Trifonov the new criterion

Sentido y virtuosismo

Madrid. 19/01/17. Auditorio Nacional. Fundación Scherzo / La Filarmónica. Obras de Schumann, Shostakovich y Stravinsky. Daniil Trifonov, piano.

Volvía el ruso Daniil Trifonov al Auditorio Nacional de Madrid de la mano de La Filarmónica. Si en la última ocasión pudimos escucharle con Chopin acompañado de de la Philharmonia Orchestra, ahora se presentaba una oportunidad única para escucharle en un recital a piano solo, con obras de Schumann, Shostakovich y Stravinsky, donde medir las fuerzas y capacidades del joven pianista, quien reclama su sitio diferenciado entre tanta vacua y joven estrella del teclado actual.

El Schumann de Trifonov fue expresado en sus límites, donde tanto le gusta interpretar al pianista ruso. Sobre el papel, esta primera parte era puro Horowitz. Sobre la práctica, las formas recordaron mucho a un Richter jugando a la introspección hasta deconstruir la narración y sumergirnos en una contemplación que roza el trance. Así degustamos unas oscuras y lentas Kinderszenen iniciales, además de una Kreisleriana contrastadísima en un ejercicio de búsqueda de formas propias, de experimentación, donde algunas frases y sus dinámicas eran tamizadas en pro de un fraseo abrasivo, mientras que el recogimiento más parco se apoderaba de nosotros en los langsam. Entre medias, la Toccata, op.7 que iba más allá de Horowitz o Richter. No sé si era como asistir a la mezcla de estos dos o simplemente era puro sonido Trifonov. Desde luego sí lo fue la fiereza y energía con la que la interpretó.

La segunda parte fue pura magia. Pura música. Pura creación. Comenzó Trifonov con una selección de los Preludios y fugas de Shostakovich donde se alcanzó una de las cimas de la noche al llegar al Preludio nº4, trascendente, vaporoso y elevado. Sublime. Tanto como su arrebatada, salvaje y cuasi enajenada interpretación de los Tres movimientos de Petrouchka, de Stravinsky. Todo un tour de force con el teclado que levantó una cerrada ovación.

Escuchar a Trifonov supone todo un reto; y es que el ruso no es un mero pianista de virtuosismo técnico como tantos que acaparan la atención mediática hoy en día. Hay algo más en él. Una intencionalidad, una carga emocional que se transmite y a la vez unas formas que se erigen y se buscan a sí mismas nota a nota, en plena efervescencia, buscando la firma y forma personales de un pianismo joven y encendido. Tanto que uno llega a plantearse si hoy en día, por el desafío, la seducción y la provocación, le sale más a cuenta acudir a un recital de Trifonov que, pongamos, de Barenboim. Cuidado porque este es un virtuoso de los que hacen daño. De los que llegan, tocan y trastocan. Un pianista que obliga a disfrutar de la música que toca. ¿Por qué a los críticos nos cuesta tanto ponernos de pie y ni contemplamos la opción de bravear, cuando deberíamos ser los primeros en hacerlo cuando es necesario?
    Queda por ver cómo evoluciona la carrera de este prodigio de 25 años que se retuerce sobre el piano, extrayendo lo mejor de él de un modo u otro y con ello haciéndonos pensar y amar la música. De momento nos quedamos con este recital que, a 19 de enero, doy ya por hecho será uno de los mejores del año que se escucharán en nuestro país. ¡Bravo por Trifonov!

Foto: The New Criterion.