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Un 2016 alla italiana

Oviedo. 1/1/65. Teatro Campoamor. Concierto de Año Nuevo. Obras de Johann Strauss (padre e hijo), Offenbach y Rota. Orquesta Oviedo Filarmonía. Director: Marzio Conti. 

Si bien no todos gozan de la fama y el reconocimiento del vienés, lo cierto es que la tradición de celebrar conciertos el primer día del año está ampliamente extendida por el mundo. Con un programa muy similar, todos estos conciertos cumplen, en opinión de quien firma, una labor fundamental: recordarnos la capital importancia que debe tener la música en cualquier sociedad. Porque, tal y como apuntó el director titular de la Oviedo Filarmonía, Marzio Conti, en el concierto que nos ocupa, la música es un arte que ayuda a crear y no a destruir, que consigue unir en lugar de distanciar… Virtudes muy necesarias en estos tiempos de cambio e incertidumbre política que, en palabras de Conti, “están marcados por el populismo”.

Dejando atrás disquisiciones y polémicas, que algo de cabida han tenido en este concierto de año nuevo, sólo resta hablar del programa musical. De corte muy clásico y dominado por la presencia de Johann Strauss, destacan en él los bailables que Nino Rota compuso para la película Il gattopardo y que sirvieron para abrir el concierto, resultando, en nuestra opinión, una opción innovadora y muy acertada. Además, en esta primera obra la Oviedo Filarmonía se mostró ciertamente atinada, dejándonos quizá lo mejor de la noche gracias al sonido conseguido por una sección de cuerda segura y uniforme.

El programa continuó con la famosa Polka del Champán para, justo después, presentarnos una acertada interpretación del Vals del Emperador. Como última pieza antes del descanso la OFI interpretó el conocido Can-Can de la opereta Orfeo en los infiernos, firmada por Jacques Offenbach, la segunda y última excepción a la familia Strauss en todo el concierto.

La segunda parte de la noche no convenció tanto como la primera. Ora inquieta, ora contemplativa, la batuta de Marzio Conti iba jugando con los tiempos, moldeándolos un poco a voluntad, y sin llegar a conseguir por ello un resultado plenamente satisfactorio. Esto se evidenció con la interpretación de la Polka Pizzicato, que aquejó de la visión impuesta desde el podio y sólo pudo ofrecernos un sonido con acusada tendencia al desempaste, especialmente en las primeras páginas.

Como no podía ser de otra forma, el concierto se cerró con el vals El Bello Danubio Azul seguido de la Marcha Radetzky que, en esta ocasión, se interpretó sin ninguna intervención por parte del tambor. Acompañado por las palmas del público, eso sí, Conti se disponía a concluir el concierto con esta pieza compuesta por Strauss padre en 1848. No obstante, disconforme con la sonoridad conseguida por el público del teatro, el director italiano decidió interpretar la marcha una vez más, dando con esta repetición la bienvenida definitiva al recién estrenado 2016.