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Asier Polo: “En España ha habido grandes músicos pero no una gran tradición musical”

El violonchelista Asier Polo (Bilbao, 1971) abre hoy la programación musical de la Quincena Musical en su edición de 2017, al lado de Juanjo Mena y su BBC Philharmonic. Interpretan el concierto para cello de Elgar, una de las partitura más emblemáticas de todo el repertorio para este instrumento. Con ocasión de esta cita, Asier Polo repasa con nosotros sus ya casi veinticinco años de trayectoria profesional.

En más de una ocasión le he escuchado referirse a su trabajo con el violonchelo empleando analogías con el mundo de la lírica y en concreto con la voz, con su fraseo, su naturaleza, su emotividad. etc. Me gustaría que me contase más sobre este paralelismo.

Sí, lo veo de una forma muy natural, casi intuitiva en mi caso. Siempre me ha gustado mucho cantar y a través del cello, que es un instrumento esencialmente melódico. Poco a poco, casi sin darme cuenta, fui empleando recursos de expresión vocal dentro de la técnica de mi instrumento. Creo que este es de algún modo mi sello personal, un rasgo personal en mi forma de entender el violonchelo.

Además tuvo ocasión de trabajar con Alfredo Kraus durante un par de años, si no me equivoco.

En efecto, y quieras que no tener la oportunidad de estar cerca de Alfredo Kraus todo ese tiempo es algo que te marca, evidentemente. Yo ya tenía antes una pasión por la voz humana, de hecho en Alemania y Suiza, cuando me estaba formando, siempre asistía a clases de canto. La posición, las vocales, el texto imaginario, el estado anímico… todo eso se traslada al violonchelo de forma muy natural.

Creo que son ya más de dos décadas de trayectoria profesional a sus espaldas.

Bueno, de hecho lo estoy revisando estos días en mis agendas porque creo que va a hacer veinticinco años de mi debut. Los cantantes, precisamente, suelen tener muy claro el día y el teatro en el que comenzaron. Los instrumentistas no tanto, aunque en mi caso diría que todo empezó para mí con mi primer contrato profesional con una orquesta española. Eso fue con la Orquesta de Castilla y León, creo, en 1993. Evidentemente había hecho cosas antes, pero más como rodaje previo que otra cosa.

¿Con quién se formó durante ese tiempo de rodaje?

Yo hablo con mucho orgullo y agradecimiento de mis maestros y las personas que me han ayudado. Empecé en Bilbao con una profesora rumana, Elisa Pascu, que tocaba en la Orquesta de Bilbao; ella fue clave porque en esa época en España estábamos mucho más alejados de la realidad europea en términos formativos, algo que ya no sucede por fortuna. Pascu lucho un poco contra todo un entorno que no ponía las cosas fáciles para que alguien como yo siguiera formándose. Luego me fui a Alemania y estudié con Maria Kliegel en Colonia. Fue también un momento importantísimo. No sé si he tenido suerte o inteligencia, pero lo cierto es que siempre he estado, creo, con la persona con la que tenía que estar y durante el tiempo adecuado que tenía que estar. Después de Kliegel estuve con Moniguetti, primero en la Reina Sofía y luego en Basilea. Además de esto, pequeñas cosas, como masterclass con Rostropovich, Starker, Guttmann… es un poco injusto citar sus nombres, quizá, porque realmente eclipsan a todo lo anterior cuando en realidad todo eso es, seguramente, más importante y fundamental en mi formación.

En estos casi veinticinco años de carrera tengo la sensación de que ha sido un constante viaje de ida y vuelta entre España y el extranjero.

Sí, es así y además de forma un tanto alterna e imprevista: hay años en los que la actividad se vuelca más en España y en otros, en cambio, en el extranjero. No hay una lógica que lo explique, la verdad: vas haciendo contactos, te van escuchando, unas puertas se abren, otras se cierran… Al final esto no depende tanto de uno mismo sino de las circunstancias. Tú tienes que hacer lo mejor posible tu trabajo, pero hay un componente de suerte que siempre está ahí. Ahora mismo mi agenda mira más hacia Estados Unidos y Latinoamérica, pero eso puede cambiar de un año para otro.

Otra faceta interesante en su caso, por su dilatada experiencia con ello, es la relación entre docencia y actividad profesional, que tantas polémica genera además en nuestro país ante la imposibilidad real de compatibilizarlo en muchos casos.

Yo debo decir que lo llevo bien porque tengo la fortuna de dar clase en Musikene y en la Universidad Alfonso X El Sabio de Madrid, dos sitios donde entienden muy bien que el perfil del profesorado y el del profesional deben convivir, por el bien del alumno, que necesita tener como referencia a un músico en activo. Eso me obliga, claro, a tener una persona asistente que cubre en clase mis carencias por imperativos de agenda profesional. España no es, por descontado, el mejor país para compatibilizar docencia y actividad profesional, pero hay excepciones donde sí es posible hacerlo en buenas condiciones. Estando fuera, en un determinado momento yo decidí volver a España aun consciente de las dificultades que podría suponer, perdiendo además el contacto continuado con otras instituciones fuera, donde hubiera podido encontrar más renombre. Pero tuve claro que mi obligación era intentar aportar un grano de arena al menos a la formación de los músicos en nuestro país. Y me siento orgulloso porque así ha sido y en estas dos últimas décadas ha habido una evolución muy positiva de la que me siento partícipe.

A finales del año pasado publicó un nuevo CD junto a Marta Zabaleta, en el sello IBS Classical. Cuénteme un poco más sobre este disco y los proyectos discográficos por venir.

Sí, antes de este disco había hecho mucho contemporáneo, estrenando además obras que varios compositores habían escrito para mí. Esto es algo magnífico pero yo tenía la sensación de que debía llevar al disco el repertorio que más a menudo pongo en escena en mis conciertos, que es el gran repertorio romántico al fin y al cabo. Tengo además la sensación y la seguridad de que estoy en un momento en el que por fin puedo mirar a ese repertorio con ideas propias. Y consideré que Marta Zabaleta era la persona idónea para esto, porque con ella es con quien más he hecho estas piezas en concierto. Con IBS surgió además una estupenda relación desde el principio y la verdad es que tenemos ya más proyectos sobre la mesa. El año que viene queremos sacar las Sonatas de Brahms con Nebolsin y hay varios proyectos sinfónicos, con orquesta, que se están cerrando aún. Hablamos de Tchaikovsky, Elgar, Haydn, Bocherini… Es posible que se grabe también el Don Quijote de Strauss. Y están también las Suites de Bach por medio. Realmente no tengo prisa, son muchas cosas y me gusta hacerlas bien, poco a poco; esta es una carrera de fondo, la ansiedad se me fue hace tiempo (risas).

Mencionaba ahora la música contemporánea, incluso piezas compuestas para usted de forma expresa, de Antón García Abril a Luis de Pablo, entre otros. A veces, erróneamente, se sostiene aún que el violonchelo es un instrumento romántico y parece que cuesta verlo en otras coordenadas, más contemporáneas.

Exacto, ese tópico perdura. Hay un esfuerzo importante que hacer. Para mí es una experiencia fantástica estrenar la obra de un compositor vivo, que te da la ocasión de meterte en su mundo, en su estética; suelen ser, en algunos casos, gentes con más experiencia y oficio musical que yo, lo que supone una ocasión constante para aprender de ellos. Trabajar con música contemporánea es algo sumamente enriquecedor. Además creo que tengo la obligación de apoyar la creación de música española en nuestros días. Para el año que viene tengo tres estrenos nuevos, uno de Jesús Torres, otra de Luis de Pablo y otra que debo guardar aún en secreto, porque tiene que ver con los compositores de cine actuales y estamos todavía cerrando el proyecto.

Hay ahora mismo una generación de jóvenes violonchelistas, me refiero a gente como Pablo Ferrández o Gabriel Ureña, que creo que no se entiende sin la presencia antes de instrumentistas como usted, con una carrera ya sólida, dentro y fuera de España. ¿Hasta qué punto la actividad de estos jóvenes talentos es hoy posible y no lo hubiera sido tanto hace un par de décadas?

Pues seguramente entre unos y otros hemos contribuido a que el talento pueda encontrar hoy un cauce más normal que cuando yo empecé. El entorno de referentes es cada vez más amplio y variado. Yo estudié mucho con la referencia del disco, con figuras como Rostropovich o Maisky ahí delante. Pero hoy en día esos referentes son gente de carne y hueso con la que puedes trabajar en persona, seguir sus trayectorias. Tener referentes que están en activo y que son de tu propio país es algo fundamental para que esa gente joven con talento y ambición profesional pueda salir hoy adelante con más facilidades. Al final este mundo sigue siendo muy difícil, pero lo es menos con referentes cercanos. En otros países ha habido más tradición musical desde hace años. En España ha habido grandes músicos pero no una gran tradición musical; eran casi una minoría, casos aislados, pero hoy en día se está creando ya casi una escuela, un hacer propio y de nivel internacional.

Pablo Ferrández mismo ha trabajado conmigo, yo le di clases cuando era un niño; escuchaba discos míos en casa. Me pudo ver trabajar de cerca, el esfuerzo que supone, etc. No digo que yo haya sido un referente necesario para que Pablo esté donde está, pero sí creo que carreras como la mía han podido ayudar a iluminar el camino de quienes han venido después. La globalización tiene cosas estupendas y cosas peligrosas; a efectos de las trayectorias profesionales de los músicos, creo que se han abierto más puertas aunque también ha crecido la competitividad, claro está.

Cuénteme un poco más sobre su agenda por venir, comenzando por este concierto inaugural de la Quincena junto a Juanjo Mena y la Filarmónica de la BBC.

Termino con la Quincena un verano intenso: he estado en Italia, en México y en Estados Unidos. Con Juanjo Mena me une una amistad desde hace muchos años y le considero casi como mi hermano mayor. Tener la ocasión de trabajar con él, con su orquesta y en la Quincena, es algo fantástico. Yo siempre intento trabajar con gente que cree en mí y que me da confianza; eso garantiza que hagamos mejor nuestro trabajo con la música. Después de la Quincena voy a Italia, a Dinamarca, a Brasil, a Estados Unidos, a Suiza… iré con la JONDE en su gira europea… son muchos proyectos, viene una temporada intensa para el año que viene, con cosas en España y en el extranjero. Me gusta muchísimo mi profesión y la verdad es que estoy encantando de cómo me van las cosas. Requiere mucho esfuerzo pero me siento muy afortunado.

Por último, me gustaría que me hablase un poco de su instrumento; creo que es un Ruggieri de finales del siglo XVII.

Eso es, sí, de 1689 en concreto. Es una asignatura pendiente en España, esto de los instrumentos. Yo conseguí este instrumento gracias a la Fundación Banesto, hoy absorbida por la Fundación Santander. Y después de mucho tiempo he conseguido que me lo cedan de por vida, pero es una excepción. Yo estoy luchando para que las fundaciones en España vean la adquisición y cesión de instrumentos como una versión importante dentro del mundo artístico. Es algo necesario para que los músicos españoles de cuerda podamos competir en igualdad de condiciones con colegas de otros países.