jose bros javier del real 

José Bros: “Nada me importa más que ser honesto” 

Con dos décadas y media de trayectoria a sus espaldas, José Bros conmemora precisamente hoy su debut en los escenarios, un 15 de noviembre de 1991. Fue en Sabadell, con el Don Ottavio de Don Giovanni. Desde entonces, atesora ya más de sesenta papeles de ópera y zarzuela en su repertorio, respaldado además por una amplia discografía. Próximamente le veremos actuar en España, como Werther en Barcelona y como Rodolfo de La bohème en Sevilla. En su horizonte se dibujan ya los debuts con Un ballo in maschera y Los cuentos de Hoffmann. Tremendamente amable, sereno y sensato, José Bros conversa con Platea Magazine al hilo de tan meritoria efeméride.

Se cumplen hoy 25 años de su debut. ¿Cuándo y dónde fue exactamente?

Lo que yo considero mi debut profesional tuvo lugar el 15 de noviembre de 1991, como Don Ottavio en el Don Giovanni de Mozart en la temporada de los Amigos de la Ópera de Sabadell. Durante los tres o cuatro años anteriores yo había hecho ya algunas cosas, papeles comprimarios, algún concierto, para irme abriendo camino, formarme, etc. Colaboré en las temporadas de ópera de Palma de Mallorca, también en Tenerife… Fueron pequeños compromisos para ir aprendiendo lo que significa este mundo, lo que representa el escenario y ganar mis primeros ingresos. Pero mi salto profesional propiamente dicho fue ese Don Ottavio de Sabadell. 

Con posterioridad a ese debut fue otro mes de noviembre, un año después, el que terminó de disparar su trayectoria profesional, con esa sustitución de última hora en la Anna Bolena del Liceo, en el debut de Edita Gruberova con el papel.

Sí, un año después más o menos de ese debut en Sabadell llegó esta gran sorpresa en el Liceo. Durante este tiempo yo había encadenado otros compromisos, como un Don Pasquale, Favorita con Obratzsova, debuté Rigoletto, Pescadores de perlas… Pero esa noche en el Liceo fue especial, sobre todo por lo que me trajo a nivel internacional. Además Edita Gruberova debutaba como Anna Bolena y toda la crítica mundial, por descontado toda la prensa nacional y multitud de directores artísticos estaban entre el público. Aquella noche me dio una gran satisfacción y trajo consigo una repercusión casi directa para actuar en otros teatros fuera de España. Se cumplirán 25 años de este debut el próximo noviembre, en 2017, para lo que estamos ya preparando algo especial, una celebración a la altura. Me gusta celebrar las cosas, empezando por los cumpleaños y mucho más cuando se trata de efemérides de este tipo. Todo hay que vivirlo y rememorarlo con ilusión.

Mencionaba ahora a Edita Gruberova con la que entiendo que guarda no sólo un especial vínculo profesional sino también personal, tras tantas colaboraciones en escena y en estudio.

Sí, la verdad es que he tenido la fortuna y el privilegio de debutar muchas obras con ella, sobre todo obras de Donizetti y Bellini, aunque hicimos también juntos alguna función de Traviata. Hemos debutado muchas obras juntos y espero que podamos rematar esta trayectoria común con un debut más, que estamos cerrando ahora mismo. Son muchos años de relación profesional y por supuesto de trato personal, de amistad, compartiendo escenario y emociones. Me considero afortunado por haber vivido todo eso a su lado; he aprendido mucho, tanto de ella como de todos los colegas con los que he compartido escenario. Ella tenía su carrera, yo tenía la mía, pero cada vez que nos podíamos encontrar en un proyecto era una gran satisfacción; nuestras voces empastan muy bien, además.

¿Ese proyecto que comentaba es quizá una Gemma di Vergy?

(Risas) Sí, estamos en ello; todavía no es oficial pero es un paso que estamos meditando cerrar. Edita ha pensado mucho cada paso que ha dado. Recuerdo cuando estábamos en Múnich grabando La sonnambula y ya entonces se hablaba de una posible Lucrezia Borgia. Ella lo veía con dudas, con escepticismo… Y al cabo de unos años debutó el papel, lo grabamos juntos incluso; no se precipita con los proyectos y espero que esta Gemma di Vergy termine cobrando forma. Edita es alguien que no tiene ya nada que demostrar pero es una persona inquieta, con ganas de estudiar cosas nuevas y a mí me encantaría completar otro proyecto con ella.

Su carrera empezó con Mozart y de hecho las obras del genio de salzburgo nunca le han abandonado. ¿Tiene por delante nuevos proyectos mozartianos?

Sí, tengo la mirada puesta en debutar no tardando mucho Idomeneo, me gustaría cantarlo. Mozart en efecto me ha acompañado siempre, incluso cuando no he cantado papeles suyos en escenario, sin embargo es un compositor con el que estudio a menudo. Mozart es un referente, siempre paso partituras suyas: para la voz es muy importante volver a Mozart una y otra vez. Yo tengo una base solida en el repertorio belcantista, que guarda mucha proximidad con las exigencias de Mozart: legato, emisión pura de la voz, cuidado en las dinámicas, etc. Todo eso es aún más transparente en el caso de Mozart. Me gusta hacer siempre un símil: Mozart es como una resonancia magnética para la voz. Cantando Mozart se puede ver todo en una voz, en qué momento está, medirte a ti mismo con respecto a una referencia que te pide el máximo rigor técnico y el máximo cuidado interpretativo. Mozart es clave para quitar asperezas y limar vicios; en el escenario se aprende muchísimo pero se adquieren también inercias, pequeños vicios ante los que hay que estar atento. El instrumento, en el caso de los cantantes, es algo que llevamos encima y hay que estar siempre atento a su desarrollo, a sus exigencias, a ver qué camino quiere tomar.

Los últimos debuts, salvo Il Duca d´Alba que sigue siendo belcanto, a pesar de su orquestación más densa, han sido papeles más pesados, de lírico pleno: Rodolfo en La bohème, Gabriele Adorno en Simon Boccanegra y el Don Carlo de Verdi. ¿Qué balance vocal hace tras su contacto con estas partituras?

Me siento muy bien con la experiencia de estos papeles. Cada vez que debuto un papel me gusta dejar después un tiempo, al menos dos o tres meses, para reposarlo y ver qué huella ha dejado en mi instrumento. Con estos debuts me he sentido cómodo sobre todo porque nunca he dejado de hacer mi repertorio habitual, el que me ha acompañado en estos veinticinco años. Y eso a la voz le da un equilibrio y un reposo, pienso. Nunca he intentado cantar con una voz que no fuera la mía; no sería justo conmigo ni con el público. Lo principal de todo es ser honesto. Me considero un tenor lírico puro y nunca seré un spinto. Nunca he tenido intención de oscurecer o ensanchar mi instrumento. He seguido el desarrollo natural de mi voz y con ella es como he cantado el Don Carlo, que tengo previsto interpretar de nuevo próximamente. También tengo compromiso ya para debutar con el Riccardo de Un ballo in maschera, que bien mirado es tremendamente belcantista. Lo importante, creo, ha sido no dejar de hacer el repertorio que me ha acompañado durante todo este tiempo, como Lucia di Lammermoor por ejemplo. Es cierto que hay partes que van perdiendo interés dramático para un intérprete; en micros quizá el Ernesto de Don Pasquale o Elvino en La sonnambula.

Cuando se anunció su debut con el Don Carlo, de hecho, hubo voces más que escépticas con su decisión. Y cada vez parece más claro que no hay mejor receta que llegar a Verdi desde el belcanto.

Yo lo tengo claro. Cada vez que he debutado un papel, lo he meditado largamente. No es cuestión de que sea un paso adelante, sino un paso seguro. Lo más importante es que me sienta cómodo con ello y pueda volver atrás, a seguir cantando el repertorio que ya hacía. Con el debut de Don Carlo fui claro desde el principio: que nadie espere a José Bros cantando un Don Carlo lírico-spinto. Es una obra muy difícil porque el tenor canta mucho y con mucho dramatismo, pero también hay muchas indicaciones dinámicas que hay que respetar. Desde mi debut en El Escorial llevo ya tres producciones distintas de Don Carlo y he tenido la suerte de encontrar directores musicales que han sabido leer la partitura conmigo, buscando hacer justicia a esas indicaciones dinámicas que creo tan importantes. Por eso tengo claro que tiene sentido cantar próximamente Un ballo in maschera y también Los cuentos de Hoffmann, una obra que vengo preparando hace ya un tiempo. Mi idea con ellos es la misma: cuidado al máximo de la línea vocal, honestidad con mi instrumento y toda la entrega posible. Si yo tuviera que falsear mi canto, no lo haría. Nada me importa más que ser honesto.

Con Verdi de hecho ha ido muy poco a poco. Tras el Duca de Rigoletto y Alfredo en La traviata, no se ha precipitado en más títulos de su catálogo.

El Duca di Mantova fue uno de mis primeros papeles, lo debuté en 1992. Un año después hice el Fenton de Falstaff. Y espere siempre con cautela para debutar La traviata: el Alfredo tiene pasajes menos ligeros de lo que pueda parecer. Pero llegó también y me dio grandes noches. También hice el Foresto de Attila en Budapest y es un rol que retomaré próximamente. Verdi ha ido entrando poco a poco, creo que elaborado a fuego lento, con tranquilidad y también con seguridad. Cantando Verdi ahora, tanto con Don Carlo como con Simon Boccanegra, he tenido sensaciones muy placenteras. Por eso confío tanto en lo que pueda pasar con Un ballo in maschera. Pero insisto: no quiero dejar de hacer Lucia, Elisir o Rigoletto. También quiero insistir en el repertorio francés: retomar Manon, pronto haré de nuevo Werther, me gustaría recuperar La damnation de Faust, vienen Los cuentos de Hoffmann

Creo que tiene especial cariño por L´amico Fritz de Mascagni, obras que no se prodiga mucho en los escenarios.

Sí, tuve la suerte de debutarla en Ópera de Oviedo y acto seguido pude cantarlo en Livorno, tierra de Mascagni, de lo que quedó editado un DVD. Es una obra que estimo especialmente y que suelo incorporar a mis recitales: tanto el consabido dúo de las cerezas como también el aria del protagonista y el dúo del final, especialmente conmovedor. Me gustaría mucho poder cantar de nuevo la obra, ojalá hacerla en España.

Mencionaba antes que va a volver a cantar L´elisir d´amore y no sorprende que vuelva a interpretarlo, sino que le siga apeteciendo volver a papeles que podrían parecer muy ligados a sus inicios.

Sí, es mi repertorio, lo siento muy propio. Mi última producción de Lucia di Lammermoor, por ejemplo, fue el año pasado en la Ópera de Roma. Me veo cantando estos papeles por más tiempo, sin duda alguna. Tengo dos obras que han sido un referente para mi estudio, estén o no presentes en mi agenda: Rigoletto y Lucia. El tenor lírico ligero las puede abordar y el tenor lírico las debe abordar. Un tenor en madurez debe mantenerlas porque garantizan flexibilidad al instrumento. Con L´elisir d´amore tengo una relación de gran afecto y cariño: es el título con el que debuté en Hamburgo, en Viena, en Londres, en Roma… Nemorino me ha dado grandes satisfacciones y me las sigue dando. Quiero seguir cantando y divirtiéndome con él. No es un papel fácil: canta mucho, muy expuesto, actúa constantemente, es divertido y también muy intenso. Creo que es incluso más exigente que el Rodolfo de La bohème

Retoma en unos meses el papel de Werther, esta vez en el Liceo. Tras interpretar la parte ya en varia ocasiones, ¿cómo diría que ha evolucionado su enfoque con el papel?

Nunca tuve prisa en debutar esta obra. Cuando por fin llegó tuve la suerte de hacerlo en una producción muy intensa, firmada por Willy Decker, en el San Carlo de Nápoles; es la misma que se verá ahora en el Liceo. Han pasado ya nueve años desde entonces y es una obra que siento que tengo ya en voz, como decimos los cantantes; a nivel interpretativo sí tengo la impresión de que se ha ido enriqueciendo cada vez más mi aproximación al papel, cada vez con más matices, con más intensidad. Con el paso del tiempo es fascinante ver cómo hay pasajes que se sienten de forma distinta: tanto por lo que se refiere a su resolución técnica como por lo que hace a los sentimientos que te despierta. El público probablemente no lo percibe, pero hay detrás toda una batalla interior del cantante por hacerse con algunos pasajes, unos porque representan un reto técnico, otros porque no estás satisfecho con cómo los interpretas.

Un capítulo que le ha dado muchas alegrías a lo largo de su carrera es la zarzuela. Es un género al que ha dedicado siempre tiempo en su agenda. Y no en vano le espera una Doña Francisquita en Oviedo esta temporada.

Sí, desde mis inicios he querido hacer y he hecho zarzuela. Recuerdo todavía perfectamente esa producción de Los gavilanes que hicimos en Palma de Mallorca y que fui mi primer acercamiento al género. La zarzuela es muy grande y es muy querida, tanto en a nivel nacional como fuera de España, donde cada vez se aprecia más. El genero se está renovando, cada vez más, con más calidad en las propuestas y eso es algo digno de celebrar por todos los que amamos la zarzuela. Tenemos que mimarla igual que hacemos con cualquier producción operística; es nuestro patrimonio musical y hay que hacerle justicia con amplitud de medios.

En su agenda por venir bien también una Bohème en el Maestranza de Sevilla.

Sí, vuelvo al Maestranza tras un recital que ofrecí hace unos años. Sevilla siempre ha sido un teatro cariñoso conmigo; tengo además familia y amigos por allí y espero con muchas ganas estas funciones. Vienen también una serie de recitales bajo el título de “Non ti scordar di me”. Empezaremos en Sant Cugat del Vallés y se va a llevar también al Teatro Campoamor de Oviedo, al Teatro Principal de Mallorca… Acompañado por una joven soprano, Elisabet Pons, interpretaremos un amplio repertorio.

Hablaba antes de sus próximos debuts con Un ballo in maschera y Los cuentos de Hoffmann. ¿Tendremos la suerte de escucharle estos papeles en España?

En el caso de Un ballo in maschera sí, de aquí a un par de temporadas. Aunque debo decir que si de aquí a entonces surgiera la ocasión de debutarlo antes, no lo dudaría; lo tengo ya preparado y tengo muchas ganas de cantarlo. No obstante no tengo prisa, no la he tenido nunca en mi carrera; cuando llegue el momento, llegará y será bienvenido. Con Los cuentos de Hoffmann me temo que no, será un debut fuera de España, también dentro de un par de temporadas.

¿Algún otro papel que le gustaría incorporar próximamente?

Quizá el Poliuto. Donizetti es sin duda el compositor que más me ha acompañado. Poliuto tiene un gran atractivo para mi voz, en este momento de mi carrera.

¿Tiene algún proyecto discográfico a la vista?

Tengo intención de grabar este programa que llevamos en concierto, el “Non ti scordar di me”. Y con el sello Opera Rara estamos viendo la posibilidad de grabar Il giuramento de Mercadante. Es una obra que merece ciertamente un rescate; no tiene apenas discografía y creo que una nueva versión sería muy bienvenida.

Concluyendo ya nuestra charla, le confieso que se le percibe cómodo, feliz incluso, saboreando la madurez de su carrera.

Sin duda, estoy viviendo un momento muy dulce, de gran madurez profesional. Siempre he vivido mi carrera con gran cariño, todos los años han tenido algo especial para mí. Ahora me siento cómodo y feliz con lo que hago, encuentro sensaciones maravillosas en el escenario. Es apasionante sentirse así, poder hacer balance de veinticinco años estupendos de carrera y mirar adelante y ver también todo lo que viene. Siempre con los pies en el suelo y con honestidad, pero me siento feliz y afortunado: despertarse cada día con ganas de hacer tu trabajo es algo maravilloso. Me siento satisfecho y querido; estoy muy agradecido.