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Un cuento de hadas de carne y hueso 

Múnich. 15/06/2017. Bayerische Staatsoper. Dvorak: Rusalka. Kristine Opolais, Günther Groissböck, Dmytro Popov, Helena Zubanovich, Nadia Krasteva, Tarra Erraught, Ulrich Reß y otros. Dir. de escena: Martin Kusej. Dir. musical: Andris Nelsons.

El debut de Andris Nelsons en el foso de la Bayerische Staatsoper de Múnich no ha podido ser mejor. Con su pareja la soprano Kristine Opolais como talismán, en la reposición de una producción de Rusalka firmada por Martin Kusej y que ella misma estrenó en 2010. Nelsons se mostró como amo y señor del foso de Múnich. Hasta tal punto que de no ser por su doble compromiso sinfónico en Boston y Leipzig, me atrevería a afirmar que es el sucesor ideal para Kirill Petrenko. El entendimiento con la orquesta fue extraordinario; la complicidad entre ambos, absoluta. 

No posee Nelsons esa capacidad reveladora de Petrenko a la hora de exponer una partitura de tal modo que parezca que la escuchamos por vez primera. En cambio posee un sentido de la épica que parece más ajeno al maestro ruso. Nelsons es lo contrario a la apatía; el cálculo frío y premeditado no va con él. No me refiero a que improvise y se deje llevar por un fácil apasionamiento. Hay por descontado una planificación muy detallada detrás de una lectura tan sobresaliente como la que ofreció en el foso de Múnich con esta Rusalka. No estoy contraponiendo un Petrenko analítico frente a un Nelsons impetuoso. Pero lo cierto es que su batuta es mucho más vehemente y voluptuosa, más clásica si se quiere en cierto sentido; capaz de un fraseo sumamente intenso y variado, con una gama contrastada y amplia de intensidades y dinámicas, su Dvorak sonó casi brahmsiano, de una honda bohemia, carnal y onírico a un tiempo.

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Pocas sopranos, lo mismo ayer que hoy, aceptarían meterse en una pecera y permanecer allí mientras continúa la acción, empapadas, para salir de allí después y continuar con la actuación como si nada. Kristine Opolais es una de esas actrices-cantantes de rompe y rasga. La soprano letona regresaba a la Bayerische Staatsoper tras las funciones de Mefistofele de en la pasada temporada. Y lo hizo en plena forma, desbordando con su entrega en un rol que le cae como un guante; su Rusalka fue irreprochable.

La primera vez que escuché a Kristine Opolais en directo fue en la función de su debut en la Royal Opera House de Londres, en junio de 2011, protagonizando Madama Butterfly y entonces también en el foso con Andris Nelsons. Desde entonces Opolais ha evolucionado notablemente, aunque siempre dentro de unas mismas coordenadas: la entrega actoral y la implicación dramática se imponen y convencen por encima de unas cualidades vocales importantes pero no descollantes. Podríamos resumir el hacer de Opolais como una entrega ilimitada con unos medios limitados. Y es que el tercio más agudo de la voz a veces se destimbra y se revela más tenso y abierto. No domina la media voz (o no parece al menos mostrar interés en exhibir tal destreza). Nada de eso empaño una encarnación total de Rusalka, de principio a fin de la representación.

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La producción de Martin Kusej, estrenada en 2011, es todo un acierto. Despojando al libreto de Rusalka de su aire de cuento de hadas, transforma el halo romántico de la acción en el desarrollo de una auténtica tragedia. La ninfa Rusalka es reducida por momentos a una muñeca de trapo, víctima de sus impulsos pero sobre todo víctima de los abusos y . Lo onírico es aquí pues algo sumamente crudo, incómodo por momentos, aunque realizado con una elegancia y un juego de distancias sumamente atinado. La producción se encuentra editada en DVD y me parece sumamente aconsejable.

Remataba el reparto un cartel redondo, sin una sola sombra. Desde el imponente espíritu de las aguas de Günther Groissböck al lujo de Tara Erraught en la pequeña parte del pinche de cocina, pasando por el buen hacer de Helena Zubanovich como Jezibaba, Dmytro Popov como príncipe y Nadia Krasteva como la princesa extranjera. En suma una función redonda, de diez absoluto, de esas que hoy en día pocos teatros más allá de la Bayerische Staatsoper de Múnich pueden garantizar.