villanueva novak

Isabel Villanueva: "Al público se le ha acostumbrado a escuchar siempre lo mismo"

A sus 29 años, Isabel Villanueva se describe a sí misma como una defensora incondicional de la viola; un instrumento que, desde los nueve años, ha sentido como suyo. A lo largo de esta extensa entrevista, Villanueva se muestra entusiasmada por el momento dulce que está atravesando su carrea, compartiendo con Platea Magazine su joven visión sobre el mundo de la clásica y la consideración de la viola en la actualidad.

En realidad, la viola me eligió a mí por pura casualidad. Yo tocaba la guitarra y, dado que en el conservatorio ya no había más plazas para dicho instrumento, terminé yendo a una audición de viola, donde pude escuchar a un profesor tocando el instrumento. Por aquel entonces yo tenía nueve años.

Dice que el instrumento la eligió a usted, no obstante, algo extraordinario habrá visto en la viola para enfocar toda su vida en torno a ella…

Sí, desde luego. Lo primero que me impactó de la viola fue su sonido, tan personal y distinto a lo que había escuchado anteriormente. Claro que, por aquel entonces, yo no apreciaba ninguna diferencia física entre la viola y el violín, y estaba convencida de que ese instrumento iba a sonar de forma mucho más aguda.

Ya con el paso de los años, las grandes posibilidades expresivas del instrumento comenzaron a sorprenderme. Incluso a día de hoy, quien explora las capacidades técnicas de la viola está trabajando con un enigma a descubrir. Sin duda, esta es una perspectiva muy esperanzadora para cualquier concertista y, con trece años, yo ya me veía a mí misma como una defensora de la viola. Poco tiempo después -con catorce-tuve la posibilidad de interpretar por primera vez un concierto para viola y orquesta, en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo. Recuerdo que la sensación de escuchar mi instrumento junto al sonido de toda una sinfónica me cautivó, animándome aún más a iniciar una carrera como solista. Otro punto de inflexión en mi carrera tuvo lugar a los dieciocho años, con una interpretación del concierto para viola de Béla Bartók junto a la Orquesta de Televisión Española.

El hecho de que el mundo de la viola esté mucho menos explorado que otros como el del piano o el violín ¿se debe a la falta de obras dedicadas para ella o, más bien, a la ausencia de grandes figuras como pudieron serlo Liszt o Paganini en sus respectivos instrumentos?

Bueno, la historia de la viola es muy curiosa. De ella nacen el resto de instrumentos de cuerda frotada, y su nombre existe mucho antes que el de otros como el violín o el cello. Durante el renacimiento fue tremendamente común (viola da gamba, viola d’amore …) pero, con el paso del tiempo, otros instrumentos de sonido más grave y más agudo se fueron desarrollando en paralelo, experimentando un mayor refinamiento. Además, la construcción de la viola siempre ha sido más irregular que la de otros instrumentos de su misma familia, lo que hace que cada una tenga unas características prácticamente irrepetibles. Esto, que por un lado le permite tener una mayor variedad de colores y sonoridades, se traduce también en una mayor dificultad técnica.

Con el paso del tiempo, el error residió en llegar a considerar a la viola casi como un tercer violín, situación que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX. Es por ello que no ha habido grandes solistas de viola y, en consecuencia, ningún compositor le prestaba una atención especial. A fin de cuentas, todos los compositores escriben sus obras teniendo en mente a un músico que le gustaría que las interpretara. Si no hay intérprete no hay obra y, por tanto, tampoco público.

En ocasiones se dice que la viola es sólo una opción b para aquellos que no llegan a tocar el violín…

Eso es algo que me preguntan mucho en mis entrevistas; creo que hablar de ello no hace sino alimentar esa idea. No obstante, a día de hoy la viola está viviendo un gran momento que, sin duda, le llevará a alcanzar la consideración y el respeto que siempre se ha merecido. Esta situación va de la mano de la gran actividad compositiva de la que goza últimamente mi instrumento: desde los inicios del siglo XX, el número de partituras que se le han dedicado ha crecido exponencialmente.

Por otro lado, la práctica relativamente frecuente de que un cellista o un violinista empleen el instrumento de forma esporádica no es suficiente, dado que la morfología de la viola es tan particular que demanda una dedicación completa. Lo más importante en este instrumento es su sonido, su voz, y hacerse a ella requiere una técnica muy consolidada.  Para mí es muy importante que dicha técnica se adquiera desde el principio; en ese sentido, la curva de aprendizaje me parece más larga que la de cualquier otro instrumento dado que en este caso la complejidad no es sólo física, sino también psicológica.

A fin de cuentas, el bagaje personal es importante para cualquier artista, pero –quizás- para un violista lo sea en mayor medida. Mientras que en el piano o el violín es común ver niños prodigio, en la viola esto no sucede así; es un instrumento que exige madurez. Esto se debe a sus propiedades camaleónicas; en función de la partitura, a la viola se le exige sonar como una flauta, un clarinete, una voz humana… 

Disfruta de la entrevista completa en el número 3 de la edición impresa de Platea Magazine. ¡Suscribete ya desde 6€ más gastos de envío por ejemplar!

Foto: Michal Novak.