Savall Mozart Palau A.Bofill

Mozartwoche en Barcelona

Barcelona. 21/06/17. Palau de la Música Catalana. Temporada Palau 100. Wolfgang Amadeus Mozart: Las tres últimas sinfonías. Sinfonía núm. 39 en Mi b mayor, KV 543 (1788). Sinfonía núm. 40 en Sol menor, KV 550 (1788). Sinfonía núm. 41 en Do mayor, KV 551, “Júpiter” (1788). Le Concert des Nations. Manfredo Kraemer, concertino. Dirección: Jordi Savall.

Sin comerlo ni beberlo se ha vivido en Barcelona una hermosa Mozart Woche. Una intensa semana mozartiana con la coincidencia en el Liceu del estreno del Don Giovanni (lunes 19 -crítica firmada por Diego Civilotti- y martes 20 en un doble reparto crítica también reseñada en Platea Magazine), el miércoles 21 con este monográfico de sus últimas sinfonías con Jordi Savall al podio, y el jueves con escenas de Die Zauberflöte, concierto final del master del Conservatori del Liceu (crítica firmada por Roger Alier para Platea). Visto todo globalmente, le alegría de la coincidencia ha podido tener su cenit en esta cita interesantísima, todo un must para el melómano barcelonés, que ha podido ‘cerrar’ una gran temporada musical en el Palau con la visita del decano Savall al frente de su conjunto Le Concert des Nations.  La madurez artística del gran Jordi Savall iluminó esta velada como pocas veces, y demostró estar en un estado de plenitud musical para regocijo de los afortunados asistentes al Palau de la Música.

Interesante charla previa una hora antes del concierto, en el Petit Palau, entre el violangabista y el director artístico del Palau de la Música Catalana, Víctor García de Gomar, donde Savall habló de su carrera e influencias musicales, citó por ejemplo al gran Pau Casals como referente e instrumentista ejemplar. Al final de la charla se habló de la intención de dirigir estas tres últimas sinfonías de Mozart, sin solución de continuidad, como si fuera una gran sinfonía testamentaria. Aunque en el programa de mano si estaba anunciada una pausa después de la ejecución de la sinfonías números 39 y 40, Savall y García de Gomar anunciaron que se tocarían las tres sinfonías seguidas, sin aplausos entre cada una. Una idea que Savall le reconoce a García de Gomar y este último al recordado Nikolaus Harnoncourt, quien de hecho las grabó, (octubre 2013) para el sello Sony Classical con el título de “The last symphonies: Mozart instrumental's oratorio”, con la inte resante teoría de que se podían leer como una única y gran sinfonía final mozartiana. Aquí las últimas notas del programa, firmado por García de Gomar al respecto:

“Nikolaus Harnoncourt, en uno de sus últimas grabaciones, señala la posibilidad que Mozart viera una unidad en las tres últimas sinfonías y quisiera escribir un tipo de oratorio instrumental. Los argumentos: la número 39 empieza con una obertura (que no hay a las otras), mientras que la número 41 tiene un final más importando que las dos anteriores. La número 40, al no tener un inicio muy definido, siempre se ha visto con una excesiva originalidad en relación con el resto de sinfonías del compositor. Así, el ejercicio de escuchar las tres en una sola sesión es un viaje hacia el descubrimiento; siendo el finale de la número 41 el destino final de esta aventura musical.”

El hecho de que además, Savall anunciara en la charla previa que sería la primera vez que dirigía la sinfonía número 39, añadió interés y expectación al programa. También se ha sabido que Savall y Le Concert des Nations, la formación de instrumentos originales, fundado por el en 1989, está grabando estas tres sinfonías para sacarlas en breve al mercado discográfico.

Con un Palau felizmente lleno de público Jordi Savall empuñó la batuta e inició una velada emocionante y magnífica. El conjunto de Le Concert des Nations, vive un feliz momento, donde sus secciones suenan flexibles, armoniosas y extraen un sonido orgánico y vistoso. Las cuerdas vibrantes y teatrales, con el concertino Manfredo Kraemer, tuvieron chispa y colores, matices y dinámicas. El enfoque de contrastes en la sinfonía 39, donde Savall infundió un ritmo irresistible, alternando el estado solemne del Adagio inicial, para desarrollar el trabajo entre los movimientos, y acabar con un Finale: allegro lleno de espíritu y carisma, haciendo difícil el no poder aplaudir antes del inicio de la sinfonía número 40. Mención de honor al trabajo de los clarinetes, justos protagonistas de la sinfonía en la sección de maderas, con un sonido dulce y redondo que enamoró por la mezcla de naturalidad y facilidad en la ejecución. 

Funcionó el enlace con el inicio de la sinfonía 40, y ese comienzo Allegro Molto, extraño y casi crepuscular, que le da la tonalidad del sol menor y que funcionó a las mil maravillas en este movimiento. Savall leyó con profundidad y haciendo sobresalir una excelente flauta, y de nuevo los clarinetes. Algo del espíritu del Sturm und drang afloró con fuerza, una pátina que Savall exprimió con gran resultado. El inspirado Andante respiró con un cálido sonido, donde clarinete, flauta y fagot volvieron a brillar en sus intervenciones. La placidez del discurso, su fluir en las distintas secciones, y unas cuerdas rotundas consiguieron mantener la tensión conseguida en el famoso Allegro molto inicial. Algo de pérdida de intensidad pareció afectar el Menuetto, pero los oboes y las flautas emergieron con gracilidad en el diálogo con las cuerdas para precipitarse en el Allegro assai del último movimiento. Aquí Le Concert des Nations cerró con un nervio contagioso, todo el discurso de la sinfonía de manera fresca y empática. Savall incidió en los contrastes, respiró con su músicos y rubricó con majestuosidad una lectura llena de intensidad y carácter.

El desarrollo de las sinfonías interpretadas como un todo, orgánico y natural, se precipitó en la última sinfonía, la número 41 “Júpiter”, sinfonía solar, en su tonalidad extrovertida de Do Mayor, donde desde un inicio, Savall y sus huestes demostraron tener el discurso y su lectura medida y madurada. El extenso Allegro vivace inicial, sonó ampuloso y de grandiosidad casi barroca, con unas espléndidas trompetas, cerrando con teatral resultado el final del movimiento como el de una obertura operística. En su Andante cantabile siguiente, la lectura se tornó melosa y cantabile gracias a unos chelos y violines inspirados y llenos de vida. El sonido empastado de la cuerda se desarrolló con las intervenciones frágiles y hermosas de los vientos, oboes, flauta y fagotes se hicieron notar de nuevo, con las imponentes trompas que anuncian ya el Beethoven venidero.

Savall empuñó el discurso del Menuetto previo al último movimiento con buenos contrastes, como con los bonitos detalles de glissandi en las cuerdas enriqueciendo el cromatismo inherente de la partitura. El Molto allegro conclusivo, sirvió de cierre espectacular a una lectura vibrante y mórbida, donde orquesta y director demostraron una vez más la calidad del discurso y las ganas de reivindicar una lectura sinfónica mozartiana llena de vida y de luz. La maestría de la escritura y su famosa fuga final, se dosificaron con intensidad pero sin efectismos, con energía y sin aspavientos. La calidad del sonido de la formación, siempre empastada, siempre equilibrada, se graduó con grandeza y extroversión para cerrar casi dos horas de felicidad musical que cristalizó en una ovación del público que jaleó a los músicos con justicia y agradecimiento. 

Savall había dicho en la charla previa que este último movimiento le hacía pensar en la grandeza de Dios, si es que este existe. El sol mozartiano salió y se puso en el escenario del Palau de la Música Catalana, inmejorable celebración del Día de la música, con Jordi Savall como sumo sacerdote.  Ahora a esperar como agua de mayo las grabaciones de este todo unitario, grandioso y universal que son las tres últimas sinfonías de Wolfgang Amadeus Mozart.