Jaroussky 

De la mano de Orfeo

Zaragoza, 22/03/2017. Auditorio de Zaragoza. Monteverdi, Rossi, Sartorio, Gluck. Amanda Forsythe, soprano. Philippe Jaroussky, contratenor. I Barocchisti. Diego Fasolis, dirección musical.

El mito de Orfeo, su bajada a los infiernos para recuperar a su esposa muerta, la lucha entre el amor y las reglas impuestas por unos dioses y un destino implacables, han sido fuente de inspiración desde el nacimiento mismo de la Ópera. No hay que olvidar que Orfeo es poeta y cantante, dos de las artes que son los pilares básicos sobre los que se sustenta la nueva forma musical que empieza a consolidarse en los primeros años del s. XVII. Por tanto, mucho de los compositores de este siglo y del siguiente se inspirarán en este mito para crear sus obras. No extraña, pues, que un músico con tanta sensibilidad hacia esa época como el contratenor francés Philippe Jaroussky haya querido recrear en su último disco la historia del desdichado pastor que quiere traer de vuelta al mundo de los vivos a su esposa Eurídice. Cogiendo tres de las óperas más destacadas dedicadas al asunto (L’Orfeo de Claudio Monteverdi, Orfeo de Luigi Rosi y L’Orfeo de Antonio Sartorio), ha creado un bello disco acompañado de la soprano húngara Emöke Baráth, el Coro de la Radiotelevisión de la Suiza Italiana y el conjunto I Barocchisti dirigido por Diego Fasolis. Este lanzamiento discográfico ha sido el eje fundamental de la primer tramo del concierto que Jaroussky, acompañado esta vez por la soprano Amanda Forsythe y el mismo conjunto musical, ha ofrecido este pasado miércoles en el Auditorio de Zaragoza, completado, después del descanso, por fragmentos de otra gran obra dedicada al mito griego, esta vez en el s. XVIII: Orfeo ed Euridice de Christoph W. Gluck. 

En la primera parte, con una cuidada concepción del engranaje narrativo entre las tres óperas del s. XVII, se ha podido disfrutar de una maravillosa recreación del mito de Orfeo que ha fluido perfectamente. Se diría que estábamos escuchando una única obra en que la interacción entre los cantantes nos conducía a través de la historia narrada. El peso de este relato, como no podía ser de otra manera, recayó en un espléndido Philippe Jaroussky que demostró por qué es el más destacado contratenor de su generación. Su dominio técnico, su fuerza expresiva, el fiato impecable, el bello timbre y, sobre todo, la frescura y elegancia de su canto encandilaron al público. Con una perfecta proyección llegó a cualquier rincón del amplio auditorio zaragozano. Difícil destacar una de sus intervenciones, pero quizá señalaría el final de este primer tramo del recital, cuando el doliente Orfeo ha perdido a su amada y canta pasajes tan maravillosos como “É morta Euridice” de Sartorio o “Possente spirto” de Monteverdi. Impecable. La norteamericana Amanda Forsythe es una soprano cuya voz se adapta perfectamente a este repertorio. Con una proyección menos consumada que la de su compañero, sí que supo transmitir toda la belleza de las arias y dúos que cantó. Más brillante en la zona aguda que en la grave, también destacó por la delicadeza y elegancia de su canto, lleno de matices, medias voces, con coloraturas espléndidas. Imprescindible en el estupendo resultado obtenido fue la intervención de Diego Fasolis y su conjunto I Barocchisti. Sin él, seguramente, los resultados no hubieran sido tan redondos. Recreó perfectamente el ambiente de las tres óperas, sin que notáramos casi los cambios que el estilo musical sufre en los más de sesenta años que separan el Orfeo de Monteverdi del de Sartorio. Perfecto en los tempi, siempre pendiente y en complicidad con los cantantes, sus versiones fueron magistrales. Impecables los músicos de I Barocchisti con sus instrumentos originales. Despuntó, entre sus muy competentes compañeros, el arpa de Masako Art, espectacular en “Possente spirto”.

Con Gluck y su conocida reforma llegan cambios que nos llevarán del barroco al clasicismo. Su famoso Orfeo sigue representándose con asiduidad en los teatros y a él estuvo dedicado la segunda parte del recital. Más protagonista, si cabe, que en la primera parte, Jaroussky demostró también el dominio de este papel, sobre todo en las difíciles coloraturas o en la expresiva lucha con las Furias (con sus famosos “no” interpretados con gracia por los músicos de la orquesta), pero, sobre todo, en el conocido y bellísimo “Che farò senza Euridice!” que cerró la parte programada del concierto. Aún así, y a pesar de tratarse de una única obra, no hubo la conjunción y el bello encanto de la primera. Después de tantos desencuentros y tribulaciones entre Orfeo y Eurídice por mirarse a los ojos, el recital acabó, como propina, con el precioso final de otra gran obra de Monteverdi “L’Incoronazione di Poppea”: Pur ti miro. Pura belleza.