ElenaSancho

Elena Sancho Péreg: “Para mí cantar Donizetti es como ir a un spa”

Nacida en San Sebastián, la joven soprano Elena Sancho Péreg asienta poco a poco una trayectoria sólida dentro y fuera de su país. De hecho, tras su reciente Sophie en el Werther del Liceu, estrena hoy una tanda de funciones como Zerbinetta en la Ariadne auf Naxos de la Staatsoper de Berlín. Al hilo de esta experiencia, conversa aquí con Platea Magazine sobre las alegrías y sinsabores de esta profesión, con una agenda cargada de compromisos ilusionantes.

Se encuentra ahora en la Staatsoper de Berlín donde hoy estrena Ariadne auf Naxos, interpretando el papel de Zerbinetta.

Sí, estoy muy contenta. La producción es exigente, los ensayos han sido intensos, pero es un lujo trabajar en este teatro y con unos colegas tan estupendos. Este contrato salió tras la Zerbinetta que canté en Düsseldorf y que supuso mi nominación a los Premios Faust y fui destacada como mejor cantante revelación en la revista Opernwelt. Esas funciones tuvieron bastante repercusión y de ahí salieron varios compromisos, como L´elisir d´amore que hice en Sankt Margarethen y esta Ariadne en la Staatsoper de Berlín.

Antes de Berlín tuvo lugar su debute en el Liceu, con la Sophie de Werther.

Sí, fue una experiencia inolvidable, en un ambiente idílico. Todo lo que podía salir bien, salió bien. Los niños de la escolanía incluso me cantaron una canción vasca en la última función; fue precioso. Hay ocasiones en las que uno tiene la sensación de que el viento sopla a favor, como pasó en el Liceu, y otras en cambio parece que el viento sople en contra y haya que pelear con todo. En Barcelona no tenía quizá la presión que siento ahora en Berlín, donde cantó un papel con más protagonismo y en alemán, lengua en la que siento que me exijo y se me exige el doble. A veces uno siente más nervios cuando juega en casa y en otras ocasiones parece que hay más presión justo cuando estás fuera, lejos de todo lo que te da confianza y seguridad. Zerbinetta es un papel muy difícil y siento a veces que tengo que demostrar el doble al cantarlo aquí en Berlín. Pero al final hay que saber con qué armas compite cada uno: hay que dar el máximo y no obsesionarse si algo no sale perfecto. Es bueno ser perfeccionista, pero con límites. Cada día tengo más claro que el cantante que sale adelante no lo hace sólo por su voz sino por su capacidad para gestionar su vida, a nivel emocional. 

Realmente la profesión es durísimo y mucha gente no valora todo lo que hay detrás de un cantante cuando éste se sube a un escenario.

Esta profesión es durísima y hay mil presiones alrededor de nosotros. Yo intento aprender todo el tiempo a manejar mis emociones porque es muy difícil hacer bien tu trabajo si no te sientes bien, seguro de ti mismo. Para cantar bien hay que fluir, sentirse cómodo; cualquier bloqueo es contraproducente; no se puede cantar bien con la garganta tensa. Exagero un poco al decir esto, pero de verdad que a veces entiendo las manías y excentricidades de algunos grandes cantantes. Manejamos tanto estrés… En otras ocasiones todo es fácil y fluye, pero hay momento en los que hay que saber imponerse ante uno mismo y ante el entorno.

¿Cuántos años de trayectoria profesional acumula ahora mismo? Al fin y al cabo la experiencia es un grado y todas esas sensaciones imagino que se encauzan mejor conforme se acumulan años de carrera.

Este es mi tercer año en Alemania y tengo la sensación de haber pasado un poco del anonimato en Düsseldorf a verme en situaciones en las que tengo que responder a ciertas expectativas, por los premios y demás. Todo eso me pone un poco nerviosa pero estoy aprendiendo también a disfrutar del buen ambiente de trabajo que vivimos a veces, como aquí en Berlín, con compañeros estupendos. 

Cuénteme más sobre su vinculación con el ensemble de Düsseldorf.

Estaré allí hasta 2019. Tengo allí Don Pasquale tras estas funciones en Berlín y de verdad que tengo muchas ganas porque Donizetti para mí es como ir a un Spa. El belcanto me revitaliza y Donizetti en particular ha sido un gran descubrimiento para mí, por mucho que no se tenga en tanta consideración como otros compositores. Este Don Pasquale en Düsseldorf lo dirige Rolando Villazón y seguro que es muy divertido.

Por lo que me contaba antes creo que tiene una personalidad muy sensible.  

Sí, siempre he sido muy mística y espiritual. Soy una persona muy sensible, para bien y para mal. De hecho, más que la técnica vocal, lo que más he tenido que entrenar en mi caso es la técnica emocional. Llevo de hecho seis años trabajando con una coach estupenda, Rosetta Forner. Cuando terminé la carrera no sabía por dónde ir, tuve una crisis personal, y encontré a Rosetta y fue un descubrimiento. Es una educadora emocional, alguien que me ha ayudado mucho a responder de forma constructiva a mis emociones, a amarme a mí misma y saber qué es lo mejor para mí. Y todo esto al nivel profesional en que me encuentro es muy necesario, me hace mucho bien.

Y a nivel de técnica vocal, ¿con quién trabaja ahora?

He trabajado con varias personas, pero ahora mismo paso de forma más o menos regular por Viena para trabajar con Wessela Zlateva, una profesora búlgara que tiene una técnica estupenda, ya que proviene de una gran familia de cantantes y actores e integra el canto y la actuación en escena. Ella entiende el canto como una proyección de la voz hablada y eso me gusta mucho. Tengo también no obstante un punto autodidacta importante: aprendo mucho en el escenario, en producciones concretas.

Me gustaría recapitular un poco los orígenes de su vocación por el canto.

Todo surge de forma un tanto indirecta. Yo estudié en los Jesuitas de San Sebastián y allí había un coro. La profesora de música nos exigía mucho y ya entonces me gustó mucho la sensación de hacer música con la voz y con otras personas. Con ese coro hicimos varias giras a Japón y eso me marcó mucho, como modo de vida. El profesor de canto de entonces, Javier Santacana, era un hombre con una grandísima vocación pedagógica. Con él estudiamos varias personas que estamos ahora cantando como Arantxa Cenarro, Gaizka Gurrutxaga o Paula Iragorri. De ahí me fui a Madrid a estudiar siete años y de allí a Londres a la Guildhold School of Music and Drama. Estuve tres años haciendo un master de ópera. Empecé entonces a hacer mis primeros compromisos, incluída una gira con West Side Story por Alemania. Me gustó mucho el país y empecé a pensar en encontrar algo fijo allí; entonces salió lo del ensemble de Düsseldorf.

Creo que los concursos de canto han jugado un papel importante en esa etapa inicial de su trayectoria. Pero no sé si realmente se han traducido en compromisos profesionales concretos.

Gané unos cuantos concursos en España y eran importantes porque me subían la moral y eran un apoyo económico. Fui primer premio en Colmenar Viejo, segundo premio en el Gayarre, primer premio en Logroño, Premio Plácido Domingo en el Viñas, primer premio en el Anselmo Colzani… y algunos más. Pero sinceramente no he tenido repercusión profesional con esos premios. Al final depende mucho de otros factores, desde tu momento personal a tu madurez vocal. Mis primeros trabajos me llegaron cuando estaba todavía estudiando y preferí esperar. En muy pocos casos, creo, los concursos suponen después compromisos profesionales. Y es una pena, porque en los jurados suele haber directores artísticos y responsables de casting de importantes teatros; sería lógico que esos premios supusieran pequeños papeles en esos escenarios.

En España ha cantado ya bastante, de hecho buena parte de sus primeros compromisos se desarrollaron aquí.

Sí, tuve por ejemplo una experiencia estupenda con Don Pasquale en Gijón. También hice Ainadamar en Oviedo y Frasquita de Carmen en Bilbao; en Irún hice Despina, Musetta y la primera dama de La flauta mágica. También  L´elisir d´amore en Gayarre y en la Zarzuela La duquesa de Gerolstein.

Cuénteme un poco más sobre el funcionamiento de un ensemble, desde su experiencia en Düsseldorf. 

Es un modelo estupendo: la idea es tener un equipo fijo de solistas, algunos jóvenes, otros más veteranos, que son el cuerpo principal de todos los repartos que se montan en ese teatro. Y esto se combina con grandes estrellas invitadas en una u otra producción. Las personas que forman parte del ensemble cobran un buen salario, suficiente para vivir bien en su ciudad, y tienen mucho trabajo, pero un trabajo que es muy formativo. Por lo general en estos teatros las localidades son mucho más baratas y eso tiene que ver también con los puestos de administración, que son muchos menos de los que hay que España, donde creo que los teatros tienen muchísima más gente en oficinas, digamos. No quiero decir que el sistema centroeuropeo sea mejor o una maravilla, pero en mi experiencia es un modelo muy positivo y del que se podrían aprender muchas cosas. A veces tengo la sensación que se desmerece el hecho de tener gente fija trabajando en un teatro, como si no aportasen novedad o no se implicasen igual que profesionales contratados para cada producción. Al contrario, creo que genera una sensación mayor de trabajo en equipo, de teatro como tal. Además este sistema de trabajo permite tener más repertorio disponible para programar, con producciones propias, cantantes que ya las conocen y las pueden reponer en un plazo corto de tiempo.

¿Es dura la vida en Düsseldorf?

Mi hermano vive conmigo en Düsseldorf y eso hace más llevadera la vida fuera de casa. Alemania es un país maravilloso en términos laborales pero es duro en un plano social y afectivo. Cuando un alemán te ofrece su amistad, te la ofrece de por vida. Pero la vida aquí es exigente, además la falta de luz crea un carácter más duro, aunque cueste creerlo. Afortunadamente tengo una familia maravillosa y me siento muy agradecida por la gente espléndida que he encontrado en mi profesión. Lejos de encontrar rivalidades siempre he encontrado apoyo, compañerismo, comprensión. La gente, tanto el público como los colegas, son el mejor regalo que he encontrado en mi profesión.

Por lo que le he escuchado tengo la impresión de que tiene una voz muy ligera.

Yo creo que no es tan ligera como pueda parecer; es cierto que por color y timbre da la impresión de ser más ligera. Realmente es una voz ligera, pero no ligerísima. He hecho partes como Zerlina en Don Giovanni, Oscar de Un ballo in maschera o la misma Norina de Don Pasquale, que no son tan ligeras. Mi voz es clara, tiene bastantes armónicos en las notas agudas y no se muy bien cómo evolucionará. Mi repertorio ahora mismo es de lírico-ligera, siendo quizá Zerbinetta lo más ligero que hago. También he hecho Olimpia en Los cuentos de Hoffmann y Fiakermilli en Arabella, en este sentido.

Estuvimos hablando para plantear precisamente esta entrevista cuando tuvo lugar un episodio complicado de su carrera en Bilbao, con La sonnambula. Estaba allí para cantar Amina y una función como Adina y tuvo que cancelar finalmente por una crisis personal que fue también una crisis vocal. Me imagino que habrá reflexionado mucho sobre todo aquello.

Cuando aquello sucedió yo sabía perfectamente qué estaba pasando. Desde que empecé con esa Ariadne en Düsseldorf que antes comentábamos me vi sometida a un éxito muy rápido y fuerte: premios, entrevistas… todo fue muy rápido para mí. Y eso me generó una ansiedad y un vértigo tremendos, porque me sentía sobrevalorada y con la presión añadida de tener que responder a unas expectativas para las que no me veía preparada. Fue una situación de pánico y nervios, algo que ya sentí muy fuerte en la producción anterior a Bilbao. Allí todo fue muy bien con La sonnambula, que es una obra que me encanta. Y sin embargo allí colapsó todo y me vine abajo. He cantado enferma más de una vez, con la garganta tocada, pero esto era distinto. Yo tenía la voz bien, estaba vocalizando en camerinos y fue al pisar el escenario cuando me di cuenta de que la voz no me salía. Fue una pesadilla, me quedé sin voz por puro pánico, por un shock. Por un lado fue terrible, un mal trago enorme, pero dentro de mí una voz me decía que por fin me estaba enfrentando a ese miedo, a ese bloqueo, algo que no podía arrastrar más conmigo. La vida me regaló otras dos cosas muy bonitas en esta experiencia: el público me aplaudió a rabiar, me transmitió un cariño extraordinario; y las críticas fueron muy positivas conmigo, incluso cuando no lo esperaba. Ahí comprendí que el público viene al teatro a disfrutar, no a medirnos o a juzgarnos; siempre habrá quien lo haga, pero la gran mayoría viene a disfrutar con lo que hacemos en el escenario.

¿Y qué pasó después de Bilbao?

Me quedé cuatro meses muda. Lo intenté todo: médicos, terapias… y nada funcionaba. Un médico me quiso cortar incluso las cuerdas vocales y me dijo que no volvería a cantar nunca. Y un día, de la noche a la mañana, la voz me volvió.

Todo esto nos lleva de nuevo a lo que abría antes nuestra charla: la presión enorme a la que están sometidos los cantantes, lo fácil que es arruinar una carrera y lo difícil que es mantenerla en pie.

Es durísimo. Habrá quien piense que exagero. Pero las críticas malintencionadas, por ejemplo, nos pueden hacer mucho daño. Los teatros deberían cortar por ahí y no acreditar a quienes faltan al respeto a un solista. Todos debemos estar preparados para asumir una mala crítica, entre otras cosas porque todos nos podemos equivocar o tener un mal día. Pero eso dista mucho de que se nos falte al respeto. Mucha gente sacrifica su vida personal, su vida familiar por su trabajo. Y nuestra reputación se puede ver tan dañada por unas palabras ofensivas e impunes… no es justo que haya quien escriba con esa maldad. Hay críticos que practican bullying con palabras sofisticadas y no debería permitirse. No hay ningún control.

El control lo deberíamos ejercer nosotros mismos, los medios. Algunos nos cuidamos mucho con lo que publicamos, pero no puede decirse lo mismo de todos los medios. En todo caso, pensemos en positivo. Hábleme de sus próximos compromisos.

Hay algunas cosas pendientes de atar, en la medida en que pueda conciliar mi presencia en el ensemble de Düsseldorf y mis compromisos fuera de allí. La próxima temporada en Düsseldorf tengo previsto L´enfant et les sortileges, Werther , Don Pasquale, Les contes d´Hoffmann, Un ballo in maschera y más cosas, que tengo que conciliar con unas cuantas propuestas por Europa. Este verano haré La viuda alegre en el Liceu y Rigoletto en Sankt Margarethen.