Daniel Bianco Director Teatro Zarzuela 5

DANIEL BIANCO: "QUIERO QUE HAYA MUCHO MÁS POP EN EL TEATRO DE LA ZARZUELA"

 

Daniel Bianco (Buenos Aires, 1958) afronta el arranque de su primera temporada como director artístico del Teatro de la Zarzuela con ilusión, con las ideas claras y todo ya pensado para ser tan convincente como eficaz en su labor. En su despacho, a pocas horas de que comience la primera función de Las golondrinas, nos habla de cambios, de cómo quiere conseguirlos y de cómo lleva trabajando en ellos sin descanso.  

¿Qué tal por la Zarzuela?
¡Muy contento! Yo soy un adicto al trabajo. Me ha pasado en todos los trabajos que he tenido y siempre que llego a un nuevo teatro, lo único en que pienso es en ese teatro. No tengo nostalgia por lo anterior. Llegué aquí a través por un concurso, lo que demuestra mi intención de querer estar aquí. No es la típica situación en que te llaman por teléfono para ofrecerte algo. He trabajado para estar aquí.
La primera vez que llegué a Madrid, hace 32 años, fue como ayudante de escenografía en esta casa, luego ya pasé al Centro Dramático Nacional como coordinador artístico, por lo que ha sido como volver a casa. Nada me ha resultado ajeno. Ya conocía la infraestructura, el mecanismo de la administración no me es ajeno. Ahora afronto cada día con la conciencia de que he venido a realizar un proyecto que he tenido claro desde el primer momento, porque creo que verdaderamente hay un prejuicio muy grande sobre la zarzuela.

¡Si sólo fuera uno!
Pero hay uno que es demasiado grande: considerar que es un arte menor, pensar que en realidad todo es más importante en la ópera que en la zarzuela. Creo que es el momento, así me lo he tomado yo, en que debo dirigir todos mis esfuerzos en apoyar, difundir y hacer valor la música española. Y cuando digo música española me estoy refiriendo a todo un abanico. Hay que conectar con el público, con la sociedad. Ha de ser este un teatro que tenga el pulso de la sociedad, que vaya con él. Debemos reflexionar sobre una cosa: este teatro ha cumplido 160 años. Sólo ha parado su actividad desde 1909 a 1911 cuando fue restaurado por un incendio; es decir, no ha cesado su actividad ni siquiera durante los años de la Guerra Civil. ¡Es un teatro que ha vivido mucho! Más allá de sus últimos años, en este teatro Unamuno ha dado charlas, Lorca ha estrenado obras suyas, ha cantado la Callas, la Tebaldi, ha bailado Nureyev, han mostrado su arte las cupletistas más importantes… por este teatro ha pasado todo el mundo y se han estrenado las grandes obras de la música española. Todo esto es lo que creo, hay que volver a retomar. Es un teatro escondido, nadie pasa por la puerta. Necesita una visibilidad porque creo profundamente que este es un teatro de la ciudad, vivo.

¿Cómo va a encarar el reto de abrirse?
¿A dónde debemos dirigirnos? Hay un público muy fiel a esta casa que es el público abonado a la Zarzuela y lo voy a cuidar muchísimo, pero creo que es nuestra obligación, intentar al menos que la gente descubra lo que no conoce. Creo que hay un punto en la zarzuela que es que todo el mundo reconoce la música, pero reconocer es una cosa incluso melancólica, mientras que descubrir es enriquecedor ya que lo puedes ver de otra manera. Y creo que hay muchas maneras en las que se puede redescubrir algo.

Desde luego toda una apuesta. ¿De veras usted cree que es posible que, llegado a una edad, alguien prefiera hacer el esfuerzo de descubrir antes de dejarse llevar por los recuerdos?
¡Es que de eso se trata precisamente! ¡Yo tengo que lograr seducirles! ¿Cómo conseguirlo? Creo que el nivel de la música española es muy alta. Incluso el nivel de aquellas partituras que puede que no sean muy elevadas, siempre hay un momento de inspiración. Donde más cojea la zarzuela es en los libretos, desde luego. Hablamos de un arte que ha sido rápido, muy rápido. En el Teatro Apolo, que estaba aquí al lado, se hacían cuatro funciones por noche. ¡El microteatro no es un invento de ahora! Tratándose de un género tan popular, aunque haya algunas zarzuelas muy costumbristas y locales, siempre al final se habla de amores, angustias, pasiones… de lo que hablan todas las obras de arte. Y si hasta Shakespeare, Lope de Vega, Cervantes… si a todos los grandes del teatro se le tocan sus textos en todas partes del mundo, ¿por qué no vamos nosotros a tocar los textos de las zarzuelas? No para actualizarlas sino por hacerlas más cercanas al público, para trasladar mejor al espectador, de manera más acertada, aquello que se quiere contar.
En esta temporada, por ejemplo en Chateau Margaux y La viejecita, hemos hecho una versión libre de Lluis Pasqual, donde sin tocar la música, Pasqual inventa una obra nueva sobre un programa de radio…

¿Algo parecido un tanto a lo que se hizo en ¡Cómo esta Madriz!?
Sí, pero no. Mire, cuando se estrenó La Gran Vía, ya fue un escándalo. Siempre que se ha hecho La Gran Vía, ha sido un escándalo. La última vez que yo la vi, aquí en la Zarzuela con Marsillach, fue un escándalo. ¡Pero es que la obra lleva el escándalo! ¡La obra fue creada para criticar! No es lo mismo con Chateau Margaux y La viejecita; no es lo mismo con Katiuska, que no está esta temporada pero que digamos puede que esté más adelante. Del mismo modo ocurre con La gatita libre y Enseñanza libre, donde Enrique Viana va a reescribir las obras, las readapta contando la historia de otra manera. Al final el espectador va a sentir que la música es la misma pero que ha cambiado la forma en que se acerca a él. Chateau Margaux y La viejectia tienen miles de páginas de texto. Si las hiciéramos tal cual fueron escritas, nadie las aguantaría. Y también va a ocurrir en La villana, que está basada en Peribáñez y el Comendador de Ocaña, de Lope de Vega, y donde Natalia Millán está adaptando su texto. ¡Pero adaptar no quiere decir cambiar! No lo hace por capricho, lo hace para poder contarlo.

¿La adaptación va a ser importante bajo su mandato?
No sólo el tratamiento de los textos, también lo estético. Pero lo estético en un concepto amplio, no lo digo sólo porque yo sea escenógrafo. Le voy a contar una anécdota que hace pensar sobre algo que deberíamos mirárnoslo todos: La Revoltosa de esta temporada es un proyecto para chavales jóvenes. Hemos hecho audiciones para 300 personas. La gente tenía que cantar algo libre, que por lo general optaban por un musical. Perfecto. Después tenían que hacer una escena de teatro, que casi todo el mundo escogía teatro español. Perfecto. Y por último había que cantar algo de la zarzuela. Y todo el mundo se ponía en jarras, asociando esa imagen a la zarzuela. ¡Y eso no es la zarzuela! ¡Es un vicio, un prejuicio arrastrado! Y aquí es donde me refiero a la estética de la zarzuela. Debemos cambiarla, modernizarla. No hablamos sólo de un decorado u otro. Por mí como si esa Revoltosa la hacen con guitarra eléctrica o golpeando una lata con un palo, ¡me da igual! Lo que quiero es acabar con la imagen que los jóvenes tienen de que para cantar zarzuela hay que ponerse en jarras.

Vaya, desde luego suena “innovador”. ¿Hacia donde se mueve su visión escénica de la zarzuela: Vick, Plaza…?
Realmente soy una persona muy clásica, muy conciliadora en mi día a día. Y como soy muy apasionado con mi trabajo, no hay diferencia entre mi vida y el teatro. El cuerpo me pediría Graham Vick todo el año. De hecho, que Mario del Monaco esté haciendo Las golondrinas ahora es lo mismo porque son grandes creadores que miran nuestra música sin prejuicios. Giancarlo puso cara de espanto cuando le ofrecí hacer Las golondrinas, pero enseguida lo aceptó y ha hecho un espectáculo maravilloso. Por supuesto me parece muy válido José Carlos Plaza y me parecen muy válidos todos, pero si yo puedo ampliar la visión del espectador, la ampliaré.

¿Va usted a buscar el giro escénico, digamos?
¡Pero por supuesto! ¡En ello estoy! Ahora me voy a Venecia porque tengo una entrevista con Michieletto, a quien quiero convencer para que venta al teatro. También he hablado con Robert Carsen, que le asusta porque no sabe una palabra de español. ¡Pero no importa si Carsen me dice que no! Lo que importa es que les llegue una propuesta del Teatro de la Zarzuela. También Carsen le dirá que no a La Scala o al teatro que sea por el motivo que sea, pero lo que no he querido desde el primer momento es no plantearme el poder llamar a un director u a otro porque esto sea el Teatro de la Zarzuela.

Cuando se eligió a Pinamonti, algunos se echaron las manos a la cabeza porque no es español. Ahora viene usted que es argentino… ¿De veras a su alrededor se ve gente con esa mentalidad?
Es algo con lo que hay que terminar. Este tiene que ser un teatro internacional. Eso es lo bueno. Evidentemente hay obras con mucho texto en las que no podré poner a una cantante de Europa del Este porque no va a poder con el texto, pero sí puedo hacerlo en Marina, como es el caso de Olena Stroia, una cantante extraordinaria. Y en el primer reparto de Golondrinas tenemos a Rodrigo Esteves que es un cantante brasileño, extraordinario también.
Soy un hombre de teatro. He pasado por todos los estados del teatro. Me gusta, es mi pasión. He venido aquí a construir sobre lo que mis predecesores han construido. Esto es como un catedral, cada arquitecto y cada época han dejado su huella sobre ella. Este es mi objetivo, seguir edificando sobre lo ya existente. Pero eso sí, tengo que dejar mi impronta.

Lo que he podido observar es que no ha arrancado oficialmente la temporada y le hemos visto y oído prácticamente en todos los sitios donde se lo hemos requerido. Parce como que se ha tomado este proyecto de forma muy personal… Incluso ahora aparece su nombre en la web del teatro bajo el logo de la Zarzuela, cosa que no sucede en ningún otro teatro lírico… ¿Tan seguro está?
Mire, que mi nombre aparezca ahí no es cosa mía, es una cuestión del INAEM. Yo soy una persona de perfil bajo, nunca en la vida miro esas cosas. ¿Si estoy seguro? Sí, estoy seguro de que esto me gusta y de que esto se puede hacer. Estoy seguro de que este teatro puede cambiar en muchas cosas.

¿No va a frustrarse cuando se tope con la Administración? No sería el primero…
¡Pero es que yo ya conozco a esta Administración! Sé cómo hay que trabajar. No me resultan ajenas las formas de aquí. No crea que peco de soberbia, simplemente sufro como cualquier otro y seguramente también me equivoque, sobre todo al principio, ahora al llegar, seguramente me haya equivocado en cosas, pero ante la duda y ante la angustia, sólo ataco con trabajo. Cuando venga la inspiración que me pille trabajando, que decía Picasso, lo aprendía a sangre desde pequeño.
A mis jefes les traslado todo aquello que veo. Aparentemente, nadie aquí había reparado en las quejas del público y una de las primeas cosas que hice fue pedir las hojas de reclamaciones. La gente aquí se queja porque no hay ascensor.

Un básico en este Teatro…
Pues ha de saber que lo inauguramos hoy.

¡El ascensor! ¡Casi es el titular de la entrevista!
(Risas) Es algo que hice saber a mi jefa y que ha escuchado sin problema alguno. Era un problema que había que resolver rápidamente en el siglo XXI.

Hablando de reclamaciones y volviendo al escándalo de ¡Cómo está Madriz!, ¿Sirve de algo poner reclamaciones al Arte?
¡Sí! A mí me sirve. Yo contesto personalmente una por una. Es una de las muchas maneras de ver qué le ocurre al otro, y esto es importante. En Cómo está Madriz tuvimos 20.000 espectadores y 83 hojas de reclamaciones. A todos les he contestado que siento de veras profundamente que se hayan disgustado… ¡Pero esto es así! Hay que respetar mucho al público, sin ellos esto no existiría. Quiero que esta época se recuerde por el trato al público, pero también por el contenido. Es por el contenido por lo que me gustaría que la gente recordara esta época, por el tipo de espectáculos que vamos a hacer…

De este contenido, ha continuado con algo de lo que Pinamonti dejó hecho o medio empezado? ¿Por ejemplo ese estreno de Policías y ladrones de Tomás Marco?
Sí, la hacemos en marzo de la temporada que viene. No es que no vaya a mantener su proyecto porque la única cosa que me dejó dicha Pinamonti, con la libertad de que yo la pudiera quitar o no, y decidí no quitarla, fue Policías y ladrones de Tomás Marco. Y he decidido no quitarla. El resto, como un perfecto caballero, sólo me dejó el presupuesto limpio y todo el camino libre.
En cualquier caso, le adelanto que voy a sacar un proyecto de concurso de obra. Me parece que elegir a dedo a una persona para encargarle una obra, una zarzuela, es muy arriesgado. Al elegir no es que le digas a uno que sí, es que le dices a veinte que no. Así que vamos a sacar un concurso para presentar obras nuevas. Dos hojas de libreto, con dos hojas de partitura que evaluará un jurado internacional y representaremos aquí dentro de dos años.
Y a seguir con la zarzuela, con la ópera y con la revista, porque yo hago mucha revista.

Si la zarzuela tiene losas encima, la revista ya…
Pero hay revistas, por ejemplo del maestro Alonso, extraordinarias. Quizá haya que cambiarles el texto, pero sus músicas son estupendas. Estoy en colaboración por ejemplo con Conejero, con Alfredo Sanzol… He llamado a Mayorga pero por desgracia no puede, aunque ya encontraremos algo. Estoy intentando atrapar a otro tipo de gente que venga a trabajar por primera vez al teatro y aporte a la Zarzuela.

¿Habrá algo que al verlo nos echemos las manos a la cabeza?
¡Sí! ¡Se lo aseguro! Mire, yo ya tengo hasta la temporada 2019-2020 hecha. Aquí sólo se puede trabajar con tiempo. Es un cúmulo de situaciones que hay que resolver y sólo si trabajas con tiempo tienes los cantantes y directores de orquesta que quieres.

¿Juanjo Mena ya ha encontrado fechas, o sigue sin estar disponible?
Juanjo Mena estaba previsto, tenía un título para estar aquí, pero no sé por qué motivo no ha podido venir.

¿Siente que, no digo él en concreto, pero que hay gente que le dice que no por ser la Zarzuela?
¡Sí! No le voy a mentir, pero cada vez son menos. Cuando esto lo conviertes en algo más internacional, más abierto, es distinto, y empiezan a decir que sí. Este año yo he estado en el Colón, en Liège… y viendo cómo se me trata en otros teatros, en lo bueno, es lo que aplico aquí y estas cosas también hacen que todo funcione mejor. Hay que ser comprensivo con los artistas.

Me dice que ha estado en el Colón, en Liège… Por favor no me responda lo fácil, pero ¿usted también dejará la Zarzuela si le ofrecen otro teatro?
(Piensa) Lo dudo. Lo dudo muchísimo. Sin conocernos usted y yo, ya le confieso que es casi una cuestión vital de mi forma de ser. Me desgasto muchísimo en este trabajo, voy a cumplir 59 años y necesito cerrar ciclos. Quiero cumplir al menos los cinco años de trabajo por los que he sido contratado. La verdad, es que creo que no me iría a ninguna parte.

Me decía Óliver Díaz que el día en que se vaya usted, que termine su proyecto, se irá él también.
Mire, me pasó una cosa con Óliver. No tenía trato personal con él, pero me parecía que al llegar yo al teatro, necesitaba un cambio y tenía claro que quería un nuevo director musical. Quedé con él para tomar un café y tuve una sintonía total desde el principio. Aquí la orquesta no es del director, es una orquesta que pagamos, que alquilamos podría decirse y el director titular es otro, Víctor Pablo Pérez, por lo que es un trabajo muy difícil. Él desde el principio ha entendido que tiene que estar conmigo, buscando, acompañándome… No sé si tiene que irse cuando yo me vaya, lo que sí noto es que somos un muy buen matrimonio artístico.

Será la Zarzuela y habrá quien no quiera venir, de momento, pero tampoco todos saben ponerse ahí…
Él es estupendo, tiene un lenguaje teatral exquisito en las manos. Estoy verdaderamente contento con él. Con todo el equipo.

Volviendo al contenido de la programación, quisiera que me explicase por favor la razón que tienen esos conciertos en los que no participan los miembros estables de la casa pero que están ahí, metidos en la programación: concierto de Indiana Jones, Martirio… ¿Esto encaja en el Teatro, siendo además público?
Se lo explico. Yo no quiero hacer aquí unos conciertos sinfónicos, clásicos… En este teatro tiene que estar todo el mundo, por lo que hago uno relacionado con la zarzuela, donde estará el maestro Jesús López Cobos, que fue el primero al que llamé y aceptó encantado. Además, quería hacer El huésped del Sevillano por ser el año Cervantes, pero como no es tan fácil encontrar un tenor para la obra, pensé en un concierto dedicado a Cervantes con músicas europeas. El Concierto de Navidad están en manos de Óliver, idea absoluta suya.
Ahora, aparece lo que podríamos llamar pop. Gerónimo Rauch es la voz del musical y estará en un concierto. Lo que pasa es que este concierto está patrocinado, producido por High C Music…

Lo que me llama la atención es que estos conciertos, con esta producción, que siempre han estado fuera de la programación oficial del teatro, ahora estén asumidos por este…
¿Pero por qué no? ¿Por qué no van a estar en la programación? ¡Si yo quiero que esta gente esté en el teatro! Yo quiero que haya mucho más pop en el teatro. Quiero mezclarlo todo. Meclar, mezclar... Este es un teatro vivo, de ciudad. ¿Cómo es Madrid? Cosmopolita. ¿Cómo voy a estar ajeno a todo ello? Quiero que Martirio cante aquí. Quiero mezclar energías, que el señor que venga a ver a Gerónimo Rauch vea que aquí se hace zarzuela. ¿Por qué voy a dejarlo aparte? Dejemos de pensar que hay cosas de primera o de segunda, dejemos de pensar que hay cosas que no se puede tocar. Hay música buena y hay música mala y todo esto que está programado es música buena. El año que viene toda esta sección, toda esta parte del programa va a ser mucho más grande.

¿No va a tensar mucho la cuerda muy rápido? ¿No le da miedo que sea un cambio muy rápido para el público de la Zarzuela, siendo como es?
Esta gente es la que va a traer público nuevo. Estos cantantes son los que van a promover el cambio. También la programación de la zarzuela. La gatita blanca va a traer gente nueva como lo trajo ¡Cómo está Madriz!, vamos a meter una grada en el escenario donde se sentará el público, y el escenario estará en el patio de butacas. ¡Eso ya te trae otra gente al teatro! ¡Al menos te descoloca! Es que si nos encerramos un cajón, se acaba el aire y nos morimos. ¡Qué entre el aire!