Dietrich Henschel 

Shostakovich el aliado

Barcelona. 18/12/16. Auditori. Mahler: Des Knaben Wunderhorn (selección). Shostakovich: Sexta sinfonía. Dietrich Henschel, barítono. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Dirección: Kazushi Ono. 

La “repentina enfermedad” de Thomas Hampson tal y como anunciaban los programas –y repitieron los altavoces seguidos de algún solitario silbido– rebajó algo el interés, aunque se eligiera para reemplazarlo un barítono de prestigio como Dietrich Henschel, que cantaba por primera vez con la OBC. Dicho esto, no nos engañemos: la respuesta del público fue de todas formas modesta como viene siendo habitual, y la presencia de Hampson tampoco lo cambiaría.

Aunque la solvencia y calidad de Henschel están fuera de dudas, el resultado global de la versión que pudimos escuchar de esta maravillosa selección de seis lieder fue desigual. El barítono alemán exhibió notable agilidad para ensamblar con el fraseo orquestal en Des Antonius von Padua Fischpredigt, –lied en el que la orquesta logró un meritorio empaste en los últimos compases– y mostró un centro atractivo y de personalidad en Lied des verfolgten im Turm cuando el volumen instrumental permitió que se oyera, que a decir verdad no fue muchas veces, particularmente en unos graves de emisión reducida más allá de las propias limitaciones del registro. Se pudo oír un soberbio inicio de los metales en Wo die schönen Trompeten blasen, y un Henschel aquí sí de expresión rotunda, haciendo gala de un fiato espléndido que le permitió administrar las dinámicas son soltura. En Das himmlische Leben volvieron algunas dudas entre solista y orquesta que ya se entreveían en el primer lied, pero fueron resueltas con agilidad, aunque se fueron diluyendo los matices en la voz del solista hasta llegar a un Urlicht excesivamente plano donde lo más reseñable fue el desempeño de trompas y trompeta así como el sonido de Luc Hery, concertino invitado. Henschel recuperó sin embargo algo de la versatilidad dramática en sus bises con dos lieder más del ciclo: Wer hat dies Liedlein erdacht –proyectado con un fiato de nuevo poderoso– y Trost im Unglück

La Sexta sinfonía es una digresión en el catálogo de Shostakovich. Tras las amenazas del Estado por Lady Macbeth y una trágica Cuarta que decidió retirar, llegó una Quinta aclamada por la burocracia cultural soviética, tras lo cual su música vivió un tiempo de sacrificio a películas que celebraban el régimen (con la excepción de su primer cuarteto de cuerda). La Sexta no tiene continuidad ni con la anterior ni tampoco con la posterior Séptima, la “Leningrado”, obra-símbolo de la resistencia contra el cerco alemán sobre la ciudad rusa. De estructura muy poco usual (algunos la calificaron de “un extraño tronco sin cabeza” y se convocó una sesión extraordinaria en Moscú para analizar la obra), se desarrolla en tres movimientos; Largo, allegro y presto. El primer movimiento, meditativo y doloroso, recibió un tratamiento analítico de la batuta de Ono, con preferencia por la exposición directa sobre el discurso evanescente. Los dos movimientos siguientes –Allegro y presto– son absolutamente heterogéneos respecto al primero. El Allegro trasluce alegría y travesura atravesada por pasajes repentinamente agrios, lo que se traduce en constantes retos sonoros que demandan prestancia y resolución: todo eso fue lo que encontraron en unas cuerdas flexibles al dictado de la batuta y unas maderas particularmente estables y enérgicas. Entre Offenbach y Johann Strauss, el presto final es socarrón y deliberadamente banal, y la versión fue de una fidelidad absoluta al carácter de la partitura. La vivacidad y ligereza que Ono logró despertar de la orquesta, subrayando la caricatura autocomplaciente de esta música, maravilló al auditorio. En el estreno, el entusiasmo del público hizo que incluso lo repitieran; lo mismo hizo esta vez el director japonés, que eligió para terminar el año la alegría de vivir, acompañándose de este excelente aliado de la orquesta en que se ha convertido Shostakovich.