Cecilia Bartoli

Por un puñado de dólares

Oviedo. 24/03/2017. Auditorio Príncipe Felipe. Obras de Vivaldi, Caldara, Rossini, Puccini, entre otros. Cecilia Bartoli, Mezzosoprano. Antoni Parera Fons, Piano.

En la clásica, como en la vida, uno tiene que saber venderse. Y con los programadores musicales copando sus temporadas de artistas mediáticos –de los que llenan las butacas- el público no sólo compra talento; también humor, carisma e imagen. Por suerte, a Cecilia Bartoli le sobra esto último y gracias a ello su talento ha trascendido sin problemas a los principales teatros del mundo.

Es por esto que la italiana siempre me ha parecido una artista doblemente privilegiada; por la sorprendente ductilidad de su instrumento, en primer lugar; y en segundo, por la personalidad arrolladora que lo acompaña. Con su gran calidad interpretativa a modo de leit motiv, lo cierto es que poco pudo reprochársele a Bartoli cuando, para cuidar su lado más comercial, impidió la entrada de los medios gráficos al Auditorio, bromeó con el público y se reservó para sí un gran foco blanco que la iluminó todo el concierto a modo de estrella hollywoodense.
     Dejando atrás las vanidades, que en su carrera han valido más de un puñado de dólares, la interpretación de Bartoli se muestra inusitadamente sincera y personal, llegando a ser indiscutiblemente brillante en algunas páginas como Lascia la spina, de Handel, o la Canzonetta Spagnola de Rossini, resuelta por la mezzo con una agilidad envidiable. En opinión de quien firma, cuando hablamos de Bartoli lo hacemos de una voz de dimensiones más bien reducidas, aunque magistralmente trabajada, capaz de lidiar con las complejidades técnicas de cualquier partitura al tiempo que mantiene una gran atención a los aspectos expresivos, logrando acentuar cada palabra y cada frase con sorprendente maestría.

Tras una primera parte de corte barroco y belcantista -cercana al repertorio habitual de la italiana- autores más contemporáneos como Puccini, Tosti o Curtis ocuparon la totalidad de la segunda. Así pues, resultó especialmente llamativa la lectura que Bartoli ofreció del maestro de Torre del Lago, alejada del verismo que le es propio, e inteligentemente adaptada a sus capacidades vocales. Lo mismo sucedió con la famosa Seguidille de Bizet, ofrecida como propina e interpretada de una forma muy personal que –aunque fuera brevemente- supo acercarnos hasta una Carmen tan inusual como delicada y atractiva.

Debido a razones de salud, el pianista que debía acompañar a Bartoli en su recital: Sergio Ciomei, fue reemplazado a última hora por Antoni Parera Fons quien, pese a las circunstancias, se demostró un intérprete valioso y atento. Muy capaz de seguir a la mezzo en su complejo juego de dinámicas y preciso frente a la evidente novedad que le suponían algunas obras del repertorio. De sus intervenciones como solista destacó una genial lectura de la obra Piccolo Tango de Puccini, que le evidenció como un músico consagrado al que, sin embargo, el público no llegó a valorar como merecía. Pero ya lo advertí al principio de este texto: en la clásica también hay que saber venderse.