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El arte del segundo plano

Madrid. 18/12/2016. Auditorio Nacional. Reinecke: Concierto para flauta y orquesta. Haydn: La Creación. Emmanuel Pahud (flauta), Berit Solset (soprano), Agustín Prunell-Friend (tenor), José Antonio López (barítono). Orquesta y Coro Nacionales de España. Dir. musical: Juanjo Mena.

En muchas ocasiones la figura del director musical se ha confundido con la del protagonista en los conciertos de música clásica, cuando en realidad no es más que el centro neurálgico y estratégico en torno al cual giran, y del que dependen, el resto de elementos. Y no es esta poca cosa, desde luego, sobre todo cuando de su enfoque puede depender por entero una versión musical determinada. En este sentido, Juanjo Mena es de esos maestros que asumen que un paso atrás, las más de las veces, es un paso adelante: nunca busca imponerse sobre la obra sino servirla con generosidad y franqueza. Su talento no es tanto el del genio intempestivo como sí el del orfebre meditado que ha hecho suyo el oficio a fuerza de estudio y horas y horas subido al podio. No por casualidad acaba de recibir el Premio Nacional de Música y no por azar lleva varios años en boca de muchos: ahí están sus trabajados debuts con Berlín, Nueva York o Boston, además de su nombramiento como director artístico del Cincinnati May Festival.

La Orquesta y Coro Nacionales de España, bajo la dirección artística de Félix Alcaraz, atinó a designar a Juanjo Mena como director asociado de la formación, lo que garantiza su presencia al frente de unos cuantos conciertos a lo largo de la temporada. Era el caso de este que nos ocupa, durante el pasado fin de semana, con un sugerente programa, si bien algo desigual en la duración de cada mitad: por un lado el breve Concierto para flauta de Reinecke y por otro La Creación de Haydn, que más de un espectador reclamaba que se hubiera representado en solitario, con un descanso por medio. Sea como fuere, la propuesta tenía un indudable interés, habida cuenta entre otras cosas de que el solista responsable del concierto de Reinecke era nada menos que Emmanuel Pahud, flauta titular en la Filarmónica de Berlín y sin duda uno de los más consumados virtuosos de este instrumento en nuestros días. Su extensa discografía recoge más de una veintena de registros.

Lo cierto es que este flautista franco-suizo consigue un sonido extraordinario: con cuerpo, con presencia, sin estridencias, dúctil, con carácter y dulzura a partes iguales. Todo un virtuoso, no cabe duda, a tenor de la insultante naturalidad con la que ejecutó este concierto de Reinecke, una pieza sin especial inspiración, si bien es uno de los pocos conciertos para este instrumento que se mantienen en repertorio. Juanjo Mena se puso a su entera disposición, con un sonido sumamente acolchado y nítido, un acompañamiento de manual, capaz de privilegiar a la orquesta sólo cuando era necesario. Reinecke, por cierto, es un compositor que pasó a la historia no tanto por su propia obra sino por el hecho de que varios autores como Grieg, Janceck, Delius, Bruch o Albéniz fueron en algún momento discípulos suyos. Sea como fuere, quizá lo mejor del concierto fue el Andante K315 de Mozart que Pahud, Mena y la orquesta ofrecieron como propina. Una auténtica delicia.

Si es difícil hacer justicia a la música de Mozart, no lo es menos estar a la altura en el caso de Haydn. Su Creación es una obra exigente, extensa y que puede convertirse en un letargo si no cae en buenas manos. Dando de nuevo un paso atrás, en un discreto pero eficaz segundo plano, siempre pendiente de las voces y buscando el equilibrio entre todas las fuerzas, Mena garantizó por fortuna una lectura ágil, luminosa y ligera, trascedente aunque también graziosa. Si bien los ensayos no dejaron tanto margen de trabajo como el propio Mena hubiera querido, lo cierto es que orquesta y coro respondieron con una seguridad intachable. El coro, preparado por Miguel Ángel García Cañamero, se impone hoy como un conjunto de referencia en nuestro país: color, dicción, presencia, seguridad… es evidente que hay detrás un trabajo bien hecho y que la obra estaba preparada a conciencia. Lo mismo puede decirse de la orquesta, a la que quizá falte un color más propio y genuino, pero a la que no cabe reprochar titubeo alguno (fantásticas las trompas, espléndido el primer violonchelo…). La versión musical de esta Creación contaba con las voces de Berit Solset (soprano), Agustín Prunell-Friend (tenor), José Antonio López (barítono). La primera fue sin duda la más ortodoxa, quien dio más muestras de conocer con familiaridad este repertorio y su estilo. Prunell-Friend tiene el instrumento adecuado, más por color que por extensión, aunque adolece de una articulación del texto un tanto pálida. Por último, el barítono español José Antonio López suplió con medida teatralidad la naturaleza un tanto opaca de su instrumento y una dicción alemana que no es aún pluscuamperfecta.