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Gabriela Montero: "Si no, ¿qué somos?

La pianista venezolana reflexiona en Platea Magazine sobre Venezuela y el papel del artista en la sociedad

"Mi nombre es Gabriela Montero. Soy pianista/ improvisadora y compositora clásica. También soy venezolana y Cónsul Honoraria de Amnistía Internacional. Pero antes que nada, soy un ser humano como cualquier otro y pertenezco a esta sociedad mundial. La sufro, la disfruto, y utilizo mi música para comentar, denunciar y celebrar los temas que nos afectan. (...)

(...) Hoy en día, viajo 180 días al año. Doy entre 70-80 conciertos al año. Tengo la dicha de ser invitada por las más grandes salas y orquestas de mundo. Pero, de aún mayor importancia es que, paralelamente, mi país arde en un infierno de corrupción, de violencia, de narcomafias y de absoluta impunidad. Tengo la suerte de poder realizarme musicalmente, pero hace ya muchos años entendí que la responsabilidad de desarrollar mi talento venía acompañada estrechamente de una responsabilidad cívica y humana hacia mis compatriotas. Sin duda que en Venezuela existe desde hace 17 años un régimen macabro, inhumano, manipulador, cruel y delincuente. Hoy en día, existen volúmenes de testimonios que hacen de esa triste realidad un hecho irrefutable. En ese mar de tragedias incluyo a amigos, familiares y miles de personas que me siguen y comentan cuanto han perdido. Pero como lo he dicho mil veces, mi lucha va más allá de la política. Es humana.

Es indispensable, en este mundo plagado de injusticias, cuestionar como la voz de un artista sirve para afectar positiva o negativamente la sociedad en la cual vive. Para mí, los dos temas son inseparables. La neutralidad no existe. El silencio no es neutral. La apatía no es neutral. Son posiciones cómodas y convenientes. Como artista, me llena de júbilo saber que mi música sirve de aliciente, de confidente, de mensajero y de fuente de inspiración para mi público. El interpretar el gran repertorio, relatando en cada nota las historias que encapsulan los más íntimos detalles de la compleja vida de cada compositor, es un acto sagrado para mí. La necesidad de compartir nuestras tristezas, alegrías y de sembrar nuestras historias en la psiquis universal, siempre ha sido un impulso instintivo del ser humano. Es el punto de partida del deseo de crear y dejar nuestros testimonios impresos para que las futuras generaciones los conozcan y los interprete. Pero de mayor importancia es ser conscientes de cómo aprovechamos o desaprovechamos esas valiosas oportunidades como mensajeros de nuestras experiencias humanas colectivas del momento. He elegido usar mi voz como instrumento de denuncia para apuntar un dedo hacia quienes efectúan desde los menos visibles hasta los más públicos impensables actos de abuso en mi país. Fue una decisión muy personal, difícil, incómoda, peligrosa, sin cero beneficios y muchos riesgos. ¿Pero como no hacerlo, conociendo el presente de mi país y viendo lo tenebrosamente oscuro de su futuro? Algunos prefieren callar, o peor aún, beneficiarse. Para mí, el silencio no es una opción ante tanto sufrimiento.

Hace años, antes de que Venezuela iniciara este periodo de putrefacción social, económica, legal y cívica en mi país, mis conciertos eran puntos de encuentro para los melómanos, estudiantes de piano, y el público curioso deseoso de ver cómo podía yo crear obras en el momento o interpretar el repertorio. Un público bastante normal.

Cómo han cambiado las cosas. Hoy en día, también... (...)

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