mauro peter 

Un tenor en progresión ascendente

Madrid. 3/4/17. Teatro de la Zarzuela. XXIII Ciclo de lied. Obras de Schumann. Strauss y Liszt. Mauro Peter, tenor. Helmut Deutsch, piano.

La de Mauro Peter es una de esas historias peliculeras que tanto nos gustan a los aficionados: joven valor triunfa al sustituir a artista consagrado que cancela. Imagino que nos gustan porque somos conscientes de que, sin pretenderlo, se lo ponemos difícil al sustituto, que tiene que gestionar el imprevisto/la oportunidad y, además, cantar contra nuestra decepción. En este caso, la artista consagrada fue Anja Harteros, que canceló su recital con Helmut Deutsch en la Schubertiade Schwarzenberg el 2012; Mauro Peter era entonces alumno del pianista y acababa de ganar el primer premio del Concurso Internacional de Lied Robert Schumann de Zwickau. Su interpretación de La bella molinera fue un éxito muy comentado en los días siguientes; algo más de un año después debutó en el Wigmore Hall con la misma obra (el concierto se convertiría en su primer disco) y el pasado verano la interpretó en sus debuts en el Festival de Salzburgo y en la Schubertíada Vilabertran. De su triunfo en la canónica de Santa Maria puedo hablar en primera persona; nos gustaron (creo que puedo generalizar) y mucho su voz, bella y fresca, su expresividad y su interpretación segura y directa. 

La bella molinera se había convertido en la obra talismán de Mauro Peter, bien trabajada y evolucionada en los cuatro años que habían pasado desde aquella noche en Schwarzenberg, una obra que le va como anillo al dedo; habiendo dejado tan buena impresión en Vilabertran, el principal aliciente de su debut el pasado lunes en el Teatro de la Zarzuela era escucharle en otro repertorio. El programa no hacía concesiones fáciles: incluía lieder de Robert Schumann de entre los menos interpretados de su Liederjahr, 1840; lieder de Richard Strauss, estos muy poco habituales, y dejaba para el final la obra más conocida: los Tres sonetos de Petrarca de Franz Liszt. Sin llegar a mostrar un nivel de interiorización de estas obras como el que había mostrado del ciclo de Schubert, Peter ofreció un muy buen recital; sus principales bazas fueron su expresividad, su buen gusto, la facilidad con la que dice y conecta con el oyente. Su canto mostró todavía algunas carencias; sí, podría haber utilizado más medias voces; sí, sus graves anduvieron en ocasiones escasos de consistencia; sí, hubo alguna cosa aquí y allá, pero hablamos de un tenor todavía muy joven, que cumplirá los treinta este año. 

El bloque dedicado a Schumann lo formaban lieder de dos poetas. Del primero, Heinrich Heine, escuchamos el políticamente incorrecto Abends am Strand, los cuatro "descartes" de Dichterliebe y Belsatzar. Era el grupo de canciones más exigente para el cantante en el plano expresivo y Mauro Peter las defendió bien, con un sorprendente Belsatzar que, pese no ser a priori la pieza más adecuada para su voz, narró con convicción y credibilidad. El segundo poeta de Schumann era Hans Christian Andersen, con las cinco canciones del opus 40 (el último poema es de autoría dudosa, probablemente del traductor de las cuatro anteriores, Adalbert von Chamisso), y Peter destacó en las siniestras Muttertraum y Der Soldat.

Los lieder de Strauss, repartidos entre el final de la primera parte y el principio de la segunda, partían todos del mismo poeta, Felix Dahn. Después de las desdichas schumannianas llegaban las amables Schlichte Weisen; irresistible en su entusiasmo All mein' Gedanken, una seducción de una naturalidad que desarmaba, y deliciosa Ach weh mir unglückhaftem Mann. Las curiosas Mädchenblumen, en las que el poeta asocia cuatro tipos de mujer a cuatro flores, dieron paso a Liszt y Petrarca. Desde luego, subía el listón poético, que había ido decayendo tras Heine.

Con la evolución que está teniendo la voz de Mauro Peter, los Tre sonetti parecían una opción perfecta para él dentro de un tiempo, y en ese sentido eran una apuesta arriesgada; sin embargo, volvió a sorprender, demostró que podía salvar las dificultades técnicas y ofrecer una apasionada y ya convincente versión. Me he centrado tanto en el joven tenor que parece que me haya olvidado del veterano pianista. En absoluto. Escuchar a Helmut Deutsch siempre es un lujo. Quizá hubo alguna sombra en los dos primeros lieder de Schumann, cuando su volumen estuvo ligeramente descompensado con el cantante, pero sólo eso; Deutsch es sólido como una roca, y arropó a Peter sacrificando su propio sonido cuando fue necesario. En un recital el momento de un buen pianista llega antes o después, y en este caso llegó con los Tres sonetos de Petrarca; Deutsch nos ofreció en estas canciones unos momentos estupendos. Peter y Deutsch forman un duo muy especial, que arrastra todavía algo de esa antigua relación maestro-alumno y que encuentra el equilibrio entre la sobriedad y la veteranía de uno y la expansión y la juventud del otro.

Hubo una sorpresa más en el recital: la primera propina, una inusual Go not, happy day, de Franz Liszt; después vinieron un clásico en esto de las propinas, Nichts, de Strauss, y una de las canciones más conocidas de Liszt, Es muss ein Wunderbares sein, para cerrar. Decía al principio que a los aficionados nos gustan las historias peliculeras de debuts exitosos, y diría que todavía nos gusta más descubrir a un cantante que empieza e ir siguiendo su carrera. Mauro Peter convence con su calidez, con su naturalidad, y su juventud compensa o, si prefieren, justifica los peros que se le puedan poner. Y, como siempre hay que poner las cosas en contexto, su concierto del lunes fue estupendo. Cada vez será menos joven, pero cada vez tendrá más experiencia, y será estimulante comprobar cómo evolucionan su voz y su canto, cuando ha empezado tan bien.