SalaGranadosFacana

"Ahora, más que nunca, salvemos la Sala Granados"

Frustración, disgusto e indignación. Esto es lo que sentí cuando supe, el 18 de abril, que se había vendido el edificio que había acogido la Sala Granados. A finales de marzo me había encontrado con Mònica Pagès y Alícia Torra, impulsora y miembro, respectivamente, de la plataforma Salvem la Sala Granados; se había publicado en las redes que el Concurso Internacional de Música Maria Canals "llevaría cola" al número 18 de la Avenida del Tibidabo, el objeto de la reivindicación de la plataforma, y les había pedido a ambas que me explicaran las últimas novedades sobre la reivindicación. La mala noticia de la venta llegó cuando tenía el artículo casi acabado; era necesario, pues, reescribir, y, más que nunca, reivindicar la Sala Granados.

La Sala Granados

Quizás deberíamos empezar explicando qué es la Sala Granados. Esta casita de la Avenida del Tibidabo, de aspecto tan discreto (y más ahora que lleva casi diez años desocupada) que puedes pasar por delante sin verla, fue, hace algo más de cien años, el estudio del compositor Enric Granados. El doctor Salvador Andreu, farmacéutico y propietario de los Laboratorios Doctor Andreu (¿quién no ha oído hablar de las "pastillas para la tos del doctor Andreu"?) fue también uno de los promotores de la urbanización de la Avenida del Tibibado; era propietario de varias casas en esa calle recién estrenada y había cedido al compositor el uso de la casa del número 18 a cambio de clases de piano a sus hijas; parece un acuerdo puramente simbólico. En las dos plantas por debajo del nivel de la calle, construidas aprovechando el desnivel del terreno, Granados tenía su estudio; en la planta baja había una pequeña sala de conciertos, la Sala Granados. Una de las cosas que pregunté a Mònica y Alícia es si la sala era un auditorio como los entendemos hoy, abierto a todo aquel que pagara una entrada, o bien era un salón como había todavía a principios del siglo XX, abierto sólo a amigos e invitados. Era una sala como las de hoy, que dependía de lo que ahora conocemos como Academia Marshall y entonces era la Academia Granados. En el imaginario colectivo de los aficionados es el auditorio donde Conxita Badia y el compositor estrenaron las Canciones amatorias, el 5 de abril de 1915, pero durante muchos años se hicieron conciertos regularmente y no sólo de Granados: también de los alumnos de los últimos cursos de la academia o de otros músicos como Arthur Rubinstein o Manuel de Falla.

Como es bien sabido, Granados murió en 1916, pero la sala de conciertos continuó funcionando. Mònica Pagès y Alicia Torra me cuentan que Frank Marshall siguió con la programación, e incluso puso en marcha un proyecto ambicioso que él mismo explicó al diario La Noche (pueden leer aquí, a partir de la página 12, el artículo, publicado el 24 de febrero de 1925). Marshall estaba creando una sociedad de conciertos, con el objetivo de "realizar obra de divulgación de valores olvidados y de introducir las más salientes técnicas modernas"; la programación de esta sala de conciertos conviviría con el "Teatre íntim" de Adrià Gual, que tendría allí su nueva sede, y ya se estaban haciendo las reformas necesarias. La inauguración estaba prevista para abril del año siguiente, con El retablo de Maese Pedro y El amor brujo, dirigidas por Manuel de Falla. Marshall decía en la entrevista que estaba "loco de contento" pero el proyecto no prosperó, sin que se sepan los motivos. La cuestión es que en octubre de 1928 murió Salvador Andreu y el edificio pasó a manos de su yerno Pedro María de Reynoso Vilanova; supongo que en realidad pasó a manos de su hija Francisca Andreu Miralles, por más que las referencias citen el nombre del yerno, que parece ser que se dedicaba a la gestión inmobiliaria. En 1933, De Reynoso alquiló el edificio a un estudio de doblaje, "La Voz de España", y la Sala Granados se olvidó.

La Sala Granados, cien años después

SalaGranados estudiDoblatge

En 2006, Mónica Pagès estaba traduciendo El ruiseñor abatido, la biografía de Granados escrita por John W. Milton, y al escritor y a ella se les ocurrió ir a la Avenida del Tibidabo para localizar aquella célebre Sala Granados que tanto se mencionaba en la documentación sobre el compositor; lo cierto es que ni siquiera sabían si el edificio todavía existía. Cuando llegaron a la dirección en cuestión encontraron una puerta sin timbre ni rótulo; llamaron pero no les abrió nadie. Pasaron una carta por debajo de la puerta explicando quiénes eran y por qué habían llegado hasta allí y les respondieron de la empresa de doblaje TADUTEC, heredera de aquella "La Voz de España". Así se redescubrió la Sala Granados, que en realidad no había desaparecido del todo porque la historia del edificio se había transmitido de generación en generación de trabajadores durante setenta años y la sala de conciertos se había conservado bien; ahora estaba acondicionada como estudio de grabación y en las paredes había retratos de los actores más glamourosos que se había doblado allí. A raíz de este hallazgo se hizo un pequeño reportaje en BTV y se habló con Mauricio Villavecchia, compositor y bisnieto de Salvador Andreu, de hacer un documental; fue pasando el tiempo entre conversaciones y el documental finalmente no se hizo, porque la situación cambió.

En 2009 Mònica recibió una llamada del estudio de doblaje que le avisaba de que la finca había cambiado de propietario, que les habían subido tanto el alquiler que tenían que irse y que el edificio saldría a la venta. Fue entonces cuando comenzó a moverse lo que acabaría recibiendo el nombre de plataforma "Salvem la Sala Granados", formada por los nombres que he ido mencionado y otros que mencionaré a partir de ahora. El abogado Carles Pi-Sunyer, por ejemplo, que averiguó en el registro inmobiliario del Ayuntamiento de Barcelona que aquella finca estaba destinada a usos de equipamientos de tipo 7a; si mis pesquisas son correctas, esto significa equipamientos docentes, asistenciales, religiosos, deportivos, culturales y administrativos. No se sabe a ciencia cierta el por qué de esta clasificación, ya que no es el caso de las fincas más cercanas (¿quizá heredaba esta condición de sus orígenes como sala de conciertos?), pero la cuestión es que el edificio no podía convertirse en un restaurante o un parking, por ejemplo, lo que reducía sus opciones de venta. Pi-Sunyer averiguó también que el nuevo propietario de la finca era la aseguradora Reale; después de morir De Reynoso en 1951 había pasado a manos del Gremio de Panaderos (propietarios también de la cercana clínica de San Honorato), que la había vendido a Reale, con sede en Madrid. Y a Madrid se fue Mónica, ya que los administradores tuvieron interés en conocer el pasado de la casa. Se mostraron predispuestos a colaborar y le dejaron las llaves durante un mes para que el arquitecto Marc Cuixart y el ingeniero Xavier Alcalá hicieran el estudio técnico del edificio, con el fin de comprobar la viabilidad de una rehabilitación.

Una vez comprobado que era viable hicieron el anteproyecto de reforma, con un presupuesto de tres millones de euros (seguramente la actuación más importante era la sustitución de la cubierta del edificio, que es de fibrocemento de amianto). En el documento previamente enlazado se pueden ver los planos del edificio; en total son unos 1.300 m2 construidos, repartidos en cuatro plantas, más un pequeño jardín. El objetivo de la plataforma era que la Sala Granados volviera a formar parte del patrimonio musical de la ciudad, y planteaba la coexistencia de tres usos para el edificio. Dos de ellos recuperaban los usos originales, es decir, sala de conciertos (con un aforo de 253 localidades) y lugar de estudio, en este caso acondicionando cabinas que se pondrían disposición de los estudiantes de música. El tercer uso era museístico, dedicando un espacio a la difusión de la escuela pianística catalana.

Había varias opciones para llevar a cabo este proyecto. Una era que la iniciativa privada comprara la casa; como parece que ya no hay mecenas como el doctor Andreu, era más realista pensar en la participación por una parte de empresas e instituciones, que harían las aportaciones más importantes, y por otra de la suscripción popular; o, dicho en moderno, de micromecenazgo. Para ello era necesario que la inmobiliaria se aviniera a negociar el precio de la finca, que se había establecido en 2,2 millones de euros. Según varios expertos consultados por la plataforma, estaba muy por encima del precio del mercado en 2012 y teniendo en cuenta que la inversión que se hiciera tardaría muchos años en recuperarse, parecía más viable un proyecto sin ánimo de lucro, como el que se proponía, que un negocio con las condiciones que establecían los usos regulados. Pero una vez tuvo el proyecto, Reale cortó el diálogo y se negó a negociar el precio de la finca.

Otra opción era que el Ayuntamiento de Barcelona adquiriera el edificio, bien comprándolo, bien haciendo una permuta, bien alquilándolo. Al menos, podían mediar con la propiedad. Se presentó el proyecto a la concejalía de Cultura, cuando el alcalde era Xavier Trias, y se presentó también al Conseller de Cultura aquel año 2012, Ferran Mascarell. No hubo respuesta de ninguna de las dos administraciones. Aún había una tercera opción: la Fundación Reale, dedicada a la obra social y cultural. Dada la importancia cultural del edificio, no era descabellado que la fundación se hiciera cargo de la Sala Granados, y todo quedaba en casa. En este caso, por supuesto, dependería de Reale del uso que se hiciera del edificio, pero al menos se conservaría el patrimonio cultural. Salvem la Sala Granados se puso en contacto con la Fundación Reale, pero no hubo respuesta. Esta cronista también les ha escrito preguntando por su posición en este asunto, pero tampoco ha habido respuesta.

Y ahora, qué?

Enrique Granados

Así las cosas, y después de tanto trabajo, se llegó a un callejón sin salida. El año pasado se cumplían cien años de la muerte de Enric Granados y este año se cumplen ciento cincuenta de su nacimiento; con motivo de estos aniversarios se puso en marcha la celebración de un doble "Año Granados" y dado que el edificio aún no se había vendido (ahora pedían 2,6 millones de euros por él) era un buen momento para volver a reivindicar la Sala Granados como parte del patrimonio cultural catalán. Así lo hizo Alícia Torra, hija de la pianista Alicia de Larrocha (directora de la Academia Marshall después de la muerte de Frank Marshall) en un acto institucional en presencia del President de la Generalitat, Carles Puigdemont, el 12 de diciembre de 2016. El 4 de abril, como decíamos al principio, el concurso Maria Canals llevó uno de sus pianos en la puerta del edificio para apoyar la iniciativa, y muchas personalidades del mundo de la música, entre ellos el pianista Albert Guinovart, se sumaron al acto.

El 23 de marzo, unos días antes de nuestro encuentro, Mònica Pagès y Marc Cuixart asistieron a una reunión en el Centro Cívico Vil·la Florida donde plantearon, nuevamente y con el apoyo de la plataforma de vecinos Salvem la Rotonda (otro edificio de la Avenida del Tibidabo maltratado en las últimas décadas), la recuperación de la Sala Granados para la ciudad y, sobre todo, para el barrio. El concejal de urbanismo, Daniel Mòdol, se comprometió nuevamente a reunirse con ciudadanos y técnicos del ayuntamiento para tratar de encontrar una solución. Digo "nuevamente" porque unos meses antes, el 1 de diciembre, ya se había presentado la reivindicación en el Consejo Plenario del Distrito Sarrià-Sant Gervasi, y el concejal Mòdol ya había prometido una reunión que no ha existido.

Más éxito tuvieron en sus conversaciones con el Grup Municipal Demòcrata, que el 18 de abril publicaba en su web que ese mismo día había conseguido el apoyo de la mayoría de los grupos municipales del Ayuntamiento de Barcelona (además del GMD, C's, ERC y PP) para que la Sala Granados convirtiera en un equipamiento público cultural dedicado a la música. El resto de grupos (PSC, CUP y BEC) se abstuvieron. En concreto, la proposición defendida por Jaume Ciurana acordaba garantizar que la Sala Granados y el edificio donde está ubicada fuera un equipamiento público cultural, de referencia catalana y mundial, dedicado a la música, a la preservación de la memoria de Granados y de los músicos que han continuado su legado, trabajando el proyecto de rehabilitación del edificio y la definición de los usos del equipamiento conjuntamente con los vecinos y la plataforma Salvem la Sala Granados. Al día siguiente, el 19 de abril, La Vanguardia publicaba que la comisión de Derechos Sociales, Cultura y Deportes del Ayuntamiento de Barcelona había descartado adquirir la Sala Granados (en esa misma comisión, por cierto, se descartó también la compra del Teatre Principal, ya que hablamos de historias tristes relacionadas con el patrimonio musical catalán).

He procurado ser cuidadosa con las fechas porque parece que todo se precipitó en poco tiempo, ni siquiera un mes, desde aquella reunión en la Vil·la Florida el 23 de marzo hasta el 18 de abril, cuando supimos que el edificio se había vendido. Añado alguna fecha más: el 6 de abril escribí al Ayuntamiento de Barcelona, pidiendo una entrevista sobre la Sala Granados; el día 21 respondieron desde el departamento de prensa, preguntando si todavía estaba interesada. ¡Por supuesto, aún estaba interesada! Unos cuantos correos después, hoy, 1 de mayo, todavía espero que me digan con quién puedo hablar.

Siempre según La Vanguardia, el concejal del distrito Sarrià-Sant Gervasi, Daniel Mòdol, aseguró durante la reunión de la comisión de Cultura que el inmueble había sido vendido recientemente y que no era una prioridad para Sarrià. Duele leer eso. Mozart me libre de decir qué es o qué no es prioridad para Sarrià, pero quizás podemos explicar por qué es importante salvar la Sala Granados. Es importante por lo que representa la obra de Granados, sus composiciones. También por lo  que representa su academia; repasen los nombres más importantes del mundo musical catalán durante el siglo XX, no sólo los pianistas, y verán cuántos están vinculados de una manera u otra con la academia. Acabaríamos antes diciendo quiénes no tuvieron ninguna vinculación. ¿No es importante disponer de un espacio donde se conserve, documente y explique esta historia? ¿Y que este espacio sea el mismo donde trabajó Granados? Si este motivo les parece un ataque de sentimentalismo, piensen en cuántas salas de conciertos hay en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi. Diría que sólo dos: el Teatre de Sarrià y la Casa Bartomeu-Jardí dels Tarongers. Y cuántas salas de cámara hay en Barcelona. Quizás, de estas características, sólo el Casal del Metge. Piensen también qué fácilmente se llega al número 18 de la Avenida del Tibidabo en transporte público, no sería un equipamiento sólo para los vecinos. Finalmente, piensen cuantos espacios públicos hay para que los estudiantes de música estudien. Ellos no pueden ir a la biblioteca, como el resto de estudiantes.

Nos preguntamos cuándo se vendió exactamente el edificio de la Sala Granados, y quién lo compró. Lo más importante, sin embargo, es qué uso se le dará. Si bien la finca debe dedicarse a equipamientos, la casa no está protegida porque no tiene valor arquitectónico, no es tan afortunada como otras vecinas de la misma calle. Esto quiere decir que mañana mismo se podría derribar. Y entonces ya no habría nada que hacer. Se habría perdido, definitivamente, la Sala Granados.