Sokolov auditorioZaragoza 17

Lo puro y lo intenso

Zaragoza. 08/06/2017. Auditorio de Zaragoza. Obras de Mozart y Beethoven. Grigory Sokolov, piano.

Sin solución de continuidad, Grigory Sokolov (San Petersburgo, 1950) acometía la Sonata en Do KV. 545 y la Fantasía y Sonata KV. 475/457 en la primera parte de su recital en Zaragoza. Y lo mismo haría después en la segunda mitad con las Sonatas 27 y 32 de Beethoven, ejecutadas sin pausa. Era el mismo programa que había ofrecido ya hace unos meses en Madrid, Oviedo y Barcelona. De gesto adusto e imperturbable, sumamente introvertido y reluctante a los flashes, Sokolov es ya un pianista de leyenda, un maestro fuera de categoría. Epatante, se diría que vivo sólo por y para el piano.

Sin artificios ni requiebros, su Mozart sonó compacto, conciso y comedido. Sokolov alambicó un sonido detallista y minucioso, preciso, como aereo. Haciendo de la naturalidad su liturgia, con una concentración tan fácil como apabullante, las dos sonatas se desgranaron en sus manos de un modo sumamente elegante y equilibrado. Un Mozart apolíneo y sumamente bello. No por más escuchada la KV 545 deja de maravillar al oyente en unas manos como las de Sokolov. Esencial. Mozart en estado puro.

Con Beethoven vimos al Sokolov prodigioso, al talento descomunal que se funde con una música de talla sumamente universal. El virtuoso que hay en Sokolov fue in crescendo hasta dejar momentos de memoria casi imborrable. Un Beethoven intenso, trascendente, como con vida propia. Técnica, oficio, sensibilidad. Sokolov es un coloso y su modo de entender el piano obliga a sentir por él una exultante devoción. Pocos recitales de piano con este formato generan a su cierre una sensación tan inevitable de admiración, de reconocimiento, de perplejidad incluso, como si costase creer que alguien pueda llegar tan lejos encerrándose a solas con un piano. Ante músicos como Sokolov, no cabe duda, el verbo se agota. Y es que cuando la música es tan grande, las palabras se quedan pequeñas.

Dejo al margen de esta crítica la tercera parte del concierto, protagonizada por las propinas. Eso queda entre Sokolov y quienes estuvimos allí. Tres horas rozando el más allá.