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Leontyne Price, la cálida voz de terciopelo

Corría el año 1966 y un desconocido y treintañero Woody Allen, que recién acababa de estrenar su primera película What’s Up Tiger Lily?, daba en la clave para desvelar la identidad de una afamada cantante en el popular programa de la noche What’s my line?, donde los invitados debían descubrir con unas pocas preguntas y los ojos vendados a quién tenían delante: la soprano Leontyne Price, quien cumple hoy 90 años.

Que entonces Price fuera la celebridad y Allen un mero espectador cuando hoy en día y por desgracia muy pocos reconocerían a la cantante es la anécdota, anécdota superflua, pues el verdadero acontecimiento radicaba en ver, en 1966 (también lo sería ahora), a una soprano de raza negra salir en el prime time estadounidense. No sólo por aparecer en la televisión, que también, sino por haber conseguido triunfar en la ópera siendo mujer y negra. De hecho, lo de Price fue siempre una lucha constante por la igualdad social (como la de tantas reconocidas cantantes norteamericanas) ya desde su primera intervención televisiva once años atrás, el 23 de enero de 1955, cuando hizo historia al convertirse en la primera mujer negra que cantaba ópera por la televisión de su país. Miles de telespectadores se dieron de baja de la NBC, horrorizados por tan esperpéntico espectáculo, pero la Price ya había conseguido todo un hito con aquella Tosca.

Un poquito antes, (porque aún tenemos que retroceder un tanto para poder todo lo que abarca el arte de esta artista que comenzó su andadura por la música en un barrio “para personas de color”) Leontyne había terminado sus estudios (sufragados por un matrimonio adinerado y blanco, qué remedio) y tras cantar roles tan dispares como la Ariadne straussiana o Alice Ford de Falstaff en producciones de bajo presupuesto, se embarcó en una gira que le llevaría por parte de Estados Unidos y Europa para cantar el que se convertiría en uno de sus emblemáticos roles: Bess, en Porgy & Bess de Gershwin.

Cuatro roles muy distintos los que acompañaron a la soprano en sus inicios y es que, aunque más tarde se la identificaría con las grandes protagonistas verdianas, lo cierto es que la de Price, con lo característica que siempre ha sido, fue una voz que lo abarcó prácticamente todo. Mirando someramente la estantería, compruebo que sobre el escenario Barber encontró en ella su primera protagonista para Anthony and Cleopatra, al igual que Lidoine en los Dialogues des Carmelites de Poulenc en su premier estadounidense. Probó con Mozart, desde Pamina en La Flauta mágica a Donna Elvira y Donna Anna en Don Giovanni pasando por Fiordiligi, así como con Puccini: Tosca, Madama Butterfly, Liù en Turandot e incluso Manon Lescaut en los años setenta. Y alguna “rareza” más para su voz podríamos encontrar entre sus live, como su Tatiana de Tchaikovsky. Y en disco, en disco cantó de todo: Norma, Semele, Tristan und Isolde, Gloriana, Pagliacci, Oberon, Idomeneo, Macbeth, Carmen o Rusalka… Incluso un crossover con André Previn que es cosa fina… Una “Placida” que todo lo podía y que siempre salía más que airosa, de sobrada elegancia en su hacer.

Sin embargo fue Verdi quien la encumbró y la cubrió de gloria: papeles en los que hizo historia, como las Leonoras de Il Trovatore y La forza del Destino y sobre todo Aida, que cantó por primera vez en 1957 en San Francisco al sustituir a Antonieta Stella, aquejada de apendicitis poco antes del estreno. Un año después ya cantaba la ópera en Viena, bajo el paraguas de Karajan, a quien siempre le gustó rodearse de grandes féminas negras (se llamasen Battle, Norman o Price) para quitarse el fantasma del nazismo de encima (¿nazi yo? ¡Si hago música con negros!). Con Aida, por cierto, también se convirtió en la primera cantante negra en cantar un rol titular en La Scala de Milán, en 1960.

Pero aún quedaba por encumbrar una cima histórica y proseguir con el ascenso hacia la igualdad que Marian Anderson (quien inspiró a nuestra protagonista la escucharla de joven en un recital) u Odetta marcaron con sus pasos anteriores. El 26 de enero de 1961 el Metropolitan Opera de Nueva York caería rendido a sus pies con Il Trovatore. Tras él, más de 200 funciones y 16 personajes sobre el mítico escenario neoyorquino. Y tras la Price: Verrett, Norman, Bumbry, Quivar, Hendricks, Battle… el camino continúa su curso gracias a la soprano de Mississippi que un día soñó con lo que le fue negado a tantos… y ella consiguió.

Una voz de timbre jugoso, sensualmente oscura, cálida, en ella encuentra verdadero sentido el tantas veces usado término del terciopelo. Un centro carnoso de morbidez hipnótica, de agudo brillante y grave exiguo, con dicción a menudo emborronada como si la calima se llevase las palabras. Lo cierto es que la voz de la Price es como morder un melocotón con piel en una tarde de verano de aquellas que sólo Steinbeck sabía imaginar. La voz de una niña pobre, marcada por el racismo y la desigualdad social, que llegó a lo más alto y abrió camino. ¿Puede haber mayor logro para una voz que abrir camino? Ah sí, además cantar maravillosamente bien. Esa es la voz de Leontyne Price.