Gardiner Palau Ulisse

Dormo ancora, o son desto?

Hay conciertos que no se olvidan. Tuve la suerte de descubrir a Monteverdi, el operista, hace más de 20 años en Salzburgo. Allí, un tal Nikolaus Harnoncourt, con su Concentus Musicus, me dejó literalmente boquiabierto con una memorable representación de L'Incoronazione di Poppea. Fue un amor a primera vista que me abrió los ojos, y los oídos, a la ópera barroca y, concretamente, a la de Monteverdi, hasta entonces desconocida para mí. Uno de esos impactos que crees que nunca se volverán a repetir. Pero estaba equivocado. Gracias a Sir John Eliott Gardiner, el Monteverdi Choir y a los fabulosos English Baroque Soloists, he podido revivir esa sensación de asombro, de deslumbramiento con Il ritorno d'Ulisse in Patria. No ha sido una revelación , como en Salzburgo, porque desde entonces la música de Monteverdi forma parte de mi vida, pero ha sido un impacto estético de proporciones similares.

Como se puede intuir, esta crítica no puede ser convencional porque lo que sucedió en el Palau de la Música el otro día no lo fue. Qué fortuna que Barcelona fuese una de las ciudades escogidas para esta gira por Gardiner y su troupe para interpretar, por primera vez en Barcelona desde el estreno en Venecia hace casi 400 años (!), el Ulisse de Monteverdi. Y qué afortunados los que pudimos asistir! Fueron más de tres horas de música durante las cuales no hubo un solo segundo de rutina, de relajación. Gardiner y los suyos pusieron la directa desde el primer compás, nos cogieron de la mano y nos pasearon por el jardín de las delicias. Y sí, llegamos a Ítaca!

Hay que reconocer definitivamente el descomunal talento de Gardiner, especialmente en el repertorio barroco, aunque no sólo en éste. Su Bach,su Monteverdi, su Rameau ( esa maravillosa grabación de Les Boréades...) son absolutamente trascendentes. Que con una ópera como el Ulisse consiga que, durante más de tres horas, en el Palau no se oiga ni el zumbido de una mosca dice mucho más que la mejor de las críticas. Es un milagro!

Es un tanto baladí entrar a valorar con detalle la insuperable interpretación de  los English Baroque Soloists porque este artículo se convertiría en una retahíla de adjetivos elogiosos. Sólo destacar la opulencia y, a la vez, la transparencia, la variedad cromática y la sensualidad de un sonido que se adaptó como un guante a la acústica del Palau. Una característica que, en la sensacional grabación de L'Orfeo, ya se podía admirar, pero que en el de L'Incoronazione di Poppea - debido a que no se conservan detalles de la orquestación ni en la copia de Nápoles ni y  en la de Venecia y a que Gardiner no quiso añadir, a diferencia de la mayoría de sus colegas, ni una sola coma - es menos perceptible.

Il ritorno d'Ulisse in patria no tiene, posiblemente, la perfección, la modernidad y la vivacidad casi shakespeariana de la Poppea, pero tiene momentos de una inspiración arrolladora. El primer monólogo de Penélope, en forma de Lamento, es grandioso y la mezzo  Lucille Richardot lo interpretó con impactante intensidad. El sonido, por momentos, es un tanto gutural, pero no fue obstáculo para una interpretación superlativa. Otro gran momento es el despertar de Ulises en Ítaca, en el que luce el visionario texto de Giacomo Badoaro. Furio Zanasi es un gran especialista en este repertorio y en este rol, que ya ha interpretado con Gabriel Garrido, entre otros. Su canto es un recitar cantando que puede pecar de austeridad canora, pero la suya es una encarnación vívida y sincera, a pesar de un instrumento poco atractivo. Ambos personajes tienen un emocionante dúo final, Illustratevi, o cieli, que conmovió hasta los cimientos del Palau.

Otra muestra del talento de Monteverdi es la escena del reconocimiento, tras años de distancia y penurias, de Ulises y Telémaco. Un Telémaco interpretado de modo ideal por el tenor Krystian Adam. Hana Bazikova fue una adecuada Minerva y Anna Dennis una sonora Melanto, que bordó el precioso y sensual dueto con su amante, Eurímaco. El resto del extenso cast estuvo a un magnífico nivel.

La propuesta se planteaba como un Concierto escenificado, al igual que, hace unos días, el Cosí fan tutte dirigido por Jacobs. En esta ocasión, a pesar del aceptable nivel en la ópera mozartiana, el movimiento escénico estaba más elaborado, con juego de luces y vestuario incluidos. Siempre es difícil moverse en esa sutil frontera entre el teatro y el concierto pero, como en el caso de Jacobs, la propuesta ha funcionado sorprendentemente bien.

Los que resistimos las casi cuatro horas de espectáculo despedimos a los músicos con sonoras ovaciones y con la emoción de haber asistido a un acontecimiento histórico.  Uno tenía la sensación, tras lo vivido, que incluso las estatuas del escenario del Palau se arrancarían a aplaudir.