Barbiere ABAO MorenoEsquibel

 

La veteranía es un grado

Bilbao (14/05/2016). Palacio Euskalduna. 64 Temporada de ABAO-OLBE. Rossini: El barbero de Sevilla. Marco Caria (Figaro), Annalisa Stroppa (Rosina), Michele Angelini (Almaviva), Carlos Chausson (Don Bartolo) Nicola Uliveri (Don Basilio) Susana Cordón (Berta) Dirección de Escena: Emilio Sagi. Dirección Musical: José Miguel Pérez-Sierra.
 
Varios temporadas españolas (por ejemplo, en febrero en la del Maestranza de Sevilla, estos días en ABAO y en el Principal de Palma de Mallorca) han conmemorado este año el segundo centenario del estreno el 20 de febrero de 1816, en el Teatro Argentina de Roma, de Il barbiere di Siviglia. La obra más conocida de Gioachino Rossini, y una de las de más tirón popular del repertorio operístico, mezcla con sabia inteligencia una trama simpática y atemporal (libreto de Cesare Sterbini) y una música vibrante y hermosa. Si se sirve con un buen conjunto vocal, un director y orquesta solventes y una puesta en escena adecuada, el éxito está garantizado.
 
ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) ha reunido para las representaciones que cierran su 64 Temporada, un buen plantel de cantantes y músicos y los resultados empezaron a dar sus frutos el pasado sábado, día 14, primera representación de las cinco programadas del título. El público salió contento del Palacio Euskalduna y hubo calurosos aplausos al final de la representación. Y es que el espectáculo ofrecido fue de gran interés. No vamos aquí a repasar el argumento de la ópera pero conviene recordar que el personaje que da título a la obra, Figaro, es el hilo conductor de la trama, el intrigante que consigue que los enamorados Almaviva y Rosina estén juntos desbaratando los planes de Don Bartolo. Esa preeminencia se la otorga ya Rossini cuando la primera aria de enjundia de la ópera es el famoso “Largo al factotum” que canta el barbero como presentación al público. Marco Caria es un barítono de indudable calidad, con una voz bien modulada y fácil proyección, de bello timbre; aunque cantó sin dificultad este aria de presentación, le faltó un poco más de arrojo, de dibujo más preciso y picaresco del personaje. Su Figaro fue siempre elegante y señorial, lejos de otras versiones más bufonescas que se pueden ver y escuchar. Más comprometido actoralmente se le vió en su dúo con Rosina “Dunque io son?”, siempre mostrando esos buenos medios vocales de que dispone. Muy bien en su estreno en las temporadas de ABAO de la mezzo Annalisa Stroppa (entrevistada en Platea precisamente estos días) con una voz verdaderamente adecuada para el rol de Rosina, con un timbre oscuro y bello. Stoppa no tuvo dificultades en toda la tesitura, y demostró que su voz corre sin problemas. Estuvo encantadora en su presentación con la conocida “Una voce poco fa” y brilló en el dúo con Figaro y sobre todo en su rondó “Contro un cor”, siempre demostrando un dominio claro y preciso del papel y sus dificultades vocales. Actoralmente destacó por su soltura en el escenario y en la su caracterización del personaje, dando una imagen de mujer que lucha por lo que ama y por su libertad.
 
El tenor norteamericano Michele Angelini ya demostró su valía como Almaviva en las representaciones del Barbero en el Teatro de la Maestranza de Sevilla este mismo año. Tiene gusto para el canto, un timbre de tenor ligero muy bello, facilidad para el agudo (excelente en su intervención en la ronda del primer acto) y dominio de la coloratura endiablada de “Cessa de più resistere” aria con la que casi concluye la ópera. Pero su volumen resulta bastante escaso y esto es más evidente en un espacio como el del Euskalduna, un teatro nada apto para sus condiciones. Quizá se esperaba un poco más de Nicola Uliveri en esa aria de tanto lucimiento como es “La calunnia”, verdadera joya creada por Rossini para la cuerda de bajo. No es que la cantara mal, en absoluto, y la buena escenificación que le regala Sagi, le ayudó mucho, pero le faltó garra, contundencia, la maldad que la letra demanda. Aún así fue un don Basilio que no desentonó del buen tono general. Excelente actoralmente y muy desenvuelta en su bella aria la Berta de Susana Cordón que levantó cariñosos aplausos del público. Muy bien Alberto Arrabal como Fiorello y con indudable potencia vocal el oficial de David Aguayo. Cumplidora y simpática la sección masculina del Coro de Ópera de Bilbao, más destacado vocalmente en su primera intervención del primer acto.
 
Dejo para el final de este repaso al elenco vocal el comentario sobre el zaragozano Carlos Chausson que defendía el papel de Don Bartolo. A él va dirigido el título de esta crónica el cual resume todo lo que pudimos disfrutar el pasado sábado. Chausson se transforma en Bartolo, se apropia de él, lo hace suyo y lo maneja a su antojo. Su doctor es bufo pero no ridículo, es gracioso pero no espantajo, es, a mi modo de ver, perfecto. Y vocalmente fue lo más destacado de la representación por la calidad de su voz, a la que no mella el paso del tiempo, con una dicción perfecta, una proyección a prueba de bombas (lease Euskalduna) y un canto plenamente rossiniano. Una lección de veteranía y buen hacer.
 
Se puede decir que el maestro José Miguel Pérez-Sierra es un habitual en el podio de ABAO. Cierra esta temporada y abrirá la próxima dirigiendo Lucrezia Borgia de Donizetti. Como se ve, siempre en el medio belcantista. Y es que Pérez Sierra entiende perfectamente este género y brinda versiones en las que, sobre todo, se nota el respeto por la partitura, la intención de dejar fluir la música sin imponer marcas propias que quizá puedan darle a él más protagonismo pero que se la quitan al compositor. Este respeto se brinda también a los cantantes a los que acompaña y realza desde el foso, y aunque hubo algún desajuste puntual en los pasajes más comprometidos, estoy seguro que se irán limando según pasen las representaciones. Desde una buena obertura, la música siempre brilló alegre y vivaz, dando adecuado fuelle a la comedia que se representaba en el escenario. Una impecable Orquesta Sinfónica de Navarra actuó a sus órdenes y nos brindó calidad instrumental en todas las secciones pero especialmente en la de cuerdas.

Emilio Sagi tuvo que disfrutar mucho creando esta  conocida producción que se estrenó en el Teatro Real. La alegría, la luz, el color, dominan la representación, apoyadas en una escenografía modular y muy eficaz pensada por Llorenç Corbella, un espectacular vestuario atemporal de Renata Schussheim, una excelente iluminación de Eduardo Bravo y una eficaz coreografía de Nuria Castejón. Algunos pueden pensar que hay un abuso por parte de Sagi de la figuración que invade casi cualquier momento de la obra (en las calles de Sevilla del primer acto, sobre todo) pero todos se mueven con gracia y soltura, la dirección de actores es de primera y el final un poco naif llena de color y belleza el escenario. Un acierto absoluto que da brillo a una obra inmortal.