StevenSchick 

Hipnotismo orquestal

Barcelona. 26/3/17. Auditori. Adams: Common tones in a simple time. Glass: Concierto para violín y orquesta núm. 1. Karen Gomyo, violín. Pärt: Sinfonía núm. 4  “Los Angeles” para orquesta de cuerda, arpa y percusión. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Dirección: Steven Schick.

El último programa de la OBC era un caso preocupantemente único y casi irrepetible: la inclusión íntegra en un mismo programa de tres compositores vivos, con un discurso que los agrupaba en una misma corriente. La transversalidad del escaso público del Auditori reflejaba el interés que despierta, sin embargo, algunos de estos compositores –Adams, Glass, Pärt– elevados al grado de culto tanto por sinceros entusiastas como por snobs de manual. El público de esta ciudad es difícil, pero también lo es un panorama musical empobrecido en cuanto a diversificación de programas y disponibilidad de espacios. En el resultado de la suma del eclecticismo pop y la posvanguardia en un concepto tomado de las artes plásticas, se encuadra esta etiqueta del minimalismo, que como toda etiqueta ofrece sólo una explicación parcial y exagera su singularidad en el desarrollo histórico de la música y que si a uno de los tres encajaba mejor por su significación histórica era a Glass. Para abordar el programa se hizo cargo el percusionista y director norteamericano Steven Schick, que ya había venido a dirigir una obra de Roland Auzet hace un par de años.

Las obras de Adams y Glass –de 1979 y 1987 respectivamente– viven aún de una trayectoria histórica que arrancó en los cincuenta y sesenta como ruptura frente a un panorama represivo, condujo a la rápida y superficial adopción de fórmulas que se descompuso en una gran diversidad de tendencias, y desembocó en unos años de preocupación por el equilibrio entre inventiva y forma y el intento de coagulación en una nueva era clásica. Diferente es el caso de Pärt –del que se ofreció una obra reciente (2008)– aunque trabajando con muy pocos elementos busque también grandes secuencias temporales.   

La obra de Adams, con un carácter más heterodoxo dentro de las tendencias minimalistas, era la que presentaba más interés. En Common Tones in a simple time la dimensión expresiva predomina sobre la estructural. La relevancia del parámetro tímbrico exige un tratamiento cuidado en la frágil imbricación de cuerdas, percusión y vientos, que con carácter camerístico y detallista subrayó acertadamente Schick. 

La violinista Karen Gomyo ha navegado el repertorio contemporáneo, aunque en este caso los recursos que utiliza Glass para su primer Concierto para violín fueran exultantemente tradicionales. Si lo emplazamos en la génesis del minimalismo junto a Reich, Riley y Young, el compositor de Baltimore es el que gana con mucha distancia en popularidad sin dejar de mantener su pulso con la experimentación. Algo que consigue en ocasiones, como en esta partitura, con una obra de despliegue virtuoso. Sobre una secuencia muy simple, construida sobre la reiteración de intervalos de octava, y una secuencia omnipresente durante la obra en los metales –excelentes en el tercer movimiento–, Glass dejaba pasajes de gran lirismo al violín, que Gomyo leyó con un sonido limpio y poderoso y un vibrato impactante. Schick, aunque algo desentendido de la solista en el primer movimiento, cuidó el diálogo con ella en líneas generales, y logró solventar con nota el desafío rítmico que presentan ciertos pasajes del primer movimiento. 

El tintinabulli de Pärt, un proceso que trasciende lo que podemos denominar “estilo” y menos adecuado aún al concepto de “técnica”, configura un mundo sonoro propio desde un momento determinado en su catálogo, que si bien lo acerca al minimalismo, no se puede explicar sólo desde esos parámetros. Pärt construye un discurso de efecto embriagador y en un gesto añadido lo cubre de una pátina de ascetismo monacal. En el caso de esta Cuarta Sinfonía estrenada hace ocho años en Los Ángeles, más allá de las reiteraciones propias de él, predomina una armonía modal regada por la evocación eclesiástica de la percusión donde tiene gran protagonismo la campana, especialmente en el tercer movimiento. De discurso atmosférico, Pärt lleva a cabo una dosificación tímbrica interesante. El director norteamericano ofreció una buena administración tanto de las texturas orquestales como camerísticas, y las cuerdas de sonido compacto lograron un buen resultado especialmente en el primer movimiento, en el que la importancia decisiva del silencio hace especialmente delicado el matiz en los ataques. El deseo de fugarse de este mundo encuentra en Pärt un poderoso aliado, cuya obra autocomplaciente ofrece una recepción inmediata y hasta impasible, ese dulce veneno que alimenta el deseo de aplaudir un compositor vivo. También viva debe seguir la orquesta con una diversificación más acentuada en los programas, y no con uno que sólo venga a confirmar esta carencia.