clemenza real javier del real

Lo tuyo es puro teatro

Madrid. 19/11/16. Teatro Real. Mozart: La clemenza di Tito. Jeremy Ovenden (Tito). Karina Gauvin (Vitellia). Monica Bacelli (Sesto). Sophie Harmsen (Annio). Sylvia Schwartz (Servilia). Guido Loconsolo (Publio). Coro Intermezzo. Orquesta Sinfónica de Madrid. Christoph Rousset, dirección musical. Karl-Ernst y Ursel Hermann, escenografía y dirección de escena.

La Clemenza di Tito, tercer título en subir al escenario en la presente temporada del Teatro Real, una obra ya escuchada en el coliseo madrileño en varias ocasiones desde su reapertura y en una producción vista recientemente, durante la intendencia del belga Gerard Mortier y en homenaje precisamente a este último. Una puesta en escena, dirección y escenografía, que lleva mutando ligeramente desde su primera concepción, allá por finales de los ochenta, y cuyos responsables, Ursel y Karl-Ernst Herrmann miman con premura cada vez que se sube a escena. Goza la concepción de dos cargas significativas: el tiempo que la vio nacer y el concepto escénico, tan homogéneo y prácticamente perfecto desde el que se plantea todo, absorbiendo la música hasta acabar, de algún modo, diluyéndola. La de los Herrmann da fe de las buenas ideas que surgieron en el konzept tras los ochenta más radicales y la llegada de los cuestionados noventa, embebidos del minimalismo más kitsch y sugestivo que aquella época hizo florecer. Todo aquí es puro teatro en una concepción teatralísima, rica y sugestiva, apoyada en los iconos de los que a su vez se valía y rodeaba Mozart, con una atención cuasi obsesiva por la palabra y la atención a esta, con un declamado llamativo en ocasiones y unos tempi cargados de drama que ralentizaban, eso sí en demasía, la música. Es el mismo milagro que de nuevo bajo la dirección de Mortier pudo disfrutarse con, de nuevo Mozart, el Cosí fan tutte bajo la dirección de Michael Haneke. Una maravilla teatral que nadie debería perderse y que viene a poner de relive que no todo tiene por qué ser cartón piedra ni eurotrash pasado de rosca.

En este prima la musica poi le parole a la inversa, la labor de Christoph Rousset al frente de una Orquesta Sinfónica de Madrid en la que se escuchaban algunos instrumentos de época y llevando los recitativos desde el clave, ha resultado también fundamental para que la balanza resulte positiva. Con el francés se ha mantenido una “tensión prolongada”, tensionada sin que decaiga el drama ni la música, bordeando en ocasiones la morosidad en grado excesivo pero siempre en una idea clara y precisa de los porqués, que hacía disfrutar de cada escena.

De entre los cantantes, curiosamente quien mejor defendió el espíritu y las formas mozartianas no fue uno de los protagonistas sino quien dio vida al personaje de Annio, la mezzosoprano canadiense Sophie Harmsen, quien por timbre, proyección y estilo se convirtió en la mejor voz de la noche del estreno. Acertada también la otra mezzo, la italiana Monica Bacelli, con Sesto, el rol más querido por el público (su Parto, parto fue lo más aplaudido, sin duda por aquello que decía Nono sobre aplaudirnos a nosotros mismos y lo que nos es reconocible), aunque sus medios no sean demasiado privilegiados, también ofreció un fraseo del todo notable.

De timbre pequeño y blanquecino el Tito del tenor Jeremy Ovenden, quien no tuvo oportunidad de destacar como protagonista, con alguna complicación en la colocación de agudos y florituras en ocasiones aproximadas, si bien cantó con gusto e inteligencia. Por su parte la Vitellia de Karina Gauvin careció de los graves que necesita el papel, hecho muy significativo en sus primeras frases, además de hacer ver un agudo algo abierto que vino a demostrar las grandes exigencias requeridas para la protagonista mozartiana, la cual parece quedarle algo grande, también en la parte actoral, al menos en lo demandadp por los Herrmann. Correcto Guido Loconsolo como Publio y no tanto Sylvia Schwartz como Servilia.

Parece que a la tercera, aunque haya tenido que ser con una reposición, va la vencida. Si pueden, acérquense al Real. Los Hermann representan una parte esencial del teatro que merece la pena conocer y disfrutar. Porque sí, la ópera también es teatro.

Foto: Javier del Real.