Valero Terribas Carlos Mayordomo

 

Francisco Valero-Terribas: “Un director debe ejercer un liderazgo democrático”

Nacido en Valencia, durante el mes de abril el director Francisco Valero-Terribas se subirá al podio del Palau de la Música de Valencia, al del Teatro Monumental de Madrid y al de Es Baluard de Palma de Mallorca para dirigir a la Orquesta de Valencia, a la Sinfónica de RTVE y a la Simfònica de les Illes Balears, respectivamente. Con ocasión de su creciente agenda, comparte aquí con Platea Magazine sus impresiones sobre el mundo de la dirección orquestal y recapitula los orígenes de su trayectoria.

¿Cómo llega a su vocación por la dirección de orquesta? Sus inicios como músico están, creo, más pegados a un atril que al podio. 

Exacto. Yo inicio mi carrera musical como clarinetista, estudiando en el Conservatorio de Valencia. Tras varios años de carrera profesional, trabajando en orquestas como la de Baleares o la de RTVE, me decidí a escuchar una vocación que siempre había sentido desde pequeño, la de la dirección musical. La práctica instrumental es un camino muy exigente. Afortunadamente el clarinete es un instrumento que me ha permitido conocer repertorios muy variados. En todo caso, finalmente me decidí y di el paso a estudiar dirección orquestal, tras experiencias previas con grupos de alumnos o ensambles no profesionales.

¿Empezó a trabajar como asistente de algún director o comenzó estudios de dirección propiamente dichos?

Realicé cursos de perfeccionamiento y también estudios de dirección en el Conservatorio de Valencia. Fui después becario de la Academia del Festival de Lucerna, también en Tonnhalle en Zúrich y en la Manhattan School. Conocí a primeras figuras de la dirección y tuve ocasión de ser asistente de John Nelson, Yoel Levi, Isaac Karabtchevsky, David Zinman o Jesús López Cobos, entre otros. También colaboré un tiempo con la JONDE. Y en el Festival de Lucerna entré en contacto con Bernard Haitink, de quien fui también asisten en varias ocasiones.

¿Ahora mismo trabaja como freelance o tiene una relación estable con alguna formación orquestal?

Combino una agenda como freelance con mi posición al frente de la Joven Orquesta Leonesa, que es un proyecto de joven orquesta que funciona por periodos. Tenemos cuatro encuentros anuales y yo me encargo de toda la dirección artística y la programación. También estoy con la Orquesta de Cámara Euterpe, una formación semi-profesional con un ciclo propio de conciertos en el Palau de la Música de Valencia, en la que soy también director artístico y musical. Ahora hemos tenido allí un proyecto de ópera y estamos planificando la temporada 17/18, con audiciones, etc. Y al margen de todo esto, las invitaciones y compromisos que suelo tener con otras orquestas.

Hasta la fecha veo que se ha dedicado tanto a proyectos sinfónicos como a proyectos de lírica en foso, ¿entiende pues que ambos planos van de la mano?

Sí, exacto. Para mí sobre todo el mundo de la dirección orquestal es el mundo de la comunicación con los músicos. Y en este sentido mi gran escuela ha estado detrás del atril de la orquesta habiendo trabajado con grandes directores. Una orquesta no es otra cosa que música de cámara a gran escala. Yo pongo mucho en valor un trabajo meticuloso que parte digamos de un cuarteto de cuerda ampliado. Hoy en día los directores tenemos que estar preparados para afrontar cualquier tipo de compromiso y repertorio. Algo que hace veinte o treinta años no era tan claro; los grandes directores han hecho grandes trayectorias con repertorios muy específicos. Y esto ha sido muy interesante, pero hoy se nos pide amplitud de miras y formación amplia y flexible. Sin un perfil ecléctico no eres un director competente. El director de orquesta contemporáneo, precisamente por esto, tiene que estar abierto a trabajar con diversos tipos de instrumentos, con diversas afinaciones, etc. 

De un tiempo a esta parte son ya bastante los directores de orquesta que han dado el salto desde un atril al podio, pero no al modo de un Lorin Maazel que como es bien sabido era violinista.

Sí, es un fenómeno más o menos nuevo y ahora más habitual. Ha cambiado mucho la perspectiva sobre la formación en cuanto a la dirección de orquesta y en general en cuando a la vida de las orquestas como tales. Han aparecido muchos directores jóvenes, batutas con mucho talento, aupadas a través de los importantes concursos que existen. Y esto ha propiciado que mucha gente se haya formado como director de orquesta sin otro fin que ese mismo, cuando en realidad el fin principal debería ser constituirse como músico en un sentido integral, con una formación humanística y conocimientos de composición y todas las fuentes musicológicas. Y en este sentido es fundamental el trabajo desde el atril, el trabajo como músico viendo como se resuelven y trabajan los problemas desde ese punto de vista. Como decía, muchos jóvenes directores de orquesta no han pasado en realidad por ahí, son grandes talentos que han llegado al podio casi sin solución de continuidad, sin estar al otro lado. Las orquestas, a la larga, perciben que hay en ellos un déficit de experiencia y ésta siempre es un grado. Creo que las horas de vuelo, por decirlo de alguna manera, que aportamos quienes hemos trabajado al otro lado, en el atril, son cada vez más valoradas por los músicos en las orquestas. Además, el perfil de liderazgo y el modo de entender la dirección orquestal pienso que es notablemente distinto en ambos casos. 

Se ha exagerado un tanto esa dualidad entre el trabajo en equipo y el liderazgo, como si todos los grandes maestros de antaño fueran líderes carismáticos y a veces autoritarios y ahora todo fuese, de golpe, una cuestión de trabajo en común, etc.

En general ha habido una concepción errónea de lo que supone la figura del director musical como líder. Esto ha cambiado mucho durante el siglo XX, desde un patrón casi autoritario donde el director musical era realmente un líder fuerte. Hoy es necesario ejercer el liderazgo, pero no se impone, uno se lo debe ganar. Se trata de ser guía de un grupo de músicos, de una organización, enfocando sus prácticas, sus programaciones, asesorando sus pasos, pero siempre desde la perspectiva de un liderazgo democrático y ganado por mérito propio. Me refiero a que tiene que quedar claro que sus decisiones no son arbitrarias, están pensadas y son fruto del consenso. Cuando uno se gana la autoridad con la partitura en la mano, desde la música, todo es mucho más fácil y honesto. Ofrecer una perspectiva personal es mucho más fácil cuando se hace al servicio de la música. El liderazgo entonces es asumido de buen grado, cosa que no sucede cuando hay personalísimos o intereses personales que van más allá de la música y que tienen más que ver con el beneficio personal que con el prestigio de todo el conjunto.

Cuénteme más sobre su agenda a la vista, donde veo que tiene desde Copland a Bach pasando por Pergolesi, Falla, Strauss o Bizet.

(Risas) Sí, la verdad es que entronca esto con lo que antes hablábamos, con el perfil ecléctico que entiendo que debe tener un director musical. Lo último que he dirigido es un concierto con música sacra, con un perfil historicista en el Palau de la Música de Valencia, con las voces de Silvia Vázquez y Marina Rodríguez Cusí. Ahí abordamos el Stabat Mater de Pergolesi, fundamentalmente, con la Orquesta de Cámara Euterpe. Tengo ahora un programa muy popular con la Orquesta de Valencia, dentro de su programa social, con las Danzas eslavas de Dvorak, valses de Strauss, danzas de Falla, el intermedio de Goyescas de Granados, etc. El 21 de abril tengo un concierto en el Ciclo de Jóvenes del Teatro Monumental de Madrid con la Orquesta de RTVE, que incluye el Salón México de Copland, un concierto para guitarra y orquesta del mexicano Manuel Ponce y una segunda parte con lo que venía siendo la Suite no. 3 de Bizet, que Mahler elevó a la categoría de Sinfonía no. 2. Más adelante tengo el proyecto de representar la Historia de un soldado con la Orquesta Sinfónica de Baleares y una compañía de teatro de la isla. El proyecto va a Mallorca, Menorca, Mahón e Ibiza. Tengo también el siguiente encuentro con la Joven Orquesta Leonesa, en un festival en Oporto este verano, con música de Rachmaninov (Concierto para piano. no. 2) y la Obertura en sol menor de Bruckner, una obra muy infrecuente, además de la Sinfonía no. 5 de Beethoven una obra que repito en agosto con la Orquesta Euterpe en el Festival de Torreblanca, donde haremos también el Concierto de Aranjuez. Dirijo también La flauta mágica de Mozart y ya en noviembre tengo varios conciertos en Brasil con la Petrobras Sinfónica y con la Sinfónica Heliopolis, con varias grandes piezas del repertorio: 5ª de Prokofiev y 2ª de Sibelius. En Río de Janeiro querían música española y haremos el ballet completo de El sombrero de tres picos