Dohmen Holandes Liceu A.Bofill

Ayer, mañana, todavía

Barcelona. 15/05/2017. Gran Teatre del Liceu. Wagner: Der fliegende Holländer. Albert Dohmen, Elena Popovskaya, Attila Jun, Daniel Kirch, Mikeldi Atxalandabaso, Itxaro Mentxaka. Dir. de escena: Phillipp Stölzl. Dir. musical: Oksana Lyniv.

De alguna manera El holandés errante es un espejismo, un engaño de las aguas, un reflejo equívoco de su oleaje, una redención que no llega aunque se asoma. El doble plano con el que Philipp Stölzl plantea su dramaturgia acierta a describir perfectamente esta tensión, el eterno retorno de esta tragedia que es un ayer, un mañana y un todavía. La realidad de este relato a buen seguro dista mucho de la poética recreación del libreto, como nos intenta hacer ver cuando Daland "vende" la mano de su hija al mejor postor, un viejo y acaudalado navegante. La idea como tal es buena, sí, pero la realización como tal no convence tanto. Sí lo hace la escenografía, vistosa y ocurrente, con esa sucesión de planos, como en espejo. En cambio la dirección de actores pierde interés en muchos momentos, por no hablar de lo cómico de algunas situaciones, como esa tripulación del Holandés que parece sacada de Los piratas del caribe. Ya había visto la producción anteriormente en la Staatsoper de Berlín, de donde llegaba al Liceu. Allí cuadraba mejor en la sala del Schiller Theater, de dimensiones mucho más reducidas que el Liceu. Como ha pasado ya con unas cuantas producciones, este trabajo de Stölzl quedaba pequeño para la gran caja del teatro barcelonés, recortada casi a la mitad de sus amplias dimensiones.

En estas funciones del Liceu se han dado cita también un ayer, un mañana y un todavía, como en el propio desarrollo del Holandés. El ayer lo encarna Albert Dohmen, veteranía y oficio; el mañana es la figura prominente de Oksana Lyniv, de un potencial indudable, con un claro porvenir; y el todavía es el encuentro de ambos, de quien tuvo y retuvo -Dohmen- y de quien aún tiene mucho camino por andar -Lyniv-.De acuerdo con esto la veteranía de Albert Dohmen es sin duda garantía de un oficio evidente y contrastado. El timbre, aunque haya perdido algo de lustre y proyección, sigue teniendo ese color único y expresivo; y el fraseo es de un matiz sin fin, casi palabra por palabra. A sus casi sesenta años regala así un Holandés que entronca con los más grandes, obligando a evocar a Hotter por momentos.

La dirección de Oksana Lyniv -nuestra portada durante este mes de mayo en Platea- convenció de principo a fin: precisa, exacta, de claridad meridiana en la disección estructural, de imaginativo fraseo, de teatralidad indudable, un punto analítica, un punto contemplativa, pero sin perder el pulso. Más imperfecta en cambio fue en esta ocasión la respuesta por parte de la orquesta del Liceu, alternando unos pocos momentos brillantes con otros mucho menos esmerados -de nuevo deslices recurrentes en los metales-. El coro del Liceu convenció por lo general a pesar de algunos titubeos en la primera intevención del coro masculino.

Del resto del reparto cabe loar la esforzada aunque anónima entrega de Elena Popovskaya como Senta, sustityendo a la inicialmente prevista Emma Veter. La voz es grande, bien timbrada, aunque con tendencia a la estridencia en el agudo. El fraseo en cambio es genérico y no invita a elevar la temperatura de la representación. Attila Jun es un bajo dotado de un instrumento igualmente grande y sonoro aunque el manejo del mismo es más bien tosco, con una atención al texto un tanto mejorable, lejos de la autoridad de bajos más experimentados. Daniel Kirch, aquí como Erik, canta con gusto aunque su voz no posee un atractivo singular; es un solista modesto, correcto y por ello mismo dejó un sabor de boca un tanto indiferente. Eficacísima labor la de Mikeldi Atxlandabaso como Timonel, en lo que era su primer Wagner y también su debut en el Liceu, resuelto así con nota. No convenció tanto sin embargo Itxaro Mentxaka, buena actriz aunque dueña de un timbre demasiado agrio.