• © A. Bofill
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BIENVENIDOS AL CIRCO

Barcelona. 07/11/2015. Gran Teatro del Liceo. Berlioz: Benvenuto Cellini. John Osborn (Benvenuto Cellini), Kathryn Lewek (Teresa), Maurizio Muraro (Balducci), Ashley Holland (Fieramosca), Eric Halfvarson (Clemente VII), Lidia Vinyes (Ascanio), Francisco Vas (Francesco), Valeriano Lanchas (Bernardino), Manel Esteve (Pompéo), Antoni Comas (Hostelero). Dirección de escena: Terry Gilliam. Dirección musical: Josep Pons.

El otrora componente de Monty Python, Terry Gilliam, firmó hace ya varios años esta polémica producción de Benvenuto Cellini por encargo de la English National Opera. La polémica en cuestión tuvo más que ver con los desorbitados costes en los que abundó que con la consistencia propiamente dicha de la producción. Lo cierto, sin embargo, es que la producción se ha alquilado ya a numerosos teatros, terminando por ser viable en sus números. Llegaba así al Liceo, en un empeño personal de Christina Scheppelmann, que ha defendido a menudo la producción como uno de los principales atractivos de la presente temporada en el Liceo.

A decir verdad, abusa Gilliam del elemento circense, aunque su trabajo tiene la virtud de sostener en pie una obra que es irregular y que no está entre lo más acabado de Berlioz. Gilliam peca a menudo de un exhibicionismo un tanto vacuo que tiende a describir un espectáculo paralelo para el que la música de Berlioz acaba siendo secundaria. El dibujo de los personajes es débil, aunque no es menos cierto que lo estereotipado del argumento ofrece poco margen para ir más allá. 

En el foso Josep Pons firma el que seguramente sea su mejor trabajo hasta la fecha en el Liceo. Y lo hace precisamente con una obra en la que su esmero luce poco, eclipsado por el constante ir y venir de una puesta en escena algo histérica, por un lado, y por la desigual fortuna de la música, por otro. Estamos ante una partitura de inspiración desigual, difícil de domeñar, exigente con la orquesta y en la que Pons, aunque sin mayor fantasía, demuestra por fin ese oficio que tantas veces se le ha elogiado pero del que no siempre ha dado evidencias en estos años en el coliseo de las Ramblas. También la orquesta sonó más compacta y firme en esta ocasión, aunque falta todavía de personalidad, de vuelo y de una destreza más acabada. La partitura de Berlioz, por cierto, se ofrecía bastante recortada, quizá en exceso aunque en beneficio de la agilidad y viabilidad del espectáculo.

En el papel titular John Obsorn demuestra destreza y familiaridad con este repertorio. Se antoja cómodo con el lenguaje de Berlioz, aunque lejos de una lectura virtuosa o digna de un mayor elogio, como la que sin ir más lejos firmaba hace apenas unos años Gregory Kunde, en senda versiones en concierto registradas en disco, con Nelson y Davis a la batuta, respectivamente. Por no hablar de las anteriores referencias en el rol, como el mítico Nicolai Gedda o Alain Vanzo, que fue quien lo encarnó en el Liceo en esas lejanas funciones de 1977. Junto a él y en el papel Teresa, Kathryn Lewek no fue mucho más que una soubrette de timbre minúsculo, de canto tan limpio como inane, lastrada en suma por un fraseo plano y un instrumento de pocos quilates. Aunque voluntariosa, los límites de partida lastran en su caso sin remedio el resultado final. Extrañamente, y sólo para esta primera función de estreno, para el papel de Ascanio se recurrió a Lidia Vinyes y no a Annalisa Stroppa, la cantante titular del papel para el resto de funciones, a excepción de la última. Memorable, en fin, el Papa Clemente VII encarnado por el veterano Eric Halfvarson, con una sorna y un sentido del humor atinadísimos, perfectamente involucrado en el lenguaje de la producción. Intachables por último los solventes comprimarios, sobre todo algunos habituales de la casa como Francisco Vas (Francesco) o Manel Esteve (Pompéo).