Domingo Foscari Salzburgo 2017 MarcoBorrelli

 

El patetismo como arte

Salzburgo. 14/08/2017. Festival de Salzburgo. Verdi: I due Foscari. Plácido Doimngo, Guanqun Yu, Joseph Calleja, Roberto Tagliavini y otros. Mozarteumorchester Salzburg. Philharmonia Chor Wien. Dir. musical: Michele Mariotti.

Conviene distinguir el patetismo de lo patético. Ambos se refieren al pathos pero el primero a lo que conmueve y el segundo a lo que avergüenza. Plácido Domingo sigue conmoviendo audiencias y moviendo multitudes. Nunca había visto aplaudir a un artista de forma tan entusiasta nada más aparecer en escena, sin siquiera abrir la boca, obligando a parar la música unos instantes. Tal es calor, respeto y admiración que se profesa por Domingo en Salzburgo, donde es -quizá más que nadie- toda una institución de resonancias históricas. Y es que Domingo es, no en vano, historia viva de este festival.

Aunque suene ya a frase hecha, confieso que no deja de sorprenderme la longevidad vocal de Plácido Domingo. Este Francesco Foscari de Salzburgo ha sido netamente superior al que nos brindó en Valencia en 2013 y al de Barcelona en 2015, siendo ya éste muy superior al anterior. Descansado, en buena salud vocal, con la seguridad de tener la partitura -y sobre todo el texto- en el atril, Domingo hizo gala de sus principales y de sobra conocidas virtudes: un timbre de gloriosa proyección y admirable lozanía y un decir vivo y hondo, al servicio de una interpretación generosa, sentida y por momentos conmovedora. 

Escuchar en la voz de Domingo el amplio recitativo con que se presenta en el Consejo (“Oh patrizi, il voleste, eccomi a voi”) es viajar a otro tiempo, donde el decir mismo era ya música. Domingo verdaderamente revive a ese hombre desahuciado, al que no contentos con arrebatarle a su hijo quieren además sustraerle el trono. Su escena final fue imponente, primero con el vibrante “Questa dunque è l´iniqua mercede" y después con el hondo “Que bronzo ferale”. Teatro, teatro y más teatro, en manos de una voz que es ya historia y un intérprete que atesora oficio por arrobas. No por casualidad el público recibió en pie a Plácido Domingo en los saludos finales. Sigue siendo un fenómeno digno de estudio y admiración. 

Mariotti Foscari Salzburgo 2017 MarcoBorrelli

 

Domingo estuvo bien secundado por las voces de Joseph Calleja y Guanqun Yu. El primero tuvo evidentes problemas durante la primera mitad de la función para situar su voz en el paso, con un agudo que raspaba una y otra vez en las mismas notas. Si hacemos elusión de la resonancia un tanto caprina de su instrumento, cabe decir que su canto es tan limpio y elegante en la emisión como blando en la articulación. Algo semejante sucede con la soprano china, que convence netamente más en los pasajes temperamentales que en los contemplativos. Empezó la función con más empuje y poco a poco se fue desinflando, perdiendo firmeza y resolución en los extremos y ofreciendo un fraseo algo genérico. Del resto del plantel cabe destacar la labor siempre convincente del bajo italiano Roberto Tagliavini, una opción más que segura para estos roles.

Cada vez que escucho una representación bajo la batuta de Michele Mariotti me reafirmo en mi impresión de que es uno de los directores con más talento y porvenir del panorama actual. Las comparaciones son odiosas, pero al frente de este Verdi ha confirmado ser la única batuta italiana llamada a situarse en la estela de Abbado y Muti. En plena sintonía con las voces, buscando una evidente complicidad con el fraseo de Domingo por ejemplo, Mariotti firma una dirección tan cantabile como teatral, vibrante y al mismo tiempo delicada, llena de pequeños detalles que hacen grande a un director (prodigiosa la cabaletta del primer acto, junto al tenor). 

El joven maestro italiano saca oro puro de la Orquesta del Mozarteum, una formación muy capaz -ya la quisiéramos en España en muchas ciudades…- de la que es obligado resaltar la excepcional labor de su clarinetista y su primer viola, singularmente requeridos por esta partitura. Mariotti brega con el aire marcial, de música fácil y ramplona, que lastra aún algunas páginas del primer Verdi como estos Foscari, intentando así ofrecer el lado más inspirado y dramático de la pieza, elevando su talla y haciendo de ella una obra maestra del patetismo antes citado.