AnilloBayreuth2017 Enrico Nawrath Siegfried 

The millennial Ring

Bayreuth. 29-30/07 y 1-3/08/2017. Festival de Bayreuth. Wagner: Der Ring des Nibelungen. Ian Peterson, Markus Eiche, Daniel Behle, Roberto Saccà, Tanja Ariane Baumgartner, Caroline Wenborne, Nadine Weissmann, Albert Dohmen, Andreas Conrad, Günther Groissböck, Karl-Heinz Lehner, Alexandra Steiner, Stephanie Houtzeel, Wiebke Lehmkuhl, Christopher Ventris, Georg Zeppenfeld, John Lundgren, Camilla Nylund, Catherine Foster, Dara Hobbs, Christiane Kohl, Mareike Morr, Simone Schröder, Alexandra Petersamer, Stefan Vinke, Thomas J. Mayer, Ana Durlovski, Stephen Milling, Allison Oakes, Marina Prudenskaya. Dir. de escena: Frank Castorf. Dir. musical: Marek Janowski.

Estrenado en su edición de 2013, en el año del bicentenario del nacimiento de Wagner, este Anillo que nos ocupa pasará a la historia por su complejidad interpretativa y su grandiosidad escenográfica. Firmado por el director de escena berlinés Frank Castorf -con asistencia de Patric Seibert, responsable de las subsiguientes reposiciones- la producción ha brillado por su enrevesado universo iconográfico, con una idea de partida que toma el oro como espejo del petróleo, haciendo girar la acción en torno a su explotación como oro negro durante los dos últimos siglos. La presente reposición de 2017 supone ya su retirada, tras cuatro años en cartel.

La traslación histórica de escenas la divide Castorf de la siguiente manera: para Das Rheingold una estación de servicio en Texas, en la ruta 66, al más puro estilo Las Vegas años 50; para Die Walküre una estación de extracción petrolífera en Baku, Azerbaiyán, a finales del siglo XIX, la primera de la historia entonces en el Imperio ruso; para Siegfried, una suerte de parodia del Monte Rushmore -con las caras de Marx, Stalin, Lenin y Mao- durante la finalización de su construcción y la Alexanderplatz del Berlin separado por el muro; y por último, para Götterdämmerung, el Berlín del lado Este del muro donde se ve la parte trasera de Alexanderplatz, con un puesto de verduras y frutas y otro de kebab y por último la fachada de la bolsa de Nueva York, símbolo del nacimiento de Wall Street.

AnilloBayreuth2017 Enrico Nawrath Rheingold

 

Como puede comprobarse son imágenes muy poderosas que han supuesto una de las grandes bazas de esta laboriosa y vistosa producción. Hay que destacar el nombre del serbio Aleksandar Denić, el creador de esta escenografía que cobra un protagonismo físico e icónico primordial. Denić usa dos escenarios giratorios únicos para Das Rheingold y Die Walküre y los desdobla en varias escenas, primordialmente en dos, tanto en Siegfried como en Götterdämmerung, dando una sensación de variedad espacial y facilitando la siempre difícil traslación de escenas de la larga historia del Ring

También hay destacar el vestuario, kitsch y alocado en Das Rheingold, imaginativo en Die Walküre, protagonista (con un pájaro del bosque espectacular) en Siegfried y también kitsch y algo macabro (las tres nornas como tres brujas de vudú) en Götterdämmerung. Todo este cuidado y vistoso trabajo está firmado por Adriana Braga Peretzki. También es obligado resaltar el trabajo de luces de Rainer Casper, recreándose con los reflejos de la piscina en Das Rheingold o con los dorados y la multicolorista escenografía de Siegfried. Y last but not least, el complejo trabajo de realización con multicámaras y videos proyectados de Andreas Deinert y Jens Crull, quienes multiplican los efectos de los movimientos escénicos e inciden sobre todo en la filigrana visual de la puesta en escena, dando forma y varios puntos de vista a más de una acción a la vez, caso paradigmático del motel en Das Rheingold, donde la saturación de movimientos y acciones paralelas pueden incluso agotar al espectador más atento.

A todo esto, ¿dónde queda el trabajo dramatúrgico de Frank Castorf? Nadie le puede negar la potencia y capacidad técnica y profesional del equipo antes citado y es cierto que quien de grandes especialistas se rodea, gran resultado consigue. Castorf moldea la historia con su perspectiva radical y anárquica. Su deconstrucción de los mitos, su irónica mirada de las relaciones personales o su feísmo costumbrista se adhieren realmente bien a una historia donde la ambición, los celos, las peleas familiares y la miseria humana se desdoblan y multiplican sin fin. En mitad de este devenir fatalista donde la esperanza parece no existir, Castorf busca noquear al espectador con un bombardeo de imágenes que estimulen todavía más si cabe su imaginación, llegando a bloquearlo. Con Das Rheingold en particular, pero sin duda con todo el Ring en general, hay un impacto visual tan poliédrico e ininteligible para unos como fascinante y sugerente para otros, que este Anillo bien merece verse en sucesivas ocasiones.

Un rasgo destacado de este Anillo es ese espíritu ecléctico tan propio de la hoy llamada generación millennial, a la que parece interpelar de hecho con su propio y sobredimensionado lenguaje visual. A su favor juega también ese consumado virtuosismo técnico, con una escenografía rotatoria que transforma la propia producción en una suerte de Ring escénico. En contra, no obstante, de sus ambiciones cabe mencionar su radical sentido de la anarquía visual, que obliga a dejarse llevar o a saturarse sin remedio con un trabajo que no da tregua. Con todo es sin duda la producción del Ring con más personalidad de la historia del s.XXI en Bayreuth. Las anteriores, firmadas por Jurgen Flimm (2000-2004), o la de Tankred Dorst (2006-2010) palidecen un tanto ante este Ring del bicentenario, que ha brillado con luz propia desde su estreno en 2013.

AnilloBayreuth2017 Enrico Nawrath Walkure

 

Es necesario recordar que este Ring, en su apartado musical, ha variado considerablemente desde su estreno. En 2013 lo dirigió con éxito Kirill Petrenko, debutando entonces en la sagrada colina. En aquel momento todavía no había sido elegido como sucesor de Rattle en Berlín y contó con un reparto de cantantes que casi nada tiene que ver ya con el visto estos dos últimos años en Bayreuth bajo la batuta de Marek Janowski. El veterano maestro alemán cambió de hecho casi todos los solistas y escogió a tres cantantes diferentes para las partes de Wotan/Wanderer, algo que no sucedía en Bayreuth desde 1988.

El trabajo de Janowski, en la linea de los grandes especialistas wagnerianos de tradición germánica, es sin embargo muy diferente del de colegas como Christian Thielemann, el director musical del Festival de Bayreuth. Su rapidez en los tempi, su concisión dramática y su ajustada lectura poética, nunca sentimentalista ni efectista, pero sobretodo su quirúrgica atención a la maravillosa orquestación y los colores de las diferentes secciones han dado como resultado este último año una lectura vibrante y muy atractiva, superior a la de la pasada edición.

Del largo equipo de solistas destacó por méritos propios la Brünnhilde de Catherine Foster, en su mejor interpretación de estos cinco años como hija de Wotan. La soprano británica ha evolucionado, presentando un instrumento opulento, generoso y brillante que este verano ha sonado como nunca. Riqueza y profundidad en el fraseo, registro amplio y contundente, expresividad y credibilidad en una regie nada fácil de asumir desde el escenario. Sus dúos con Wotan en Die Walküre o el final de Siegfried, con un despertar y un dúo de amor como no han sonado en años aquí, por no hablar del final del Götterdämmerung, sin duda han sido momentos memorables, de esos que se la recordarán en la verde colina.

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A su lado el heroico instrumento del Siegfried de Stefan Vinke recordó a tiempos pasados del Festival. Con un timbre de fortaleza inalterable, adecuado estilísticamente, un registro superior notable y una expresividad ajustada, Vinke ha sido el mejor Siegfried del Bayreuth del siglo XXI. El Wotan solemne y humano de John Lundgren de Die Wälkure, sin problemas de tesitura y un timbre robusto y singular, ensombreció el Wotan demasiado convencional de Ian Paterson en Das Rheingold, sin brillo en los agudos y un fraseo poco incisivo.

De menos a más fue el Alberich siempre fascinante en lo vocal y efectivo en lo actoral de Albert Dohmen, quien ha firmado la gesta de haber cantado Wotan y Alberich en las dos últimas producciones del Anillo en Bayreuth. Destacó también la pareja de welsungos, la Sieglinde lírica -quizás demasiado- de una delicada Camilla Nylund junto al Sigmund intimista de Christopher Ventris, muy compenetrados y de lograda combinación tímbrica en el empaste de sus voces. Georg Zeppelfend fue un Hunding notable, con su voz oscura y generosa, junto al arisco instrumento del Hagen de Stephan Milling, ideal como el maligno gibichungo. Ellos dos han sido los mejores bajos de esta Tetralogía.

El público reconoció también la implicación y buen trabajo de Günther Groissböck como Fasolt, la Erda de Nadine Weismann, la Waltraute de Marina Prudenskaya o la Gutrune de Allison Oakes, todos ellos con unas prestaciones notables pero no al primer nivel de otros solistas menos aplaudidos como la Fricka impoluta de Tanja Ariane Baumgartner o el más que solvente Mime de Andreas Conrad. Las hijas del Rhin enlazaron sus colores con la seducción necesaria, destacando el trabajo de la expresiva Wellgunde de Stephanie Houtzeel, quien también fue una llamativa segunda Norna y sobretodo el atractivo color y calidad de la voz de Wiebke Lehmkuhl como Flosshilde además de primera Norna.

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