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Prokofiev cinematográfico

Oviedo. 20/04/2016. Auditorio Príncipe Felipe. Prokofiev: Iván el terrible. Solistas: Olesya Petrova, Egils Silins, Andrejs Žagars. Orquesta Oviedo Filarmonía. Coro Fundación Princesa de Asturias. Director: Marzio Conti.

Iván IV Vasílievich, primer Zar de Rusia, terminaría ganando por méritos propios el sobrenombre de “el terrible”. Conspiraciones, asesinatos y traiciones eran para él meros detalles de la vida palaciega o, al menos, comenzaron a serlo desde que con apenas 8 años vio a su madre morir envenenada a manos de rivales políticos. La sistemática pérdida de todos sus seres queridos forjó en Iván una personalidad oscura y psicótica que -cuatrocientos años más tarde- serviría de inspiración al director ruso Serguéi Eisenstein para llevar su vida a la gran pantalla. En su discurso artísico Eisenstein defendió siempre la importancia de la música dentro del montaje cinematográfico y, tras el éxito cosechado con Alexander Nevsky, el cineasta estaba decidido a confiar en el mismo compositor para la banda sonora de su proyecto sobre el zar. Hablamos, nada menos, que del célebre Serguéi Prokofiev, con quien Eisenstein conseguiría, una vez más, firmar una colaboración impecable.

Resulta innegable que la obra adquiere su máximo interés cuando uno la disfruta en su totalidad: viendo la película y escuchando a la vez su imponente banda sonora. No sólo por el preciosismo de las imágenes logradas por Eisestein, sino por la magistral capacidad del cineasta para combinar secuencias de video con fragmentos musicales, encajándolo todo dentro de una métrica perfecta que, incluso a día de hoy, sigue siendo motivo de admiración para todos los cinéfilos. Pese a todo, la adaptación que Abram Stasevich escribió de esta banda sonora – y que el público ovetense pudo escuchar el pasado miércoles- se olvida del video, y da a la música compuesta por Prokofiev una estructura de cantanta, permitiendo así su interpretación dentro de las salas de concierto. Esta disgregación entre música e imágenes, que si bien resulta interesante por lo genial de lo compuesto por Prokofiev, no puede evitar despojar a la obra de una parte de su mensaje, obligándola a perder fuerza e interés a partes iguales. El argumento de la historia se deja en manos del narrador, una parte que, en el concierto que nos ocupa, estuvo sobradamente cubierta con el buen hacer de Andrejs Žagars, quien leyó su parte –escrita en ruso- con evidente dramatismo e intención. En este sentido habría resultado muy positiva la inclusión de un sobretitulado, que podría haber liberado al público de estar leyendo constantemente la traducción desde el programa de mano. Otra opción, de seguro más polémica, habría sido traducir directamente los textos declamados por el narrador, tal y como se hizo en su momento para un concierto de la Orquesta Filarmónica de Málaga.

Sobre el escenario, el trío de protagonistas se completó con la mezzo Olesya Petrova y el bajo-barítono Egils Silins. En contraste con Silins, Petrova disfrutó de una partitura llena de intervenciones, que le permitió mostrar todas sus capacidades como mezzo y que, si no atenemos a lo escuchado, parecen no ser pocas. La cantante rusa abordó su parte con acierto, familiarización y apoyada en todo momento por unos medios que se evidenciaron contundentes y bien trabajados. Por su parte, el afamado Egils Silins hizo lo propio en su breve intervención como Fiódor; apenas unas páginas que, pese a ser solventadas por Silins con la eficacia que se le suponía, no sirven de justificación para el esfuerzo económico que habrá supuesto desplazar a un cantante como él hasta Oviedo. Sin duda es una lástima no haber podido escucharle abordando una parte más extensa.

Desde el podio Marzio Conti fue el encargado de alzar la batuta frente a la agrupación de la que lleva largo tiempo siendo titular: la Oviedo Filarmonía. En esta ocasión la visión de Conti no terminó por convencer del todo, especialmente en el plano dinámico, donde el director italiano mantuvo un sonido agresivo y rotundo pero escasamente balanceado. Así pues, en demasiadas ocasiones resultó imposible escuchar a la –ya de por sí poco numerosa- sección de violines de la OFI, que terminó sepultada bajo los fortísimos de la percusión y el viento metal. Es evidente que con su forma de dirigir Conti buscaba acercar la sonoridad de su orquesta a los ideales predicados con frecuencia por las formaciones rusas, de las que es habitual escuchar un sonido denso y pesado. No obstante, las intenciones no terminaron por traducirse en resultados y, al menos en opinión de quien firma, habría sido preferible escuchar un sonido menos pretencioso por parte de Conti y más dado en atender a matices y sensibilidades que, de haberse buscado, podrían haber tenido gran relevancia en la obra. Por su parte, el Coro de la Fundación Princesa de Asturias reclamó su parte de protagonismo poniendo al servicio de la obra un material vocal de importancia, bien empastado y perfectamente capaz de resolver con solvencia sus múltiples intervenciones. Así pues, alguna que otra limitación evidenciada en el tercio agudo fue rápidamente compensada con la gran presencia vocal que posee la agrupación en las partes centrales e incluso graves del registro. Fue precisamente una intervención del coro la que puso fin a este concierto, uno más dentro de las Jornadas G Iberni y que será sucedido por el recital que este próximo lunes ofrece el pianista Denis Matsuev sobre el mismo escenario.