterio del respetable una gran ovación que no considero justa habida cuenta que hasta ese momento no se había aplaudido aria alguna, con lo que el listón se había puesto alto.