Dido Eneas Peralada

Ambronay en Peralada

Peralada. 15/07/2017. Festival Castell de Peralada. Purcell: Dido & Eneas. Deborah Cachet, Aurora Peña, Kerstin Dietl, Alberto Miguélez-Rouco, Jean-Christophe Lanièce, Etienne Duhill. Academia Europea Barroca de Ambronay. Dir. musical y concepto escénico: Paul Agnew.

Cuatro años después de que Henry Purcell hiciese temblar los cimientos de una Escuela de señoritas de Chelsea con el estreno de su impactante Dido and Aeneas, en 1689, en París, un díscolo compositor llamado Henri Desmarest retomaba el tema de la Eneida de Virgilio para crear una Tragédie Lyrique que, aunque olvidada durante siglos, en su momento creó gran revuelo en el París de Luis XlV, pues, no habiendo sido elegido para un puesto oficial por su joven edad,  suplantó al compositor que firmó la obra, y que se representó ante el Delfín, para después proclamar su autoría. El Delfín lo consideró una tomadura de pelo y una ofensa y a partir de ese momento la carrera y la vida del talentoso Desmarest dio un giro radical que acabó en veinte años de exilio. Era el Versalles de Luis XlV, pero también de Lully, el creador de la particular escuela operística francesa, así como de Marc Antoine Charpentier o Henry Du Mont, los músicos que marcaban el pulso de la vida musical en la corte de Versalles.

Si la propuesta de Purcell y su libretista Nahum Tate no sólo no envejece sino que, a cada reposición, parece más contemporánea por su brevedad sintética, su disección escueta y finísima de los personajes y la concentración dramática que confluye en el desolador lamento final, la propuesta del tándem Desmarest-Mme. De Santonge entronca con una tradición, la de la Tragédie Lyrique, que se perdió en la oscuridad de los tiempos y que apenas hace unos años va siendo rescatada, en gran medida gracias a la labor de músicos como Christophe Rousset, quien la recuperó a través del Festival de Beaune o  de la capacidad y el talento del tenor y director Paul Agnew, quien ha dirigido esta selección semiescenificada en Peralada.

Agnew parece ser el heredero de William Christie, una de las figuras decisivas en la recuperación del gran repertorio barroco francés a través de su excelente Les Arts Florissants. En los últimos años, Agnew ha iniciado una colaboración con éste conjunto, siendo el único director que lo ha dirigido, más allá de Christie. Por otro lado, es el responsable de la Academia Barroca Europea de Ambronay, unos de los proyectos formativos más ambiciosos a nivel internacional en lo que a música barroca se refiere.

Por este motivo, el Festival Castell de Peralada, que parece estar tejiendo una serie de interesantes alianzas con conjuntos del territorio francés, como el Capitole de Toulouse o el mismo Festival d'Ambronay, era consciente que estaba en buenas manos cuando presentaba estas dos obras en el cada vez más interesante ciclo que proponen en la Església del Carme, al ladito del escenario central. No sé si el éxito de la propuesta sorprendió a la propia empresa, pero sí en general a un público que acabó la velada en pie, agradeciendo a la joven compañía su entusiasmo, sí, pero sobretodo lo que es más importante: su indiscutible calidad y talento.

Una calidad y un talento que empezaban por la extraordinaria labor del conjunto instrumental, guiado por Agnew en la obra de Desmarest (la de Purcell la disfrutó desde la platea, dejando al conjunto a sus anchas) y por la extraordinaria concertino del conjunto, Alice Earll. Muy destacable la labor del bajo continuo, formado por cuatro instrumentistas, así como algunas actuaciones vocales descollantes: Deborah Cachet mostró un bello instrumento y gran elegancia y naturalidad en el fraseo, tanto como la Didon francesa como en la Belinda inglesa. Muy interesante la participación de Aurora Peña en ambas obras, una voz joven a seguir de cerca, como lo es también la de Kerstin Dietl que encarnó a la heroína de Purcell con precisión y sencillez.

Más irregular el reparto masculino, en el que destacó sobremanera el contratenor Alberto Miguélez-Rouco, con una voz no muy expansiva pero sumamente bien timbrada y una capacidad teatral imponente. Jean-Christophe Lanièce fue un viril, aunque algo tosco, Eneas de Purcell mientras que el Eneas de Desmarets, Etienne Duhill, mostró el gran dominio estilístico que también exhibió toda la compañía sin excepción, pero gestos técnicos a mejorar.

Un elemento importante en el éxito de la velada fue la sutil acción teatral de esta versión de concierto. Ni se quedó corta ni se excedió en ningún momento. Si en la obra de Desmarest los movimientos fueron los mínimos indispensables, en la de Purcell hubo momentos de gran actividad teatral, como en la escena de la Sorceress o en la muerte final de Dido, con la creación del cuadro de una Pietà de considerable efecto dramático.