LucioSilla Javier del Real 17 

¿Y esto con dieciséis años?

Madrid, 16/09/2017. Teatro Real.W. A. Mozart. Lucio Silla. Kurt Streit (Lucio Silla), Patricia Petibon (Giunia), Silvia Tro Santafé (Cecilio), Inga Kalna (Lucio Cinna), María José Moreno (Celia) Kenneth Tarver (Aufidio). Coró y Orquesta Titular del Teatro Real. Dirección de escena: Claus Guth. Dirección musical: Ivor Bolton

"¿Y esto con dieciséis años?". Esta frase se oyó a la salida de la representación que aquí se comenta de Lucio Silla de W. A. Mozart  que abre la Temporada del Teatro Real y las celebraciones de los 200 años (aunque a algunos no les salgan las cuentas...) desde su inauguración. Una obra que se veía por primera vez en este escenario y que si algo ha demostrado (aunque no hacía falta) es que Mozart fue un genio temprano y deslumbrante. Estrenada en el Milán austriaco en 1772, fue el último los encargos que recibió el salzburgués en su periplo italiano. En Lucio Silla Mozart se muestra respetuoso con las formas y modelos imperantes (incluso se habla de unos cambios en el flojo libreto de Giovanni de Gaverra por parte del todopoderoso Metastasio) pero también se perciben cambios y modos con respecto a óperas anteriores que presagian lo que se confirmará en sus obras de madurez. La música es de gran brillantez tanto en las arias como en los recitativos acompañados y el despliegue de talento juvenil es impresionante. Sólo la excesiva duración de la partitura y la escasa acción lastra una obra del, seguramente, más claro ejemplo personal de unión entre dominio del oficio e infinito talento que ha habido en la historia de la Música.

Aunque se trate de una producción vista no hace tanto en el Liceu de Joan Matabosch, hay que felicitar al Teatro Real por atreverse a inaugurar su temporada con una ópera poco representada y conocida, inédita de hecho hasta la fecha en este escenario madrileño. Hay que destacar sobre todo la elección de un estupendo equipo vocal, una dirección musical excelente y una producción que acierta muy bien en sacar adelante una historia tan poco atractiva para los cánones teatrales actuales. No voy a contar aquí la trama de la obra. Digamos, resumiendo, que va de amores cruzados y contrariados mezclados con venganzas políticas en la Roma republicana bajo la dictadura de Silla después de la guerra civil que lo enfrentó con el jefe del partido popular, Mario. Aunque en un principio el tirano ejerce como tal, en un final sorprendente (y muy mal resuelto teatralmente) renuncia a sus derechos y permite que los jóvenes amantes se casen, preludiando argumentalmente lo que será la postrera obra mozartiana: La clemencia de Tito. 

Aunque Lucio Silla sea el que da nombre a la ópera, los grandes protagonistas son Giunia, hija del difunto Mario y con la que se quiere casar Lucio, y el amado de Giunia, Cecilio, enemigo político del dictador. Patricia Petibon como Giunia demostró, una vez más, la calidad que atesora vocalmente. Es admirable su bello timbre, la elegancia y soltura con la que canta, la potencia y proyección de su voz y el dominio de las coloraturas (piedra de toque fundamental para todos los cantantes en esta obra). Estuvo impresionante en la quizá aria más famosa de la ópera Ah se il crudel periglio, aunque algún agudo sonó menos redondo de lo esperado y hubo una pausa vocal y musical, no escrita,  al final del aria (quizá con una intención de remarcar el dramatismo del momento) que resultó poco acertada. Volvió a estar maravillosa en, para mí, su más bella intervención, la más contenida y expresiva Frai i pensier più funesti di morte. Conoce a la perfección la producción y eso hace lucir sus indudables dotes de actriz en un papel de gran fuerza dramática, pero a veces su trabajo peca de demasiado expresivo.

Se habla con frecuencia de revalorizar los cantantes españoles y en esta representación ha habido una ocasión óptima de hacerlo con la gran actuación de Silvia Tro Santafé. La mezzo valenciana, Cecilio en la obra, poseedora de una bellísima voz y un vibrato natural que la realza aún más, estuvo espléndida en todas sus intervenciones. No tuvo ningún problema en toda la tesitura y sus agilidades no tuvieron mácula. Dede su primer aria, Il tenero momento, todo su trabajo fue de gran calidad y brillantez. Brava. Aunque estuvo dubitativa en su primer aria, sobre todo en las coloraturas, Vieni ov’amor t’invita, que abre la ópera, Inga Kalna, en el también papel travestido de Lucio Cinna, fue cogiendo confianza en el transcurrir de la obra y el resto de su labor estuvo más acorde con el gran nivel de todo el elenco, aunque con alguna puntual tirantez en la zona aguda. Tener a María José Moreno en un reparto, aunque sea en un papel no demasiado relevante, siempre es un lujo. La granadina demostró que sigue siendo una de las sopranos de más calidad de las que disponemos en España y aunque estuvo muy bien en todo su trabajo destacaría Quando sugli arsi campi, toda una lección de cómo se debe cantar Mozart.

Kurt Streit era Lucio Silla. Aunque su timbre es poco grato y tampoco se le vio excesivamente cómodo en zona más aguda de la tesitura, su trabajo fue correcto y solvente, siendo de los cantantes más entregados actoralmente. Destacar de la única intervención solista en la ópera de Kenneth Tarver como Aufidio, hombre de confianza de Silla, el excelente fiato que demostró en esa nota sostenida y larguísima que abre su aria Guerrier che d’un acciaro. Muy bien el Coro Titular del Teatro Real con ese aire más de corifeo griego que impone la música mozartiana que el de Senado y pueblo romano del libreto. 

Ivor Bolton demostró en esta representación, aunque no hacía falta, ser un consumado director mozartiano. Domina todos los resortes de la escritura del salzburgués y resultó brillante y sin robar protagonismo al escenario. Atento a sus cantantes, preciso en sus indicaciones a la orquesta, construyó un Mozart fresco y juvenil pero también lleno de detalles de madurez. Excelente. También espléndida la orquesta titular del Teatro, que supo acomodarse a las indicaciones de su director y que no hizo echar de menos a otros conjuntos más especializados en esta época histórica. Un gran noche del foso. 

No es fácil darle un sentido dramático convincente y actual a un libreto tan poco flexible como el de Lucio Silla. Claus Guth acertó plenamente en recrear un mundo con pocas referencias históricas, basando su trabajo en una gran y resolutiva escenografía de Christian Schmidt (responsable también del ecléctico vestuario). Apoyado en un escenario giratorio, desnudo, básicamente centrado en formas geométricas de cemento o baldosín (éste material delimita el palacio del dictador) y de gran fuerza estética, parece querer recordar las formas arquitectónicas de la época fascista mussoliniana. Guth confía en una excelente dirección de actores (aunque haya detalles no del todo conseguidos como algunos movimientos a cámara lenta un poco trasnochados), y en una muy acertada iluminación de Jürgen Hoffmann, para que la historia fluya, sea creíble y convenza al espectador, sobre todo con un final que está mucho más acorde a la historia que lo que el libreto indica. Su mayor virtud es convertir en Lucio Silla en una historia de pasión y clemencia que resulta a día de hoy atrayente, complementando al recital de excelentes arias que Mozart creó para ello…. a los dieciséis años.