Ibercamera Frankfurt Palau 

Final

 

Tras una temporada que nos ha hecho vivir momentos absolutamente inolvidables, el ciclo de Ibercamera en Barcelona ha concluido de manera injustamente accidentada. La preocupante situación en el Auditori, con permanentes e inacables  contenciosos laborales, obligó a la promotora a cambiar, a última hora, el lugar y la hora del concierto de clausura que protagonizaban el violonchelista Gautier Capuçon y la Orquesta de la Radio de Frankfurt dirigida por el director colombiano Andrés Orozco-Estrada.

La rápida y eficiente gestión del equipo de Ibercamera consiguió que el concierto, finalmente, se celebrará en el Palau de la Música a media tarde, con todos los inconvenientes que esto planteaba, tanto a nivel de ensayos como de logística para acomodar a todos los abonados. Esta situación provocó cambios en el programa. La prevista obertura Coriolano, de Beethoven, fue eliminada y sustituida por la que, según palabras del director, era la obra destinada a la propina final: Amorosa, la sexta de las Diez melodías vascas.

Entre el calor y lo anómalo de la situación, el concierto tuvo un cierto aire de improvisación que no impidió apreciar y disfrutar la calidad de los intérpretes y concluir con un éxito considerable. Si bien la obra de Guridi dejó un tanto frío al personal, a pesar de que permitió apreciar la calidez de las cuerdas y el fraseo de esta excelente formación, la aparición de Gautier Capuçon y su interpretación de las Variaciones Rococó, de Tchaikovsky, elevó exponencialmente la calidad de la velada.

El sonido intenso, de tintes oscuros, del chelo del intérprete francés se impuso a una orquesta que se limitó a acompañar, eso sí, con mimo, las inspiradas ocho variaciones ideadas por el compositor ruso. De un virtuosismo arrollador, pero en ningún caso exhibicionista, Capuçon, al que hace unos años pude admirar en Salzburgo con un Don Quichotte de Strauss sensacional, impuso un fraseo, una autoridad y una clase indiscutible en una obra que, aunque por momentos puede parecer un tanto superficial, tiene momentos de indiscutible brillantez. Una lástima que la anómala situación hiciese inviable disfrutar de una propina de este excelente intérprete. 

Sin pausa a causa de la premura del tiempo - por la noche había un concierto previamente programado de ópera&flamenco que obligó a la orquesta a tocar sobre las tarimas preparadas para tal evento-, director y orquesta atacaron con brío la obra central de la velada que era, ni más ni menos, que La consagración de la primavera, de Stravinsky. Una obra que estos músicos han grabado recientemente con excelentes resultados y que, por tanto, dominan en todos sus muchos y complejos detalles. 

Desde  los primeros compases se percibió el equilibrio entre el lirismo y el implacable furor rítmico de una obra extraordinaria que nunca deja indiferente. Orozco-Estrada se mostró entregado, incluso hiperactivo, y consiguió un resultado sonoro espectacular, algo inherente e indispensable a una obra que puso patas arriba, en su momento, al mundo musical, con uno de los estrenos más escandalosos que se recuerdan. La calidad de cuerdas, con una sección de violas especialmente inspirada, y maderas fue la base sobre la que se edificó un edificio sonoro en el que, inevitablemente, destacaron percusión y metales, en este caso no sólo impecables sinó brillantes. Fue una versión rutilante, más apasionada que analítica, que puso en pie a un público que, a pesar de todo, prácticamente llenaba el Palau.

Un final imprevisto, y a todas luces injusto, de un temporada, como decíamos, con momentos que permanecerán, a pesar de todo, en el recuerdo de los que lo hemos vivido. Así pues, sólo queda decir: Gracias!