Petrenko Berliner Baden 

Amores que matan

Baden Baden. 08/04/2017. Festspielhaus. Obras de Adams, Mozart y Tchaikovsky. Berliner Philharmoniker. Georg Nigl, barítono. Dir. musical: Kirill Petrenko.

Una excelsa copia, salvo por su emplazamiento, al concierto reseñado en Berlín por Alejando Martinez hace escasamente 15 días. Eso sí, la de Baden Baden destaca por ser la primera presentación “fuera de casa” de esta exitosa combinación –tras su nombramiento–, en la que podríamos considerar como segunda sede teutona de la Berliner Philharmoniker, gracias al acuerdo de colaboración firmado con la Festspielhaus de Baden Baden para poner en la cartelera mundial el Festival de Pascua de la Selva Negra.

Cada medido paso que Petrenko da con la que será su formación de referencia, deja mayor constancia, si cabe, del acierto en la decisión de los Berliner, y corrobora los momentos de excelencia que seguramente dará la combinación del director ruso con la renombrada orquesta.

Un plantel en el que sus miembros son activos partícipes en exitosas formaciones da camera, o como solistas, no puede sino disfrutar con el trabajo de cirujano de su próxima batuta. Sus lecturas son la autopsia de un texto que Petrenko resucita cada vez que se pone delante de sus discípulos. Nada queda al azar, ni el silencio sin mensura. Puro deleite que, gracias al Digital Concert Hall, el mundo podrá disfrutar con cierta asiduidad.

Pocas Haffner condensan tanta fuerza y a la vez desvelan una lectura tan introspectiva como la que propone Petrenko, una o ninguna me atrevería a decir. Cocina sus programas a fuego lento, en aras de que poder sacar el máximo partido a sus ingredientes, y de embaucar a sus comensales. Su Andante así lo revela, sin el moto que otras batutas le confieren a expensas de Mozart, auscultando cada sección con la paciencia que todo examen diagnóstico requiere. Esa serenidad es la que provoca que el oyente inicie además una preparación inconsciente, una especie de trance que asentará sus sentidos para asimilar todo aquello que el meditado programa propondrá. 

The Wound-Dresser de John Adams aprovecha en cierto modo el patrón orquestal mozartiano para mostrar la dulce e intensa poesía de Whitman, elegida en detrimento de Specimen Days, a través de la voz del barítono austriaco Georg Nigl, en aras de especular con una experiencia ajena la devocional batalla de su madre tras el Alzheimer de su esposo.

La segunda parte retomaba la lectura del dolor con la que había clausurado la primera, haciéndonos ahondar en los sentimientos que el sufrimiento procura a través de una incuestionable lectura de la Patética de Tchaikovsky, que vuelve a responder sin paliativos a lo que Alejandro Martínez reseñaba en la Philharmonie.

Petrenko es de esos nombres que, aunque habrá a quien difiera y aluda al mercadeo, al marketing o a la tontería, merece los carteles que Baden-Baden le dedicaba ex profeso en la fachada de su Festspielhaus. Aunque sea atrevido expresarlo, da prácticamente igual el programa que presente, porque su sola presencia es garantía de que lo que acontecerá no será fruto de la casualidad, sino de un meditado planteamiento y de su obstinada intención de seguir haciendo historia. Petrenko no es simplemente un NOMBRE que vender, o la nueva marca de un mercado discográfico al que él mismo ha dado la espalda, es parte del futuro de este negocio que no es sino el arte con mayúsculas, y con pesar también admito que es de los amores que matan.