Harding2 priska ketterer

Intensa juventud

Madrid. 20/03/17. Ibermúsica. Obras de Schoenberg, Berlioz y Schumann. Christian Gerhaher, barítono. Gustav Mahler Jugendorchester. Daniel Harding, director.

30 años, que se dice pronto, desde que Claudio Abbado fundara la Gustav Mahler Jugendorchester con miembros de toda Europa y que ahora giran por toda ella para celebrar tan notoria edad. Es en sus atriles donde escuchamos a la Europa que no alcanzamos a ser. Como siempre la música mostrándonos aquello que somos pero que no somos capaces de demostrar.

Les nuit’s d´été es una maravillosa colección de canciones berliozanas que por costumbre asociamos a voces de mujer, de mezzosoprano concretamente, aunque en realidad también fueron de algún modo concebidas en sus inicios para voces masculinas. Es por ello seguramente que Cristian Gerhaher se haya animado a incluirlas en este tour, acompañando a  la Gustav Mahler en su periplo. Gerhaher es, sin dudarlo un instante, uno de los músicos más inteligentes y honestos que la historia de la interpretación musical ha dado. El modesto alemán, muy consciente de sus medios, su instrumento y la partitura, adaptó sus formas a una música que en ocasiones no parece, ciertamente, escrita para él.
    Algo se escapó sin remedio en la Villanelle inicial, en su línea coqueta, en su concepción primaveral, con una tendencia hacia la nasalización en el registro agudo que desdibujó su naturaleza. Un tanto de lo mismo se dio en el cierre L’île inconnue. Sin embargo, en las canciones centrales escuchamos al Gerhaher más convincente, al más seductor. Así se esperaba y así fue en Sur les lagunes, pensada para barítono tras la magistral orquestación del compositor, donde la voz del alemán se mimetizaba en la orquesta de manera proverbial, proverbialmente berliozana. ¡La voz del marinero unida al destino de su amada a través del mar! ¡Ah, sans amour s’en aller sur la mer! ¡Maravilla Berlioz!
   Daniel Harding y la Gustav supieron plegarse a las necesidades del cantante, dibujaron un acompañamiento por momentos muy camerístico, en una bien llevada diferenciación de texturas que tanto mimó Berlioz en la orquestación de las piezas, dando cabida a la simbolización en los atriles solistas que aquí encontraron muy bellos momentos en las maderas, pero también por ejemplo en los violines al final de la segunda estrofa en Le spectre de la rose, en un mágico contraste con el tutti y dando luz al paradis.

En la segunda parte escuchamos la Segunda sinfonía de Schumann erigida desde la más real de las intensidades, la de la juventud de los atriles que le dieron forma. Algo ideal para  Una juventud sincera, un ardor auténtico más allá de las impostadas formas que hemos escuchado recientemente en el Auditorio (pueden leer aquí mi escucha sobre Dudamel y la Simón Bolívar). Mucha fuerza la depositada por Harding a su cuerda, marcando una vibrante tensión desde el inicio y empujando las dinámicas más extremas recogidas en la partitura: allegro, vivace, espressivo, molto vivace. Tiempos veloces y vehemencia sonora que levataron un primer sostenuto excelso en su energía, transmitida al resto de la sinfonía. Estupendo también el poderoso y elegiaco Adagio.

Una lectura similar se imprimió a las Cinco piezas para orquesta de Schoenberg, una rareza en la programación que en Ibermúsica llevaba sin escucharse por ejemplo desde hace justamente 20 años, con Barenboim y la Staatskapelle de Berlín. Aquí el resultado inicial no fue el mismo, no el idóneo, con las múltiples voces schoenbergianas llevadas a una masa que por momentos se hizo demasiado densa, demasiado compacta para poder disfrutarla.

Foto: Priska Ketterer