Inbal Galicia

Según se mire

A Coruña 21/04/17. Palacio de la ópera. Brahms: sinfonía número 1. Dvorak: Concierto para piano. Dir. musical: Eliahu Inbal. Francesco Piemontesi, piano. Orquesta Sinfónica de Galicia.

Tenemos que repetir aquello de Hans von Bülow cuando de algún modo dio su bendición a la primera sinfonía de Brahms llamándola “décima” de Beethoven. Hay quien dice que de primeras el compositor se lo tomó como un cumplido, aunque tras las muchas comparaciones con el genio sordo, terminó por sentirse ofendido ante manifestaciones que él consideraba exageradas.

El caso es que cuando por fin se llegó a interpretar esta mesiánica sinfonía, los estrenos en los teatros ya ocupaban menos sitio que el repertorio de los clásicos. Y dicen que por eso fue un éxito, porque liberó del deshielo a la sinfonía germana sin cambios bruscos, en consonancia con lo que se estaba programando en las salas. Pero claro, entonces viene Schönberg a llamar moderno a Brahms y eso sí que nadie se lo esperaba. De este modo, esta primera sinfonía se nos presenta como un acertijo interpretativo, porque podemos entenderla como una prolongación de un clasicismo tardío o bien como una visión del nuevo repertorio orquestal al que abre las puertas. Eliahu Inbal mantiene desde hace años una cordial relación con nuestro país, donde es bien conocido así como en el resto del continente desde que convirtió a la Orquesta de la Radio de Frankfurt en una de las mejores de Alemania.

Teniendo en cuenta la trayectoria de este director, gran conocedor de Mahler y Bruckner, cabía esperar una lectura sobreactuada de la partitura. Sin embargo, el resultado no fue tan evidente y podría resumirse en un discurso dirigido a la expresión, más bien moderado en cuanto a tempi y destacando detalles orquestales que enriquecieron en gran medida la dinámica musical. La orquesta comenzó casi con timidez, ofreciendo momentos muy plenos en las partes más contrapuntísticas y creciendo hasta un comportamiento colosal. Inbal sacrificó cierta precisión técnica a favor del resultado expresivo, que sin llegar al rubato, olvidaba por instantes el metrónomo para acentuar el dramatismo. No es extraño que, tras el monumental final, un auditorio excepcionalmente abarrotado se desbordara en aplausos y ovaciones.

Otra feliz visita fue la del pianista Francesco Piemontesi para ofrecernos el concierto de Dvorak. Se trata de una partitura injustamente mal difundida a pesar de su gran belleza y dificultad. Como carta de presentación de un pianista es una obra muy completa, que exige lirismo y agilidad a partes iguales, e incluso por momentos de manera simultánea. Piemontesi, que está previsto que repita programa el próximo mes de mayo en el Mozarteum de Salzburgo, se conoce muy bien la obra desde que la grabó en 2010, lo que le permitió estar atento al comportamiento de la orquesta y en contacto visual con el director. Fue una interpretación intachable, donde solista y agrupación se movieron en un solo sentido, entregados al planteamiento de Inbal. Escalas y arpegios cristalinos y no por eso exentos de sensibilidad, destapan un enorme trabajo técnico de Piemontesi. También corrió sus riesgos en los extremos pianissimos que se proyectaron en la sala, una de las habilidades más complejas para pianistas y cantantes. Despertó así el apetito del público, que tras insistentes aplausos, pudo disfrutar de un delicioso minueto de la suite HWV 434 de Haendel fuera del programa. Si nos ponemos puntillosos, algo complicado en conciertos como este, habría que decir que se trataba de una propuesta muy densa para una sola velada, y que quizá se podría haber disfrutado aún más si las dos obras entraran en programas distintos. De todos modos, deseamos que nos sigan trayendo momentos como los del pasado viernes.