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A RITMO DE JAZZ

Oviedo. 23/05/2016. Auditorio de Oviedo. Obras de Schumann, Tchaikovski y Rachmaninov, entre otros. Denis Matsuev, piano.

Tras verse obligado a posponer la fecha original por motivos de salud, el pianista Denis Matsuev visitó por fin Oviedo este pasado lunes, ofreciendo al público carbayón un interesante recital que contó con la presencia de autores tan destacados como Schumann, Chaikovski o Rachmaninov. Un selecto repertorio confiado en las manos de un intérprete consumado; poco más puede pedirse sobre el papel a un recital pianístico que, gracias al buen hacer de Matsuev, logró posicionarse como uno de los mejores que ha visto el Auditorio de Oviedo esta temporada. No cabía esperar otra cosa de alguien que, como éste pianista ruso, ostenta desde hace nada menos que dieciocho años un primer premio en el prestigioso Concurso Chaikovski.

Las conocidas Kinderszenen -o escenas infantiles- compuestas por Schumann fueron las encargadas de abrir el concierto. Esta serie formada por trece breves piezas de relativa sencillez técnica, que no expresiva, fueron interpretadas por Matsuev con gran intencionalidad, cuidado en las dinámicas y en los tiempos. Así pues, al pianista se le vio disfrutar liberando todo el potencial musical que encierran algunas de las escenas que conforman estas Kinderszenen como “El niño mimado”, “Casi demasiado serio” o “Ensueño”. Obras breves que, tal y como Matsuev demostró este pasado lunes, distan mucho de ser meras “piezas fáciles” o “Leichte Stücke”, nombre que el propio Schumann había pensado en un primer momento para ellas.

Entrada ya la media hora de concierto, y una vez terminadas las 13 escenas infantiles, Matsuev optó por dotar de cierta continuidad a toda la primera parte del programa, comenzando sin ninguna pausa la primera de las 8 piezas que conforman la Kreisleriana op.16, también firmadas por Schumann. Algunas, como la primera “Extremadamente movido”, o la séptima “Muy rápido”, aportaron un punto dramático y algo más técnico al tiempo que restaba antes del descanso; otras, como la segunda “Muy íntimo y no demasiado rápido” demostraron que en el piano de Matsuev la técnica se aleja de alardes vacíos y se encuentra siempre supeditada a un fin muy concreto, la acertada exposición de una melodía por sencilla o compleja que pueda resultar su interpretación.

Ya tras el descanso el programa ganaba en fuerza y densidad; primero con Meditación, op. 72 -no.5- y después con Dumka, op.59 de Tchaikovski, autor que sirvió al programa para tender un puente temporal entre el romanticismo puro de Schumann, visto en la primera parte, y el desarrollado por Rachmaninov, quien continuó siendo romántico en una época que ya buscaba arrastrarle hacia derroteros mucho más modernistas. De este compositor fue especialmente destacable la interpretación lograda por Matsuev en los dos Preludios, op.23 no.5 y op.32 no.12, previstos en el programa. Auténticos diamantes en bruto que el pianista ruso supo engarzar con la precisión del mejor joyero. Así pues, Matsuev logró en ellas un acabado brillante, contundente y verdaderamente apasionado. Todo ello le llevaría poco después a concatenar una larga serie de propinas que se inició con una delicada interpretación de La cajita de música, Op.32 de Anatoly Lyadov, cuajada de impecables pianissimi, seguida del Estudio Op.76 no2 de Sibelius, el Estudio Op.8, no.12 de Skriabin y, por último, una versión propia de Take the A train de Duke Ellington. Un doble salto, hacia América y hacia la modernidad, que demostró al público la mejor forma de cerrar un recital de este nivel: hacerlo a ritmo de jazz.