Ruben Fdez Aguirre 

Rubén Fernández Aguirre, pianista: “El nacionalismo nos hace pequeños, la música nos abre al mundo"

Pianista acompañante de referencia, este músico nacido en Baracaldo cierra ahora un año feliz en el que han cuajado hasta tres proyectos discográficos -la integral de las canciones de Granados y sendos recitales con Nancy Fabiola Herrera y Carlos Álvarez-, además de sus colaboraciones con artistas tan reconocidos como Ainhoa Arteta, Isabel Rey, María Bayo o María José Montiel. Reivindica por vocación la figura del pianista acompañante, tan reconocida fuera de nuestras fronteras. De un tiempo a esta parte reivindica también las óperas de cámara de Manuel García. Con la mirada puesta ya en el 2017 que viene, conversa aquí con Platea Magazine sobre sus proyectos e inquietudes.

¿En qué momento decide que su carrera como pianista tiene que estar ligada a las voces? ¿O no hay una decisión como tal?

No querría que suene presuntuoso, pero creo que la profesión de pianista acompañante me eligió a mí. Y me explico. Yo nací en Baracaldo, en un entorno donde el canto era algo absolutamente natural y cotidiano. Mis padres cantaban en el Orfeón Baracaldés y yo mamé la música y el canto desde mi infancia. Escuchaba zarzuela, acudía a ensayos de zarzuela… mis padres crearon otro coro con más gente, para repertorio más tradicional. Mis hermanas cantaban en coro, yo he cantado siempre en coros desde niño. Empecé a estudiar piano porque me gustaba y era yo quien acompañaba al piano a los solistas que colaboraban con el coro. Yo he llegado a cantar en el Coro Europeo, pasé todo un verano en gira con ellos. Por eso digo que de algún modo la profesión vino a mí. Yo ingresé a hacer el superior de piano sabiendo ya entonces que quería ser pianista de cantantes. Y mi profesor Albert Nieto no daba crédito porque lo “normal” era aspirar a una carrera como pianista solista. Él me mandaba a Bélgica con su maestro para una carrera “como dios manda”, digamos; pero yo no quería.

Realmente todavía hoy hay quien piensa que es un demérito ser pianista acompañante en lugar de solista de piano. Suena absurdo.

Sobre todo en este país, pero fuera el reconocimiento que hay hacia gente como Helmut Deutsch o Graham Johnson es espectacular. Cuando me fui a Viena a estudiar específicamente como pianista acompañante fue como salir del armario, si se me permite la expresión. Yo aquí estudiaba piano y hacía el repertorio que tenía que hacer, pero a mí me gustaba el Winterreise, me gustaban las canciones de Granados… eso es lo que me llamaba, mucho más que el concierto para piano y orquesta de tal compositor o las sonatas para piano de tal otro. En Viena me encontré con que el pianista de cantantes era un personaje fundamental para la vida musical de la ciudad: no sólo en la propia ópera, con los correpetidores, sino multitud de pianistas que se dedican a trabajar con cantantes que están montando un papel o tienen que preparar un concierto. La vida musical allí es frenética y el pianista acompañante es una herramienta clave para que todo funcione. Yo nunca he tenido la necesidad de tocar solo al piano: al contrario, si me siento al piano mi tendencia natural es mirar al cantante que está conmigo. Me interesa que haya un texto que defender, un poema que contar, establecer ese diálogo casi teatral con la voz. Para bien o para mal yo he llegado a ser un pianista acompañante de forma absolutamente natural. Si estudié canto es para conocer mejor como funcionan las voces a las que acompaño todos los días. Yo no quería ser pianista de cantantes por descarte, esto es, tras no haber podido hacer una carrera como solista. Para mí esto era vocacional, no un segundo plato.

No son pocos los casos en los que sucede precisamente eso. Incluso algo más drástico, pianistas que entienden su acompañamiento a cantantes como un trampolín para dirigir una orquesta.

Exacto. Muchas veces me han propuesto dirigir la orquesta en algún proyecto. Pero yo tengo claro que esa no es mi labor. Y no ya por tener o no unas ideas claras para hacerlo, sino en primer lugar por respeto a mis colegas que han estudiado dirección y se dedican a ello. Yo he visto a buenos amigos como Josep Caballé o Lorenzo Ramos sudar mucho para sacar adelante sus estudios de dirección en la Hochschule de Viena y se me caería la cara de vergüenza aprovechando una determinada coyuntura para ocupar un podio, que no es mi lugar. Hay que tener un respeto por el trabajo de cada uno; no todo vale. Y el problema de fondo es que no se ha valorado la profesión del pianista acompañante en sí misma. Demasiadas veces parece que sea un estadio intermedio entre otras cosas y en absoluto es así. Trabajé mucho con Félix Lavilla en mi formación y me dio un consejo fundamental para esta profesión: trabajar con muchos cantantes, para no perder la frescura, para saber estar a necesidades muy distintas. Él fue un privilegiado, me lo decía, porque su vínculo sentimental con Teresa Berganza les convirtió en un binomio muy especial; pero eso por supuesto le privó de trabajar con muchas otras voces que le pedían hacer conciertos con él. Todos los grandes pianistas acompañantes del mundo cumplen esta regla y trabajan, pongamos, con una decena de solistas distintos al cabo del año. Por otro lado, como pianista de cantantes, al final eres quien eres en función de los solistas a los que acompañas. Es así de crudo. 

No todos los pianistas acompañantes hacen el mismo trabajo, dicho sea de paso.

Por supuesto, yo diría que hay tres tipos de pianista acompañante. Por un lado están los correpetidores que trabajan en un teatro, en los ensayos, con un director musical encima… es fatigoso, una labor muy importante que sin embargo apenas se ve. Es un trabajo muy duro.

Y nadie menciona sus nombres en las fichas artísticas de los teatros.

Exacto. Debería ser obligatorio que consten ahí, sin duda. Luego están los pianistas que se han especializado como coaches, esto es, en preparar determinados papeles o repertorios con los cantantes. Hay gente que lo hace francamente bien y su labor es clave para muchos solistas. Y luego estamos los pianistas recitalistas o pianistas de concierto. Son tres opciones, quizá compatabiles, pero muy distintas. Hay una cuarta opción que ni siquiera cuenta en realidad, la de ser profesor en un conservatorio: a día de hoy, con las vergonzosas opciones que hay para compatibilizar una vida docente y una vida profesional, no representa de hecho una opción para casi nadie. Sobre todo esto de las diferentes labores a las que nos dedicamos los pianistas, Joaquín Achúcarro me decía hace tiempo algo muy claro e ilustrativo: “Los dos somos médicos, uno cirujano y otro pediatra; ambos somos médicos pero tenemos profesiones distintas”. Lo mismo pasa con el piano: ambos compartimos un instrumento pero tenemos profesiones radicalmente distintas.

La integral de las canciones de Granados, recién presentada, es uno de sus proyectos más queridos en los últimos tiempos. ¿Cómo escogió a los cantantes para realizar la integral de Granados?

Cantar las Tonadillas y hacer las Amatorias era un gran reto porque es lo más grabado de Granados: todas las grandes, de Lorengar a Berganza pasando por De los Ángeles o Caballé lo han grabado. Las canciones catalanas que se descubren aquí no planteaban este problema porque en realidad no hay con qué compararlas. Varias sopranos podían hacerlo, pero yo tenía claro que quería a una persona que fuera escrupulosa y elegante cantando este repertorio. Porque las Tonadillas se han desvirtuado mucho a veces, exagerando el aire folclórico, muy deformadas. 

Cuando en realidad Granados pretendía recrear una estampa estilizada, no folclórica.

Exacto, Granados buscaba una estética goyesca, algo distinguido y estilizado. Y yo sabía que Elena de la Merced me daba precisamente eso: elegancia, musicalidad, dicción impecable y mucho respeto por lo que hay escrito en esas partituras. Y además yo sabía que es una voz que en disco funciona porque ya trabajamos juntos cuando grabamos las canciones de Antón García Abril.

No todas las voces funcionan bien en disco, desde luego.

En absoluto. Hay voces que dependen mucho de la teatralidad, del vivo y en directo, están muy condicionadas por la propia presencia física del intérprete; y esas voces a menudo pierden mucho impacto en disco. En cambio hay otras con las que sucede todo lo contrario y ganan riqueza en disco. En todo caso, y por seguir con los intérpretes de esta integral de Granados, en la medida en que las Currutacas son una pieza para dos voces, quise buscar a una mezzo que cantara con Elena y que sonase en equilibrio con ella. Una mezzo que no sonase gruesa y oscura, sino ágil, limpia y casi ligera; y que además cantase con fluidez en catalán, porque el grueso de las canciones catalanas son para mezzo. Yo escuché a Carol García el año pasado en unos ensayos en el Teatro de la Zarzuela y me gustó muchísimo. Hicimos juntos un concierto en el Arriaga, titulado Granados en París, y estoy muy contento con su trabajo: dice muy bien, es una voz muy igual en todos los registros y cuadra muy bien en las Currutacas con Elena.

Y faltaba el barítono.

Sí, además tiene un protagonismo destacado en la integral. Por un lado está la nueva canción, Vita nuova, pero al mismo tiempo las Tonadillas terminan con El majo olvidado que en contra de lo que se ha hecho siempre es en realidad una canción escrita para barítono en clave de Fa. Y nunca hasta ahora se había hecho así. Necesitaba un barítono con un registro amplio porque la Boira es una canción potente, la Vita nuova pide ductilidad… A David Menéndez lo conozco bien, hemos trabajado mucho y sabía que nos íbamos a entender en torno a Granados. 

Cuando hablé con García Morante, responsable de la edición de las partituras, me animó sobre todo a una cosa: a hacer la integral lo más parecida posible a la realidad de la música que está escrita. De otra manera no tenía mucho sentido la grabación, ciertamente, aunque la propia idea de una integral ya tiene justificación en sí misma. El propio Morante hizo una integral de 25 canciones, luego se hizo otra de 32 canciones… Yo ya he pedido que dejen de investigar para que no aparezcan más canciones que estas 40 que hemos grabado (risas). Bromas aparte, el objetivo era hacer justicia a esta música, que sonase lo más objetivamente posible para que la gente las descubra, las conozca y las incorpore a sus recitales también. No buscamos tanto que sea un material “de referencia” sino que esta integral se convierta en un escaparate honesto para la música de Granados y creo que lo hemos conseguido. Es un disco que siento muy mío, muy nuestro, ha sido un proyecto muy personal al que me he dedicado en cuerpo y alma todo lo que he podido, incluso para marcar el orden de las pistas: yo tenía claro que las Amatorias y las Tonadillas iban al final de cada disco, porque al principio debía ir lo más desconocido, que sorprendiese y lo popular fuese al final.

¿Cuánto tiempo ha llevado el proyecto desde que surgió la idea de llevarlo a cabo?

Realmente han sido dos años. Cuando hablé con Paco Moya de IBS Classical pensamos tanto en el 100 aniversario de la muerte de Granados en 2016 como en el 150 aniversario del nacimiento que se conmemorará próximamente en 2017. Por eso la integral sale un poco a caballo entre ambos años, ahora a finales de 2016. Vita nuova se descubrió este año pero era realmente sorprendente que las siete canciones descubiertas hace casi una década no se hubieran grabado todavía. 

Tanto se reivindica a Granados a veces desde Barcelona y es curioso que este proyecto para grabar la integral de sus canciones salga de un pianista de Baracaldo y encuentre salida en manos de una discográfica de Granada.

Sí, yo lo dije en la presentación del disco en Barcelona: cuando se reivindica a Granados como compositor catalán, como parte de su patrimonio musical, debería notarse en cosas como estas. El propio Granados quedó muy amargado con este tema durante su vida: le criticaban, y le dolía mucho, que escribiera danzas con tinte andaluz y resonancias muy españolas. Él decía que se sentía más catalán que ninguno y en una carta expone de hecho que le molestaba mucho, como músico, que se cuestionase su libertad para componer lo que fuera, incluso en chino. Soy vasco y tengo muy claro que el nacionalismo en la música no tiene ningún sentido: el nacionalismo es hacerse pequeño y la música es todo lo contrario, es apertura, universalidad… La música no es de nadie, es de todos: sea Guridi o Granados, sea Vives o Smetana… 

[Granados: “Esto me ha causado algunos disgustos, llegando a recibir desprecios y anónimos en los que se me acusa de escribir danza andaluzas como si fuera un pecado. Yo me considero tan catalán como el que más, pero en mi música quiero expresar lo que siento, lo que admiro y lo que me parezca bien sea andaluz o chino.”]

¿De dónde sale la idea de llevar al disco ese recital con Carlos Álvarez de 2007 en La Monnaie de Bruselas?

Es toda una película… Entonces Carlos y yo hacíamos ese repertorio, hicimos varios conciertos con ese programa de música española: canciones de Lorca, canciones de Miguel Ortega y romanas zarzuela. La Monnaie en esos tiempos quiso hacer una ópera con Carlos pero no fue posible porque su agenda estaba repleta y al final hicimos allí un recital a piano. El asunto es que llegamos al teatro y vimos que había micrófonos, porque iban a grabar el recital para el archivo de la radio belga. Yo pedí el audio al personal de producción del teatro y un año después me llegó un CD con la grabación. Ese CD fue conmigo mucho tiempo, lo escuchaba en el coche de vez en cuando y demás, como si fuese una grabación privada. Al conocer a Paco Moya de IBS Classical le hablé de la grabación, se la pasé y tuvo claro que era un audio con el que se podía sacar un CD al mercado. Él habló con La Monnaie para los derechos, remasterizó el original, etc. El teatro se ha involucrado mucho en la edición del disco ya que el CD lleva su nombre: Carlos Álvarez live. La Monnaie de Munt. Las notas del disco son del propio Carlos y en general es un disco muy querido por nosotros dos y por IBS Classical. Con Carlos a pleno rendimiento de nuevo desde hace unos años es un producto estupendo, por mucho que date de 2007, hace casi ya diez años. Para mí, de veras, es maravilloso tener un disco con él: tenemos una gran amistad, incluso entre nuestras familias, he aprendido muchísimo de Carlos y compartir un disco con él es realmente un regalo. Es una grandísima persona y un extraordinario profesional. Con todo lo que ha pasado, además, es un doble regalo tener este disco con él sobre la mesa.

También ha coincidido ahora la publicación del disco con Nancy Fabiola Herrera.

Sí, este es un disco en cierto sentido transoceánico: grabado a caballo entre Montevideo y España y editado de hecho por una casa discográfica uruguaya. Tiene unos años también pero ha coincidido su salida al mercado también en estos últimos meses de 2016. Es un repertorio muy querido para nosotros. Al final ante casos así queda la sensación de que los proyectos discográficos se mueven por ilusión no por rentabilidad. Aunque un proyecto bien hecho puede tener su salida en el mercado. Es el caso de IBS Classical, un proyecto potente y maduro. Con ellos hemos editado el disco de Carlos Álvarez y la integral de Granados. Detrás de ello hay dos músicos profesionales profesores del Conservatorio Superior de Música de Granada: Paco Moya es profesor de música de cámara y Gloria Medina es profesora de guitarra. Su pasión siempre ha sido el sonido, el mundo de la grabación, etc. Cada vez tienen más solicitudes de proyectos para grabar, con nombres importantes detrás.

¿Qué justifica realmente llevar un proyecto al disco?

A muchos cantantes les gusta grabar lo que yo llamo “discos de propinas” (risas). Esto es: lo que mejor les funciona ante el público, lo que más les aplauden, etc. Pero un disco es algo más, tiene que tener un programa, tiene que contar algo y al mismo tiempo tiene que aportar algo en la medida de lo posible: pocas veces tiene sentido grabar de nuevo algo que ya se ha grabado mucho antes. Por ejemplo, tiene sentido grabar las canciones francesas de Falla que se han hecho poco, pero es difícil justificar la enésima grabación de su repertorio más conocido.

Durante estos últimos años viene de algún modo reivindicando óperas de cámara de Manuel García. Entiendo que este propósito no sale de la nada.

En absoluto. Yo fui durante dos años, 2004 y 2005, pianista correpetidor en el Teatro de la Maestranza tras pasar por Viena y Múnich donde completé mi formación. En Sevilla llegó a mis manos mucha información sobre Manuel García. Yo había hecho canciones suyas ya antes, con José Manuel Zapata e Ismael Jordi. Lo que llegó a mis manos entonces fue L´isola disabitata, una ópera de salón con piano. Años después me fui a vivir a Bilbao y Emilio Sagi en el Teatro Arriga me preguntó si tenía alguna idea para algún proyecto distinto, que no fuera una ópera como tal y que tampoco fuese un recital al uso. Y le propuse esta partitura, que es en origen una ópera de cámara con piano, casi un género propio.

¿De dónde sale esta preferencia de García por este género, por esta fórmula de las óperas de cámara acompañadas al piano?

Hay toda una historia detrás de esto: en los últimos años de su vida Manuel García se marcha a París y funda allí una academia a la que acudían alumnos de altísimo nivel. Y para esos alumnos compuso García cinco óperas de salón con piano. Cuando le comenté este proyecto a Emilio Sagi lo asumió con mucha dedicación y montamos el título con dos repartos jóvenes, con gente como Carmen Romeo, Marifé Nogales, Cesar San Martín, gente que después ha hecho una carrera. Aquello se hizo en Bilbao, en Sevilla, en Santander y llegó también a los Teatros del Canal. Allí conocí a Begoña Lolo, catedrática de musicología de la Universidad Autónoma de Madrid. Me preguntó si además de L´isola disabitata había alguna otra partitura semejante que se pudiera plantear. Fue entonces cuando propuse hacer Un avvertimento a i gelosi, que es quizá la más potente de todas. La programamos en lo que fue su estreno en Madrid, porque la obra no se había vuelto a hacer desde su estreno en 1831. Detrás de todo esto hay dos personas clave, los editores Radomsky, dos americanos que se enamoraron de García, de Viardot, de la Malibran, etc. y se fueron a París a buscar los archivos originales de la familia. Encontraron los manuscritos de estas óperas de cámara y los han ido editando; de momento han publicado tres de las cinco óperas que compuso García. 

Tras L´isola disabitata y Un avvertimento ai gelosi, ahora llega Le cinesi en una coproducción del Teatro de la Zarzuela con la Fundación Juan March.

Exacto. Hicimos Un avvertimento en Auditorio Nacional y en el Maestranza de Sevilla. Después, al llegar Daniel Bianco al Teatro de la Zarzuela me pidió hacer algo también en este sentido y le propuse Le cinesi.. En contra de lo que pudiera parecer, por su aparente ligereza, son obras muy exigentes: requieren cantantes hábiles con los recitativos, capacidad para resolver la coloratura y un sentido melódico muy próximo al belcanto, porque Manuel García escribía de algún modo en el estilo de Rossini. García debutó el Barbero, debutó el Otello… su música es casi Rossini puro y duro. Además hace falta teatralidad porque son los intérpretes los que sostienen la representación al fin y al cabo. Tenemos muy claro que si se hace este repertorio es para hacerlo muy bien y hacerle justicia: y es que si se hace a medias, sin rigor, cometemos el pecado de no poner en valor nuestro propio patrimonio musical, ese que a veces denostamos y desconocemos tanto. Si sacamos adelante partituras como estas de García es para ponerlas en valor.

¿Qué proyectos tiene ahora mismo a la vista?

Además de Le Cinesi, que será la tercera ópera de García que haga, hay encima de la mesa un par de proyectos discográficos que saldrán durante 2017 y que me apetecen mucho: uno es un disco con María José Montiel y el otro es un disco de canción vasca con una soprano en la que creo mucho, Miren Urbieta. Seguiremos también con Ainhoa Arteta y este programa de homenaje a Lorca que nos ha dado tantas alegrías hasta la fecha. Este 2016 ha sido muy importante por los tres discos que hemos comentado. La verdad es que me hace mucha ilusión dejar algo así como recuerdo y testimonio a mis hijos; no los veo tanto como quisiera porque esta profesión requiere muchísimas horas de estudio y los discos son de algún modo una justificación material, un recuerdo de todo ese tiempo que no paso con ellos. Es duro pero en esta profesión no es posible vivir de las rentas durante mucho tiempo y eso requiere horas y más horas de estudio. Hay un dicho según el cual el primero que nota que no estás al cien por cien eres tú mismo, después lo nota quien trabaja contigo y termina por percibirlo todo el mundo ahí fuera. Hay que tener cuidado con eso y mantenerse en forma. Y para eso no hay otra fórmula que estudiar y estar fresco.

Fundamental en su agenda durante este año ha sido la figura de Ainhoa Arteta, con la que trabaja desde hace tiempo pero con quien ha recorrido este año la península, en un programa en homenaje a Lorca.

Trabajar con Ainhoa es otro regalo. Es una persona maravillosa e inigualable, fundamental para la historia de la lírica en nuestro país en los últimos treinta años. Esta gira con el homenaje a Lorca que venimos haciendo es una de esas gratas sorpresas que parece guardarte el destino de vez en cuando.

En este sentido, ¿qué balance hace de este año 2016 que se cierra?

A decir verdad 2016 ha sido un año difícil por dos pérdidas terribles: la de José Ferrero y la de Aurea, la esposa de Antón García Abril. También falleció mi abuela paterna y en conjunto son estos tres adioses lo que más diría que ha marcado este año, a pesar de tanto trabajo y tantos buenos proyectos que han salido adelante.

¿Y qué le pide o qué espera de 2017?

En 2017 creo que veremos la reducción del IVA cultural, incluso me han dicho que la intención del ministro Méndez de Vigo es quitarlo por entero. La ley de mecenazgo es también algo imperativo y que necesitamos con urgencia. Veremos si llega… Por otro lado, quiero impulsar una fundación que desarrolle y ofrezca becas para pianistas acompañantes. Una Fundación que lleve los nombres de Lavilla y Zanetti, los dos grandes pianistas de cantantes que ha dado nuestro país. Es una idea ya madura y que tiene visos de realidad en un plazo más o menos corto de tiempo, implicando a otros pianistas como Aurelio Viribay o Francisco Poyato. Hay becas para muchos perfiles de músicos, pero no para esta especialidad que sigue siendo una laguna. Hay mucha gente joven valiosa para esta profesión y que necesita sin embargo ese impulso para poderlo hacer. No obstante, no es nada fácil constituir una fundación y está por ver hasta qué punto podemos llevarlo a término.