Teatro Real 1718

Algo nuevo, algo viejo y algo prestado 

El Teatro Real está de aniversario. Celebra un raro bicentenario, un tanto ficticio en la medida en que no hay una efeméride como tal que quepa conmemorar en el transcurso de la temporada 2017/2018. Es cierto que una orden de Fernando VII en 1818 pone en marcha su constitución propiamente dicha; como es cierto que en 2017 se cumplen veinte años desde su reapertura en octubre de 1997. Pero el Teatro Real como tal no se inaugura hasta noviembre de 1850, cerrando finalmente su actividad 75 años después, en 1925.

Este Bicentenario es pues una relativa invención, afortunada por cuanto ha situado al Teatro Real en un posicionamiento internacional indudable y sobre todo permite a la institución beneficiarse de unos jugosos incentivos fiscales al declararse la celebración del bicentenario como “acontecimiento excepcional de interés público”.

Sea como fuere, y como el dicho popular parece recomendar, el Teatro Real afronta estas particulares nupcias, en las que de algún modo se desposa consigo mismo, portando algo nuevo, algo viejo y algo prestado. Tres títulos aclaran bien a qué me refiero con esto: Die Soldaten (algo nuevo, aunque es una producción ya vista en Berlín y Zurich anteriormente), Aida (algo viejo, aunque sea de hecho una nueva producción sobre un trabajo anterior del propio Hugo de Ana) y Lucio Silla (algo prestado, lo mismo que esa Carmen de Bieito que ya se vio en el Liceu y que ahora viene a Madrid, como ha pasado ya con otros títulos). 

Y es que Joan Matabosch, a quien podrán reprocharse muchas cosas, pero no desde luego falta de visión a la hora de contentar a propios y a extraños, ha sabido equilibrar una temporada en la que pueden quedar satisfechos tanto los más conservadores como los más vanguardistas, si es que estos epítetos siguen teniendo hoy alguna vigencia. El problema de todo lo que busca el equilibrio es que al final contentar a todos puede dar como efecto contrario el hecho de no contentar a ninguno. El tiempo lo dirá, pero sobre el papel la temporada parece armada con bastante mano izquierda.

Al margen de los títulos, llama la atención que el Bicentenario del Real no cuente con la presencia, en funciones escenificadas, de grandes nombres como Anna Netrebko, Jonas Kaufmann, Anja Harteros, Juan Diego Flórez, René Pape, Sondra Radvanovsky, Elina Garanca, Cecilia Bartoli, Nina Stemme… Sí está Javier Camarena, para sus dos debuts con La favorita y Lucia di Lammermoor. Pero casi es el único “top ten”, junto a Joyce DiDonato, Gregory Kunde y la anual visita de Plácido Domingo, que se incorpora en un año que debiera por fuerza contar con más solistas de primerísima fila.

Por cierto, en un año tan especial el Teatro Real debería explicar su singularidad con respecto al IVA. Desde 2014 no abona este impuesto, lo que le supone un ahorro aproximado de 2 millones de euros por ejercicio. Lo hace al amparo de la ley 37/1992 que permite a instituciones sin ánimo de lucro no repercutir el IVA en las localidades. En línea con esto, el Teatro Real tampoco paga alquiler por el uso del edificio, a diferencia del resto de coliseos de nuestro país. En 2013 el Teatro Real recibió una cesión gratuita del uso del teatro por nada menos que 75 años con el consiguiente ahorro que ello entraña. Lo sorprendente del asunto es que con todo ese ahorro, sin embargo, el coste de las localidades no ha dejado de subir durante el último lustro.