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Bajamar liceísta

Barcelona 12/04/2016. Gran Teatro del Liceu. Verdi: Simon Boccanegra. Leo Nucci (Simon), Barbara Frittoli (Amelia), Josep Bros (Gabriele), Vitalij Kowaljow (Fiesco), Àngel Òdena (Paolo), Damián del Castillo (Pietro), Francisco Vas (Capitán). Dirección de escena: José Luis Gómez. Dirección musical: Massimo Zanetti.

No parecía un estreno especial: producción ya vista en el teatro la Temporada 2008/09, un Leo Nucci capitaneando un reparto interesante sin estridencias, una batuta especialista pero poco mediática y en definitiva, un estreno a la sombra de la próxima función del sábado 23 de abril, donde Plácido Domingo celebrará sus 50 años cantando en el Liceu. Pero la ópera siempre tiene sus sorpresas y nada más apagar luces, antes del comienzo de la función, la directora artística de la casa, Christina Scheppelmann, salió micro en mano a anunciar lo que por prensa se sabía desde primera hora de la tarde: Fabio Sartori, el tenor que debía cantar Gabriele Adorno, por indisposición vocal cedió la función del estreno al tenor catalán Josep Bros, quien además estrenaba rol con esta función. Para el gran público del Liceu, Josep Bros es lo más parecido al tenor de la casa, no en vano desde la reinaguración del teatro de la Ramblas en 1999, Bros ha sido en este escenario un recordado Tamino, Arturo, Edgardo o Ferrando, entre otros. Expectación y murmuros en la sala.

La ópera comenzó con timidez desde el podio algo insulso del italiano Massimo Zanetti, quien con un prólogo más bien discreto intentó sacar punta a un partitura de una riqueza sinfónica exigente a la altura de la revisión hecha por un Verdi ya maduro que impregnó en la obra una suerte de espejo orquestal del mar como estado de ánimo de los personajes. La batuta del italiano se movido entre la gris corrección y puntuales destellos de calidad, como en la ostentosa escena del Senado y concertante final del primer acto, el icónico dúo de Simon con su hija María, o el de Amelia-Maria con Gabriele. De justicia destacar la labor de metales y contrabajos, de nuevo con un sello de calidad por encima de otras secciones. En resumen, la batuta de Zanetti cerró una labor poco más que satisfactoria que mereció un cordial aplauso final.

Hablar del Simon Boccanegra de Leo Nucci es hablar de historia viva de la interpretación de este rol en los últimos 28 años, ahí es nada. Este rol rico y complejo que vive un viaje personal y vocal exigente, flanqueado por cuatro personajes de comprometidas prestaciones aquí saldadas de desigual manera, lo interpretó con su habitual solvencia y recursos. A sus 73 años, cumple 74 este próximo 16 de abril, Nucci sigue haciendo gala de una tesitura flexible, proyección generosa y una seguridad en el registro agudo más que elogiosa a su edad, pero también es verdad que la interpretación del personaje tiene algo de piloto automático, que no se recrea en los matices del inefable dúo con su hija, o en sus dúos con Fiesco o en una muerte que más que emotiva fue cumplidora. Nucci sigue siendo un cantante seguro y fiable, con un timbre que ha perdido el brillo y esmalte lógico por el desgaste de la madurez, pero que merece todos los elogios y respetos por seguir siendo un representante de la mejor tradición italiana de la noble voz del barítono verdiano por antonomasia. A su lado destacó la labor del Fiesco de Vitalij Kowaljow, quien con un Il lacerado spirito redondo y homogéneo aunque poco emotivo, supo aprovechar en sus dúos con Simon y Gabriele los recursos de una voz de bajo barítono de color agradable, medida potencia y proyección idónea.

No pudo ser más reconfortante el rol-debut de Josep Bros, avisado el mismo día del estreno a las diez de la mañana y debutando sin haber hecho ni un ensayo con el equipo vocal. La experiencia y seguridad del tenor catalán se notaron desde el principio, emisión sin fisuras, timbre incisivo y control del registro con un aria coronada por la ovación de un público rendido. Fraseo y estilo fueron sus mejores bazas por encima de algún agudo en forte algo duro y un leve vibrato ocasional. Bravo también por el Paolo del barítono de Tarragona, Àngel Òdena, quien supo aprovechar el dibujo algo extraño de una personaje que anticipa al futuro Yago del Otello, con una voz rotunda, color oscuro y brillantez tímbrica con un voz fresca y sana que denota un gran momento de madurez vocal. La muy querida en el Liceu, soprano italiana Barbara Frittoli no tuvo su día, pues apareció desfiatada en su preciosa escena aria inicial del primer acto, con parón incluido… agudos destemplados, sonido forzado en los fortes y visible nerviosismo general que no la dejaron mostrar sus mejores armas. Aún así el timbre perlado apareció en algunos momentos con medias voces bien filiadas (dúo con Simon) y un lirismo cuidado como en su dúo con Gabriele, pero fueron momentos puntuales de una prestación general discreta, lejos de sus elogiadas visitas anteriores como Liu o Adriana Lecouvreur.

Solventes los particchini de Damián del Castillo como Pietro, Francisco Vas como Capitán y la elegante Raquel Lucena como sirvienta de Amelia. Hay que reconocerle el logro estético minimalista y bien iluminado por Albert Faura, de esta puesta en escena atemporal firmada por José Luís Gómez, quien perfila con cuidado y concentra una escenografía cambiante y gris en los vaivenes políticos y personales de la psique de los protagonistas. La atmósfera marítima se insinúa más que se ve, pero el resultado global es de una sobriedad y austeridad bastante acorde con una historia oscura y masculina donde el trasfondo de la lucha de poderes y una doble historia de amor, se entretejen en un libreto confuso que necesita concisión escénica como la que firma Gómez. Mención final para la labor del coro a manos de Conchita García, con un trabajo espléndido de las secciones masculinas y femeninas, que indica el buen estado de forma de la formación liceísta.