Savall agosto 

Jordi Savall: "En la música no cabe la mentira"

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Llegar a casa del maestro Savall en Bellaterra es llegar a un lugar apacible donde sorprende un enorme y dócil perro que nos da la bienvenida. Jordi Savall nos recibe afable y relajado para conversar al lado de su imponente biblioteca, llena de libros y por supuesto, de partituras que no duda en enseñar en medio de sus respuestas, ilustrando sus ideas y argumentos. Hablar con él es como un bálsamo; la experiencia y profundidad de sus palabras reconfortan y seducen, tanto por la tranquilidad con que expresa sus opiniones como por la seguridad y hondura que irradía un artista como él, en la plena madurez de su carrera. Una reconfortante charla, pues, con una figura de importancia histórica, precisamente ahora que cumple 75 años de edad.

Siempre enfrascado en nuevos proyectos, volverá a dirigir ópera, la temporada que viene en el Liceu. ¿Qué nos puede decir al respecto?

Tenemos dos proyectos muy bonitos, Il Teuzzone de Vivaldi en febrero y taambién en 2017, aunque en noviembre, presentaremos esta vez escenificada, la ópera Alcyone de Marin Marais, lo cual me hace mucha ilusión. Il Teuzzone es una obra que descubrí después de haber dirigido Il Farnace, Vivaldi es un compositor fabuloso para las voces, su éxito con la música instrumental, sobretodo por las Cuatro estaciones, ha hecho que sus composiciones operísticas hayan quedado relegadas en un segundo plano y sin embargo es un gran compositor de ópera. Il Teuzzone es además una obra muy especial, con una historia que ocurre en China, con una trama muy barroca pero muy bien definida, donde el carácter de los personajes están francamente bien dibujado con las voces. Aunque será una presentación semi-escenificada me hace mucha ilusión porque es una ópera importante.

Ya que menciona lo de ópera semi-escenificada. ¿Qué opina de esta opción, cuando la ópera es también eminentemente un arte visual y escénico?

Es curioso, dirigiendo esta temporada The Fairy Queen en el Auditori, tuve la sensación de que al no haber escena, disfrutas todavía más de la música. Porque puedes conseguir una fuerza del sonido, de la profundidad de la obra que no te distrae por ningún efecto secundario. Cuando la partitura es de gran calidad, esto es algo sensacional. Yo casi diría que disfruto más incluso; y puede que me cree enemigos por decirlo. Pero en casos como el de The Fairy Queen, con esa música de tanta calidad, dando la prioridad a los colores de la obra, a los recitados, la obra tiene ya en sí misma una fuerza única. 

¿Quiere decir que una versión semi-escenificada permite dar alas a la imaginación del espectador?

Es como cuando lees una novela fantástica y años más tarde vas a ver su versión en cine y quedas totalmente decepcionado. Porque la novela te ha hecho viajar a un mundo sin fronteras ni límites y después en el film está todo más concentrado, más simplificado, y muchas veces hechas a faltar cosas. Esto mismo me pasa muchas veces con la música. No me da miedo dirigir Il Teuzzone en concierto porque tengo la certeza de que su música tiene la suficiente energía y capacidad de hacernos imaginar lo que pasa. Además, esta ópera ya la hemos hecho antes y la conocemos bien, de modo que no será exactamente una versión en concierto, puesto que habrá movimientos, entradas y salidas, etc. Evidentemente, cuando uno puede hacer una puesta en escena, como hicimos con Gilbert Deflo y el Orfeo de Monteverdi, entrando profundamente en el mundo de esa época es una oportunidad genial. 

Entiendo que muchas veces el director de escena ha de demostrar lo que es capaz de hacer, pero también creo que hoy en día se exagera un poco esta dimensión. Si miras los presupuestos de una obra te preguntas: ¿qué hay de la música? No es ni una quinta parte de lo que cuesta la producción de una ópera; es decir, que en la parte más importante es en la que menos se invierte. Debería existir un equilibrio.

En todo caso, es cierto que cuando se hace por primera vez un título, como nos pasa ahora con Alcyone, es importante poderla ver completa con producción incluida pues estamos ante una ópera no escenificada anteriormente.

¿Será pues una première mundial?

Lo será, primero la haremos en abril del 2017 en París y llegará en noviembre a Barcelona. Tendrá  la dirección de escena de Louise Moaty, con una producción respetuosa con el carácter de la obra que incluirá mimos, malabaristas de circo, etc. Pero será un obra de nueva recreación a partir del espíritu de la ópera original. 

Cuando es una obra que ya se ha hecho, no me importa que se hagan versiones libres con las que uno puede o no estar de acuerdo, pero cuando se escenifica por primera vez hay que intentar acercar la obra a lo que debió haber sido. Si la vuelves a hacer más tarde, ya es otra cosa, al menos desde mi punto de vista personal al respecto.

En ese sentido, ¿qué es más importante para Jordi Savall, ser fiel al espíritu de la obra y su sentido profundo, o ser fiel también al contexto histórico en el que se creó la pieza y darle importancia al envoltorio escénico?

Bueno, veamos, ¿hasta que punto el envoltorio y el sentido de la obra se pueden separar? Hay temas que se pueden traspasar a otras épocas o sociedades, seguramente, pero lo cierto es que si estas tocando a Monteverdi la música suena a Monteverdi, y si hay tanques en escena… pues me temo que en la época de Monteverdi no existían los tanques.

No, desde luego, pero había guerra igualmente, había armas, etc.

Sí, claro, pero eran otro tipo de armas, entiéndame, en el fondo depende de cómo se hagan las cosas. Cuando la puesta en escena añade cosas que son complementarias me parece bien, pero cuando se hacen cosas contra la música uno se pregunta hasta que punto es necesario y permisible. En todo caso es muy difícil criticar generalizando; una propuesta moderna puede ser genial también.

Hablando de la sensibilidad del público y el repertorio, ¿cree que hay públicos más avezados ante ciertos compositores?

Creo que es una cuestión educacional. Es posible que con Monteverdi uno tenga que hacer un esfuerzo, en el sentido que es una obra que trabaja en otros niveles, pero también  es cierto que en un Orfeo de Monteverdi la música está al servicio del texto, desde el inicio hasta el final. En cambio en Puccini, por ejemplo, muchas veces la música está al servicio de los cantantes. En el Orfeo no hay ninguna concesión al divismo, en cambio en el belcanto, la concesión es para las voces y su lucimiento; esto a nivel escénico hace que casi se pare completamente la escena por el protagonismo del cantante. 

¿Pero no es precisamente Monteverdi el mejor belcanto que existe? ¿Qué es el belcanto para Jordi Savall?

Lo he dicho muchas veces: el Orfeo de Monteverdi es seguramente la primera gran ópera y también la última, puesto que ya en sus títulos posteriores se empiezan a hacer concesiones. En cambio en el Orfeo la música siempre va al servicio del texto, el recitar cantando; ese es el estado puro de la ópera, todo lo que viene después es una evolución que sigue unos criterios dependiendo del gusto de la época y el compositor se ha de adaptar a estos gustos. 

¿Es el lenguaje nuestro instrumento musical común y cotidiano?

No, el lenguaje nos puede engañar y explicar cosas que no son ciertas, nos puede decir mentiras, pero en la música no cabe la mentira. Quiero decir que la música puede ser tan fuerte, en el sentido de la belleza intrínseca de la melodía que te hace viajar a un nivel por encima de la propia historia que pueda estar contando un Bellini por ejemplo. La fuerza de la música es increíble. 

Usted es una persona comprometida. ¿Cree que un artista de carrera reconocida como la suya tiene la necesidad de comprometerse política o socialmente con la sociedad?

Si lo que hacemos como artistas, si la cultura en suma no sirve para mejorar nuestra vida, entonces no tiene sentido. Yo creo que el arte sirve para vivir mejor. Lo que más me convence para seguir haciendo lo que hago son situación como esta: después de un concierto en Bogotá una pareja vino y me diijo "llevamos treinta y cinco años con su música acompañándonos y gracias a usted tenemos una mejor calidad de vida". Eso es impagable. Creo que estamos en un momento vital como fin de un ciclo, el ciclo de la democracia nada menos, en el cual el modelo político que tenemos ya no funciona. Hemos de concienciarnos de que si no nos mojamos los que tenemos un cierta tribuna publica, no somos justos con la realidad de nuestro tiempo: hemos de decir por ejemplo que todo lo que esta pasando con los refugiados, por ejemplo, no es justo. Y esta es una responsabilidad común, de todos. No olviemos que lo que tenemos nos lo hemos ganado protestando, luchando. 

¿Cree que existe una primacía económica por encima de cualquier otro interés?

Hay una evolución muy grave hoy en día: los que están en el poder aumentan los sueldos de los que a su vez están en el poder a costa de los que tienen un sueldo cada vez más bajo. Es perverso.

¿Usted observa esto mismo en la música?

Hay divismos, hay un cast de superstars aquí y allá… estamos deformando los equilibrios. Un país como España que tiene jóvenes que no tendrán trabajo, multinacionales sin escrúpulos… y nadie dice nada, todo sigue igual. Estamos en un mundo que no funciona, haya que hacer algo antes de que esto explote. Hemos de ser conscientes de que hay que ser responsable de la situación. Yo estuve muchos años de profesor en Suiza: eso sí es una democracia, allí cada persona se hace responsable de su cantón, de su calle, de los árboles de su acera. La calidad de vida depende de la educación y hoy en día se prima por encima de todo la rentabilidad. Pero en la vida hay infinidad de cosas mucho más importantes que la rentabilidad. Hemos terminado por aceptar en Europa un mundo que viene de América; se nos olvida que aquí hemos conquistado una Seguridad Social, unos derechos…

¿Hablaría pues de una cierta "contaminación" de la mentalidad y modo de vida los EE.UU aquí en Europa?

Estamos perdiendo identidad, hablamos todos en inglés y no en las lenguas europeas fundamentales como el francés, el alemán, el italiano, el español…no somos conscientes de nuestra identidad cultural. Europa se está construyendo sobre una estructura económica y no sobre su riqueza cultural. Tenemos mucho trabajo que hacer para reconducir esto.

¿Diría que ha tenido una formación muy instintiva y autodidacta?

Sí, me considero un autodidacta fundamentalmente. Fue con sólo siete años cuando empecé a cantar en un coro en la escuela y esa fue para mí fue mi educación musical básica: aprendes a cantar como aprendes a hablar y cuando tienes la música dentro, aprender a distinguir las notas y el tempo. Como decía Marc Twain: "Hay dos momentos importantes en la vida: uno cuando naces, otro cuando sabes para qué has nacido". Yo tuve la suerte de descubrir esto, por primera vez, cuando con catorce años y mi primer violonchelo en las manos, me sentí como en casa. Descubrí que el esfuerzo que haces da un resultado inmediato. Mi frustración familiar era que tenía que estudiar comercio pero a mí no me interesaba para nada; de hecho era mal estudiante, pero cuando tuve un violonchelo en mis manos, el mundo se me abrió a otro horizonte. 

Esa parte instintiva en el aprendizaje, ¿es nuestro sello propio, lo que a largo plazo nos diferencia de los demás?

Yo estoy muy marcado por mi experiencia; nuestras experiencias nos pueden cerrar o abrir. Lo que nos ocurre en nuestros primeros cuatro años de vida nos puede transformar en un persona abierta o en una persona cerrada. Si tienes unos padres que te quieren y cuidan de ti, tendrás seguridad personal. Yo tenía muchas ganas de encontrar mi camino; como decía, cuando tuve mi primer violonchelo encontré ese camino de liberación personal que buscaba. Sentí el poder de la música escuchando un Requiem de Mozart en un ensayo, decidí después empezar a estudiar violonchelo. Toda mi vida me he movido por mi intuición. Fue después escuchando a Pau Casals tocando en Prades cuando tuve otro impacto que nunca olvidaré. Con casi ochenta años, cómo proyectaba su energía... ¡que emocionante! Por eso para mi hacer música es una manera de vivir, de transmitir lo que siento profundamente y esto es un privilegio enorme. 

Verá, ahora que tengo 75 años sigo manteniendo la ilusión cada día al levantarme, con nuevos proyectos, lecturas, mi deal de vida actual es el mismo que tenía Gandhi: "Intenta vivir cada día como si fuera el último día de tu vida". Y añadiría: estudia cada día como si fueras a vivir mil años.

Gustav Leonhardt, Christopher Hogwood o Nikolaus Harnoncourt, entre otros muchos, son nombres clave en la interpretación con criterios historicistas. Algunos de ellos ya no están con nosotros pero constituyen una lista de músicos de enorme influencia de la que usted ya forma parte. ¿Cómo se ve usted desde fuera, formando parte de esa lista?

Formé parte de un grupo de artistas que asumimos tomar ciertos riesgos. Y gracias a esto, hoy en día hay toda una serie de música que se ha reconocido y que ha pasado a formar parte del repertorio clásico. Esto se ha podido producir porque en un momento dado hubo alguien como Leohardt decidió que tenía que tocar con un clavicémbalo y no con un piano; o alguien como un Harnoncourt que decidió que iba a dirigir determinado repertorio de determinada maner. Y yo decidí que tocaría la viola de gamba como creo se debía tocar. Creo que he sido muy consecuente con mi vida y mi forma de hacer música. Comencé a hacer música con Gustav Leonhardt cuando formó La Petite Bande, tocando repertorio barroco junto a Anner Bylsma y Sigiswald Kuijken. Estuve en la creación de The English Concert, con Trevor Pinnock y Stephen Preston, iba cada semana viajando de Basilea a Londres para tocar con ellos. Fue Nikolaus Harnoncourt quien me recomendó para ser el sustituto de mi profesor en la Escuela Cantorum de Basilea, en las asignaturas de música de cámara y de la viola de gamba. Fue un periodo en el que cada uno a su manera contribuyó a aprender que la música no es solo importante por lo que significa dentro de la historia sino que además tiene un valor por lo que nos puede aportar hoy en día.