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Raquel Andueza: "La música antigua goza de buenísima salud"

Es la voz del Barroco temprano, de la pasión madrigalesca, de los afectos, de los tesoros olvidados, de las danzas, de esa música tan íntima y tan directa que después de cuatro siglos vive ahora un momento de apogeo excepcional. Raquel Andueza, además de sus numerosos proyectos en solitario, es la voz solista de La Galanía, grupo que fundara en el año 2010 junto al tiorbista Jesús Fernández Baena, con quien creó también su propia casa discográfica: Anima e Corpo. Hace unos meses salía al mercado su último trabajo: Yo soy la locura 2, una exquisita colección de piezas del siglo XVII español que sirve de continuación a aquel primer proyecto discográfico que cosechó en su día un éxito rotundo.


Creo que la acogida del disco en los conciertos está siendo muy buena.

Sí, estamos muy contentos. Es un programa lleno de compositores anónimos, con muchas reconstrucciones, muchos estrenos mundiales y algunas piezas que no se han interpretado desde el siglo XVII. El primer concierto que dimos, en el Auditorio Nacional, se llenó a pesar de que la gente no sabía lo que venía a oír. Fue una gran alegría.

¿Por qué una continuación de Yo soy la locura?

La verdad es que Yo soy la locura (que fue nuestro primer disco con La Galanía y también el primer disco de Anima e Corpo como discográfica) tuvo una acogida que no me esperaba. Me parecía que un repertorio del XVII español era quizá demasiado minoritario. Jesús (Fernández Baena), en cambio, estaba convencido de que era un caballo ganador. Al principio, cuando sacamos el disco, estuvimos un tiempo sin dar ningún concierto (aunque las ventas iban bien), y yo tenía la impresión de que no funcionaría. Pero en el año 2012 salió nuestro primer concierto con este programa y desde entonces no hemos dejado de repetirlo. El público lo acogió muy bien y es un repertorio al que tenemos mucho cariño. A pesar de que todos los textos son en castellano, podemos decir que no es un repertorio enteramente español, ya que algunas piezas fueron encontradas en colecciones europeas. Con este primer disco dejamos muchas obras en el tintero, así que pensamos que merecía una continuación. Había muchas piezas de este programa que no se habían grabado todavía y eso fue lo que nos hizo decidirnos.

Háblenos un poco de Yo soy la locura 2 ¿Cuál diría que es el punto en común del repertorio que aquí se recoge? ¿Cómo definiría su idea general?

Es un disco con un carácter quizá más animado que el primero, puesto que tiene también tres bailes que han sido reconstruidos por el musicólogo Álvaro Torrente. La melodía se había perdido, se conservaba tan solo el patrón armónico de esos bailes y el texto. Es una música festiva, amorosa. Canciones de amor, de desamor, algo de sufrimiento, pero también mucho regocijo. Hay en este disco más placer que dolor.

Era un tema recurrente el de la locura en la música del siglo XVII.

La locura de amar, volverse loco de amor, es algo que nos ha perseguido desde siempre, que siempre prevalece en la historia natural del hombre. Todo esto se plasma en las canciones. También el “morir de amor”, cuando uno no es correspondido.

Antes me hablaba del trabajo de reconstrucción que ha realizado Álvaro Torrente. ¿Cuál es el proceso desde que una pieza de la que se conoce muy poco es seleccionada hasta que realmente puede ser interpretada?

Pongamos como ejemplo el caso de “Yo soy la locura”, una canción que consta de dos líneas. Cuando ves algo así sobre el manuscrito lo primero que se debe hacer (lo que hago yo como cantante) es fijarse en el texto. Si me gusta el texto la canción me va a gustar, siempre lo digo. Hay una libertad absoluta, ya que la mayoría de las canciones no se han hecho nunca antes (no es el caso precisamente de “Yo soy la locura”). Puedes elegir la velocidad a la que quieres interpretarla, con qué instrumentos quieres rellenar el bajo continuo, cómo quieres que sea la estructura. Nos gusta mucho esa libertad porque nos permite jugar con la pieza. De hecho, cuando me salgo de estos parámetros e interpreto música clásica o romántica me cuesta mucho ceñirme a los metrónomos y a las dinámicas que indica el compositor. Yo parto del texto, es el que siempre da la pauta de la velocidad (además del compás, el ritmo de danza si es el caso) y de cómo lo tienes que decir. A partir de ahí se pone en común con los otros músicos y se va creando poco a poco la estructura. Es muy bonito ver el proceso desde que la transcribes y la escuchas en tu cabeza hasta que te juntas con todos y empieza a sonar.

¿Es éste el disco que más trabajo ha dado en ese sentido?

Quizá de recopilación. A Jesús (que es el que está siempre por las bibliotecas buscando tesoros) le ha llevado más de un año. Pero ese es más o menos el tiempo que nos lleva cada disco, entre la recopilación del material, la transcripción, la grabación… entre un año y año y medio.

¿Qué nos puede decir sobre los textos de las piezas?

Tenemos un poco de todo. Por un lado, textos de desamor absoluto, de lágrimas, de dolor y de muerte. Pero también tenemos un par de bailes, los reconstruidos por Álvaro Torrente, que son bastante pícaros. La zarabanda, por ejemplo, se prohibió en España poco después de que se compusieran piezas como la que aquí aparece, y por eso también se perdieron las partituras (seguramente las quemaron o las escondieron). Pero alguien tuvo la fortuna de copiar los textos antes de que todo se perdiera. En el caso de la “Zarabanda del Catálogo” nos costó elegir qué texto seleccionar. Algunos eran tan explícitos que decidí no cantarlos. No quería que el disco fuera catalogado como algo que realmente no es, es un trabajo muy serio como para que una canción prevalezca demasiado y acabe empañando el resto de las obras. Además me daba un poco de pudor, sobre todo teniendo en cuenta que muchos textos eran cantados por mujeres, cantantes-actrices, con lo cual era más fácil identificarme con ellos. Al final elegimos un texto de un gañán, un Don Juan, que nos ofrece un catálogo de los tipos de mujeres que le gustan y por qué le gustan. La casada, la viuda, la beata, la criada, la mayor, la más joven… incluso habla del placer solitario, que él denomina “el soltero gusto”. También es del estilo el texto de las “Seguidillas de la Venta”, que habla sobre un caballero que va a una posada y discute con una chica cuánto debe pagar por sus servicios amorosos. El resto de textos sigue la tónica de la poesía amorosa de la época. Incluso hay un texto de Miguel de Cervantes, unos ovillejos que aparecen en el Quijote (“Quién menoscaba mis bienes”). Es la primera vez que canto música con texto de Cervantes, ha sido muy emocionante. La verdad es que es un lujo cantar este tipo de cosas.

Y además ser la primera en hacerlo.

Eso también. A veces me pregunto por qué no lo habrán hecho antes, quizá porque es un poco tedioso el trabajo de investigación. Lleva su tiempo, pero a mí me resulta muy gratificante.

¿Cómo surgió la idea de crear su propio sello musical? Anima e corpo.

Habíamos hablado con algunas discográficas para publicar nuestro primer disco: Yo soy la locura. Pero al ser un repertorio con tantos anónimos, música desconocida… no se terminaban de decidir. A veces nos decían: “Ya hemos hecho repertorio de música española con otra cantante” o “mejor no hacer música italiana”. Es decir, ellos perfilaban lo que querían grabar. Y, la verdad, no nos apetecía tener que condicionar el repertorio en función de las miras comerciales de una discográfica. Al principio me pareció una locura montar nuestro propio sello, con la crisis del sector discográfico, era como meterse en la boca del lobo. Pero resultó muy bien, ya hemos sacado cinco discos y tenemos grabado el sexto, que saldrá a lo largo del año 2016. Solamente podemos agradecer que sigamos produciendo discos al público que los compra, si no fuera por ellos habríamos tenido que cerrar el “chiringuito”. Quiero dar las gracias a todo el público que nos ha seguido a lo largo de estos años y nos ha acompañado comprando discos y viniendo a los conciertos.

¿Cómo es el proceso de creación de un disco como éste, en el que los intérpretes y los productores son las mismas personas?

Trabajando el quíntuple, hay que hacerlo todo. Tiene su parte buena y su parte mala, como todo. Lo bueno es que controlas el trabajo desde el origen, desde el momento en que encuentras el manuscrito hasta que el disco entra en máquinas para la duplicación. Tener ese control te permite hacer las cosas como tú quieres y no dejar ningún cabo suelto. Aunque siempre se puede mejorar. Lo malo son las horas de trabajo que se multiplican. Por suerte nos rodeamos de un equipo de gente estupendo: un diseñador y unos técnicos de sonido maravillosos, un fotógrafo increíble, unos profesionales que nos hacen todas las labores mucho más fáciles. El proceso es largo: selección del repertorio, grabación, escucha y selección de las tomas, el montaje (que lo realiza nuestro técnico de sonido), corrección de detalles… Y luego elegir cómo va a ser el libreto, qué fotos van a ir, el tipo de letra que quieres, es decir, todo. Hasta que no entra en el horno hay mucha inquietud, pero luego llega con el plastiquito a tu casa y no te lo puedes creer. Es como una especie de gestación y parto de un bebé que en este caso tiene muchos padres. Todos los participantes de La Galanía se sienten responsables de ese proceso, es muy bonito poderlo compartir con ellos.

¿Qué se siente al enfrentarse a obras que nunca antes han sido grabadas?

Como te comentaba, una libertad máxima, mucha emoción. Yo siempre digo que en La Galanía no es que interpretemos obras infrecuentes porque sean inéditas, por el hecho de hacerlo, es porque son obras preciosas. Nuestra base es interpretar lo más bello que podamos encontrar independientemente de que sean obras conocidas o no. Sí que es cierto que hay muchos compositores y obras que han sido injustamente olvidados. A veces encuentras tesoros como el repertorio de nuestro disco Alma Mía, de Antonio Cesti, del cual el noventa y cinco por ciento de las arias no se habían grabado nunca. Es una música maravillosa de la que me enamoré desde el primer momento. Se siente una gran emoción al imaginar todo el proceso desde el inicio, al verlo en tu cabeza, cuando tarareas por primera vez la melodía, cuando encuentras el manuscrito, lo transcribes, lo escuchas en el programa del ordenador (que suena a rayos)... Y, de pronto, quedas con tus compañeros y los escuchas por primera vez... Es maravilloso. Hemos llorado muchas veces de emoción, al encontrar tesoros escondidos.

¿Cómo fueron sus comienzos en el mundo del canto?

La verdad es que no recuerdo haber estado sin cantar nunca. Soy la pequeña de cuatro hermanos y ellos ya hacían música cuando yo era muy pequeña. En mi casa siempre había música, mis padres cantaban y tocaban el piano, mi hermana también, mis hermanos cantaban en un coro. No podía concebir la vida sin música, para mí era algo natural. Iba con mis padres a escuchar a mis hermanos que cantaban en el coro de los Niños Cantores de Navarra y me sabía todas las canciones, así que con seis años le pedí a mi madre que me dejara entrar en el coro. Ella pensaba que yo era aún muy pequeña, al igual que el padre Goikoetxea, que dirigía el coro, pero finalmente me admitieron. Y desde entonces no he dejado de cantar. Nunca pensé en tener una carrera como cantante solista, siempre me vi más como cantante de coro, ya que no tenía una gran ambición personal ni un carácter de “diva”. Tampoco consideraba que mi voz fuera la más increíble, así que supongo que por esa razón fui estudiando poco a poco, sin prisas, fui aprendiendo. Empecé muy joven en todo, con catorce años ya estaba estudiando canto y también me fui muy pronto a estudiar a Londres. Nada más terminar mis estudios hice unas pruebas para el coro de la Comunidad de Madrid y el director, Jordi Casas, me dijo que no me admitiría nunca porque sería un desperdicio, que yo debía cantar sola y no en un coro. Esa fue mi primera sorpresa. A partir de ahí tuve suerte porque me fueron recomendando de aquí para allí: “Esta chica funciona, es rápida leyendo música...” Eso es muy importante al principio, cuando tus primeros trabajos suelen ser sustituyendo a otra cantante que está con catarro. He tenido la suerte de tener una formación musical amplia desde pequeña así que no me cuesta leer partituras ni estudiar rápido. Esa fue una baza que me ayudó mucho a meter la cabeza en el mundo profesional. Y sin darme cuenta empecé a cantar con directores a los que admiraba mucho.

¿Cuándo comenzó a interesarse por el repertorio barroco?

Eso fue algo que comenzó gracias a mi hermano y a un amigo suyo que se llama David Guindano, que dirige un coro en Pamplona. Ellos eran unos fanáticos de la música barroca. Recuerdo algunas versiones que tenían en casa que para mí sonaban a rayos, voces muy abiertas, repertorios renacentistas... no voy a dar nombres, pero me parecía algo horrible. Hasta que, de pronto, organizaron una semana en Pamplona dedicada a Claudio Monteverdi y me llamaron para cantar en el coro y para hacer algunos solos. Yo por entonces era una adolescente y aún no conocía su música. No podía esperarme lo que me encontré. Esos madrigales a cinco voces me parecieron una auténtica maravilla. Me enamoré inmediatamente de Monteverdi y ese amor me ha acompañado desde entonces. A partir de ese momento la música barroca supuso para mí una inclinación natural. Como te comentaba el texto es muy importante para mí, y en esta época, en el siglo XVII en Italia, el texto era lo más importante, era el punto de partida de la composición. Encontré lo que yo sin darme cuenta estaba buscando. Después me fui dando cuenta de que siempre me había gustado la música barroca sin saberlo. Cuando era pequeña, mi hermana tenía muchos libros para piano de diferentes compositores y yo siempre le pedía que tocara algo del libro de azul, que era música de Bach. Un día en el colegio, nos pusieron una pieza en clase de música que me llamó mucho la atención, pregunté por ella y la profesora me dijo que era de un compositor que se llamaba Purcell. Así que supongo que hay algo en la música barroca que me ha atraído siempre.

¿Qué cantantes le han inspirado en su carrera o durante sus estudios?

Mi voz no es excesivamente grande, aunque con los años va creciendo de forma natural. Cuando empecé con catorce años tenía una voz pequeña y sin mucho registro, como debe ser a esa edad, pero mi profesora de canto siempre hablaba de voces grandes, y eso no me alentaba mucho. Un día mi hermana mayor llegó a casa con un disco de Emma Kirkby y me dijo: “Tienes que escuchar este disco para que veas que no sólo existen las voces grandes.” Nunca se me olvidará, era el Salve Regina de Pergolesi, sonaba como un ángel. Yo pensaba que mi instrumento no valía para nada por ser demasiado pequeño, y ella me hizo seguir adelante. Por supuesto me gustan también las voces grandes, todo tipo de voces, de todo se aprende. Admiro a mucha gente, desde Maria Callas hasta Barbara Bonney, (que es una cantante que me fascina) mi amiga y compañera Carmen Solís, (una gran cantante de ópera a la que siempre he admirado muchísimo) Ian Bostridge, Bryn Terfel... Son cantantes que siempre me han fascinado y de los que puedes aprender mucho.

¿Es el mundo de la música “clásica” demasiado rígido?

Durante muchos años hemos vivido con una tradición determinada, por otra parte maravillosa, de zarzuela y de ópera. En los conservatorios la música anterior a esta tradición se estudiaba en los primeros años porque era “lo más fácil”. Y, sin embargo, nunca he hecho nada más difícil que cantar polifonía del siglo XVI. Tomás Luis de Victoria es, sin duda, lo más difícil que he hecho nunca, mucho más que cantar Debussy o Schubert con una orquesta grande, donde tienes un colchón armónico, una orquesta de ochenta personas que te soporta la voz para que puedas sacar toda tu artillería. Me parece que hay un concepto un poco equivocado, probablemente por desconocimiento, en los conservatorios, donde se ha estudiado la música a partir de la época clásica, olvidándose los orígenes de la ópera y otras muchas cosas que para mí son fundamentales para la formación instrumental y vocal de cualquier músico. También para la formación mental, para comprender por qué las cosas son de una determinada manera, por qué se compone de tal forma en los siglos XIX, XX, XXI. Creo que ha habido un olvido hacia los repertorios anteriores, no sé si por falta de información o por falta de interés. Y creo que ahora, por fin, estamos empezando a subsanar este error, gracias a los buenísimos músicos que hay en este país haciendo repertorio histórico. Empezando por nuestros “papás” como han sido Jordi Savall o Al Ayre Español con Eduardo López Banzo. Gracias a ellos se ha creado una escuela y hemos podido descubrir auténticas joyas musicales que no son para nada sencillas y que hemos sacado del cajón de los olvidos. Creo que ha habido una falta de educación en estos repertorios, también vocalmente. La ópera y la zarzuela clásicas son repertorios maravillosos pero la ópera anterior no tiene nada que envidiarles.

¿La música antigua está de moda?

La palabra moda es una palabra peligrosa, las modas son pasajeras. Sí que pienso que atrae a mucha gente joven, y eso garantiza un futuro para los que estamos en esta profesión. Creo que la música antigua goza de una buenísima salud, cada día hacemos las cosas mejor, cada vez hay más compañeros que lo hacen muy bien. Y eso, lejos de generar competencia entre nosotros, nos une más. El gremio de la música antigua en España es cada vez más fuerte y eso nos genera una buena reputación a todos. Las modas también se atribuyen a la gente joven, y la gente joven está tanto entre los músicos como entre el público de la música antigua. Es estupendo ver que se ha superado esa especie de filtro que muchas veces ha separado a la música clásica del público joven.

Sucede todo lo contrario que con la zarzuela, un género en el que el envejecimiento del público es evidente.

Sí, estamos hablando de una música que pertenece a una época en la que la técnica del bel canto aún no existía. También la forma de tocar de los instrumentistas era diferente, no necesitaban llenar una sala grande, es por eso que después tuvieron que cambiar su forma de tocar. Lo mismo en el caso de los cantantes, que aprendieron una nueva forma de cantar para poder llenar un espacio mayor. Pero en esa época todavía se interpretaba la música en lugares pequeños, donde el vibrato no era necesario. Los instrumentos y las voces tienen un aspecto de emisión natural en su sonido que quizá conecta mejor con el público de hoy en día. Hay menos pomposidad, ya que el repertorio es quizá de concepción más simple (que no más sencillo), y llega de forma más inmediata al oyente. Como me pasó a mí, en plena adolescencia, con Monteverdi.

¿Diría que la libertad para expresarse es lo que más define el repertorio que elige?

Sí. La libertad y la poesía. Hay veces, sobre todo en el siglo XVIII, en que te encuentras textos muy difíciles de defender, pero en el siglo XVII en Italia la poesía era muy importante. Ya sólo la sonoridad del texto italiano de esa época, a mí me resulta embriagadora, la pasión que lleva cada palabra. La pasión es algo que caracteriza mi vida en general, por eso también me gusta este repertorio. Y el hecho de que cuando lo canto y lo estudio se me pone la piel de gallina. Aunque no tuviera que cantarlo en público lo seguiría haciendo en casa por el mero placer de sentirlo.

¿Cuál es su máxima a la hora de cantar?

Depende de si canto para un público o para mí misma en casa, el contexto influye, aunque uno no quiera. Alabo al cantante que sienta exactamente lo mismo en cualquier lugar, pero a mí todavía no me ocurre. Cuanto más avanzas en tu camino, cuantas más responsabilidades tienes, cantas en sitios más importantes, esa responsabilidad te condiciona, genera nervios, expectación, no quieres defraudar al público. Mi máxima es conseguir que el público conecte con la sensación que yo tengo al cantar. Más que intentar que todo sea perfecto, puesto que yo misma no lo soy, soy humana. Intento contagiar las sensaciones que vivimos en el escenario, que el público se deje llevar por las melodías, por los textos que estamos contando y cantando. En La Galanía siempre decimos que los corazones tienen que latir a la vez, para que todos seamos uno, para que todos sintamos lo mismo. Y eso es lo que me gustaría conseguir también con el público, que el público palpite, que lata a la par que nosotros, con las mismas emociones. Eso es más importante que conseguir la perfección técnica o que la ejecución sea impecable. Me rodeo de los mejores, así que eso se lo dejo a ellos. Probablemente pase lo mismo en un equipo de fútbol, todos tienen que estar sincronizados y en la misma sintonía para poder meter un gol.

Es usted un ejemplo de que es posible crear un camino propio, al margen de los convencionalismos, y tener éxito. ¿Fue difícil crear este camino?

La verdad es que no lo pensé. Si miro mi agenda, los conciertos que hemos dado, dónde estamos, dónde hemos estado y adónde vamos a ir... pienso que es estupendo. Pero “éxito” no es una palabra en la que yo piense mucho. Fue todo bastante natural, tuve suerte de entrar rápido en este mundo, aprendí mucho de los directores que me gustaban. Poco a poco vas forjando tu propio estilo, tu propio concepto. Cuando Jesús y yo formamos el dúo acabábamos de terminar de estudiar, pero empezamos a formar una concepto de cómo queríamos que se hicieran las cosas, y después extendimos este concepto también a La Galanía, un grupo más amplio con el que poder abordar repertorios más grandes. El hecho de tener las cosas claras, el repertorio que quieres, la gente de la que te rodeas, es muy importante. En mi caso, el haber formado un grupo propio me permitió elegir más, con quién quería trabajar, con qué directores. No quería cerrarme sólo a La Galanía, pero si focalizarme un poco más en ello. Sobre todo desde el año pasado estoy muy centrada en el grupo y hago muy pocas cosas con directores de fuera, aunque me encanta hacer proyectos distintos. Creo que elegir el repertorio que mejor se adapta a ti, el que más te gusta, es una de las claves de ese éxito del que hablas. Cuando haces repertorios que no te convencen al cien por cien, el resultado, por muy bueno que sea, no cala tanto en la gente. Yo lo he visto con algunas grabaciones que he hecho con otros grupos y con las cuales estoy muy contenta pero que han pasado sin pena ni gloria. Y sin embargo Yo soy la locura, de pronto, cala en la gente, y sucede lo mismo con el siguiente disco, y con el siguiente. Quizá puede ser que hago las cosas tan convencida que no puede ir mal. No lo sé, es algo en lo que no pienso mucho, todavía me queda mucho por recorrer. Pero sí que puedo vivir de dar conciertos, estoy tranquila, estoy en un buen momento.

Entre sus próximos proyectos discográficos se encuentra un disco de arias y dúos de Francesco Cavalli con el contratenor Xavier Sabata. ¿Qué nos puede adelantar?

Lo grabamos en Girona después de hacer un concierto allí en el auditorio. Nos acogieron fenomenal y pasamos una semana estupenda grabándolo. Son arias y dúos de Francesco Cavalli, de diferentes óperas, pero con los cuales nosotros hemos montado una historia de principio a fin, una especie de pequeña ópera de una hora y cuarto. Es una historia más o menos coherente de amor, más tarde desamor hacia la mitad del disco, y vuelta al amor al final. Es una selección de perlas escogidas entre todas sus óperas. Fue un trabajo ingente escogerlas porque había tantas maravillas que nos costó mucho descartar. Hacía tres o cuatro años que Xavier y yo teníamos la idea de grabar este programa y por fin se ha materializado. Ahora mismo estamos en pleno montaje del disco, queríamos sacarlo esta primavera, que tenemos un concierto en el festival de Flandes en Mechelen, (en Malinas) el 30 de abril, pero al final no va a poder ser, así que lo dejaremos para finales de verano, septiembre. Creo que es una buena fecha.

¿Qué proyectos interesantes le esperan en este 2016?

En abril vamos a grabar nuestro séptimo disco, que saldrá el año que viene. Volvemos al repertorio italiano, canciones y bailes, más o menos con la misma formación de Yo soy la locura 2. Hay muchas canciones que siempre he querido grabar y todavía no lo hecho, también algunas piezas inéditas. Además me han invitado a ser la artista en residencia en este festival de Flandes, que se hace en Mechelen. Estaremos allí tres semanas y haré cinco conciertos, tres con La Galanía y dos muy diferentes: uno de música contemporánea, (John Cage y George Crumb) con un grupo de Bélgica (Ictus Ensemble); y un recital de jazz, blues, boleros y música brasileña con el pianista Darío Moreno. También haremos conciertos con Yo soy la locura 2, este concierto de Cavalli, y un programa nuevo de nanas italianas del siglo XVII con el que haremos un pase para bebés y también un pase nocturno para adultos. Nos ha llevado casi tres años de recopilación, ha sido el programa más duro de montar de todos los que hemos hecho, las nanas están muy desperdigadas en colecciones del mundo, un trabajo muy arduo para Jesús. Después tendremos nuestra primera gira por Japón, es la primera vez que vamos a Asia. En verano volveré otra vez al festival de Amberes, a dar clases a grupos de jóvenes músicos que hacen allí una especie de presentación, con varios profesores que les dan clases de perfeccionamiento. Lo bonito es que yo fui allí cuando era estudiante y ahora me han llamado para ser la coach. Y, además de todo eso, por fin Pegaso se ha presentado en España, (hasta ahora se había hecho en Bélgica y en Francia). Fue hace tan sólo unos días, el 25 de febrero en el Festival de Arte Sacro de Madrid. Estamos muy contentos porque ha sido nuestro proyecto discográfico más ambicioso hasta la fecha, con seis cantantes. Una música maravillosa de Tarquinio Merula, que nunca había sido grabada antes, música sacra pero muy madrigalesca, en la que podría cambiarse el texto sacro por uno amoroso sin problema. Es una música optimista, feliz, un programa maravilloso, estamos felices de haberlo estrenado por fin en España. También vamos por primera vez al Festival de Cuenca con un monográfico de Durón, un programa hecho expresamente para este festival de la Semana Religiosa, el 27 de marzo. Se abren muchos horizontes, creo que va a ser un año muy bonito.

Y, para terminar, ¿algún reto de futuro?

Siempre he querido trabajar con Gardiner. Nunca me he puesto en contacto con él ni lo he intentado, pero espero que algún día pueda ser. Siempre quise trabajar con Leonhardt y al final no pudo ser, así que espero que esto sí se cumpla. También hay muchos sitios en los que me gustaría actuar, por ejemplo el Baluarte de Pamplona, no he estado todavía allí y es una espinita que tengo clavada. A veces una canta en el Carnegie Hall, en La Cité de la Musique... y sin embargo en su ciudad no es tan fácil. Me da un poco de pena con todos los amigos y familia que tengo allí, aunque siempre se desplazan para venir a verme. Me haría mucha ilusión conocer por fin la sonoridad que tiene el Baluarte desde el escenario.