Johan Botha Tannhauser c.Marty Sohl Metropolitan Opera

Obituario sobre el fallecido tenor Johan Botha

 
Escuché por última vez a Johan Botha en Bayreuth, en el verano del año 2014, cuando interpretó allí el Siegmund de Die Walküre en el Anillo dirigido por Franz Castorf y Kirill Petrenko. Al término de la función, como es costumbre allí, fuimos a cenar con un grupo de amigos y conocidos que habían asistido asimismo a la función. La cena era en el hotel Bayerischer Hof, que está situado justo al lado de la estación de Bayreuth. Cuando estábamos a mitad de cena, el propio Johan Botha apareció por el salón del restaurante, acompañado de su esposa. De imprevisto, aplaudimos sonoramente a Botha por su fantástica actuación de esa misma noche en la sagrada colina. Visiblemente sorprendido y agradado por la muestra de cariño y reconocimiento, se acercó a nosotros y conversó unos minutos, muy amable, simpático y cercano. 
 
Dotado con una voz amplia, bien timbrada, con facilidad en el agudo y de un color ciertamente agradable, el instrumento de Botha era el de un lírico pleno con capacidades para introducirse con éxito en partes más dramáticas y heroicas, como las de Wagner o Strauss que constituían de hecho su repertorio durante los últimos años. Como decía ayer Renée Fleming en un comunicado, Botha incorporó un cierto rigor técnico al repertorio dramático, tantas veces maltratado con lecturas vociferantes. Quizá Botha no cosechó el mismo éxito con sus incursiones en el repertorio italiano, en papeles como Calaf, Radames, Andrea Chénier u Otello, pero nadie puede dudar de su sobresaliente labor con papeles como el Walther de Die Meistersinger von Nürnberg, el Baco de Ariadne auf Naxos, el Seigmund de Die Walküre o el Emperador en Die Frau ohne Schatten
 
Quizá no era Botha un cantante muy imaginativo, en lo que a línea y acentos respecta, pero la naturaleza de sus medios cubría con creces esa posible laguna interpretativa. Pocos intérpretes, en los últimos años, se habían mostrado tan capaces a la hora de resolver sin fallas las partituras de Tannhäuser, Lohengrin, Parsifal, etc. 
 
Aunque su agenda se movía sobre todo entre la Wiener Staatsoper, el Metropolitan de Nueva York y otros grandes teatros como la Scala, la Staatsoper de Berlín o la Bayerische Staatsoper de Múnich, Botha actuó también unas cuantas veces en España: lo hizo un par de veces en el Liceo (Turandot en la temporada 1999/2000 y Das Lied von der Erde en la temporada 2004/2005); protagonizó también un Lohengrin en concierto en A Coruña y Valladolid y fue Otello en la Quincena de San Sebastián.
 
Durante la pasada temporada 2015/2016 Botha se había alejado temporalmente de los escenarios, apenas unos meses, para enfrentar el tratamiento de un cáncer. Regresó a los escenarios este mismo verano, en el transcurso del Festival de la Ópera de Múnich, como Calaf en Turandot. Y ofreció asimismo un par de recitales en su Sudáfrica natal, para celebrar su vuelta a la actividad y recaudar fondos contra el cáncer. Una recaída ha terminado por arruinar todos sus esfuerzos para combatir la enfermedad. Tras la reciente marcha de la soprano Daniela Dessì, también víctima de un cáncer, el mundo de la lírica está este año de luto. Botha falleció ayer en Viena con tan sólo 51 años de edad.